Nación
Las conmovedoras palabras de Carolina Pizano para despedir a su hermano Alejandro
SEMANA publica las palabras que la hija de Jorge Enrique Pizano dio este miércoles en el sepelio de su hermano Alejandro, quien murió envenenado con cianuro, caso que siembra de dudas la muerte del padre y las investigaciones que la justicia ha desarrollado del caso Odebrecht.
El testamento que dejó el ingeniero Jorge Enrique Pizano, sumado a la muerte por envenenamiento de su hijo Alejandro, han conmocionado a la opinión pública y a la prensa internacional, desde donde ahora se pide justicia. La familia Pizano Ponce de León pide que se conozcan los autores intelectuales y materiales de dos homicidios que están por esclarecerse.
En el sepelio de Alejandro, María Carolina Pizano Ponce de León ofreció unas conmovedoras palabras con las que recordó a su padre y a su hermano, quienes forjaron su caracter y personalidad. SEMANA publica el discurso.
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Mi papá, mi hermano. Yo, que me considero una persona consagrada a los libros y letras, hoy no encuentro palabras que describan, eluciden lo que siento y lo que mi familia está sintiendo. Ahí es cuando puedo revocar toda teoría del lenguaje que determina que el lenguaje es pensamiento. Pero tengo algunas palabras para ustedes.
Intentaría darle una explicación teológica a esta tragedia, pero esas explicaciones no me satisfacen. Es por eso que me remito a explicaciones psicológicas más racionales, pero no por eso menos emocionales, afectivas y simbólicas.
Las relaciones interpersonales consisten en un puente, donde cada persona está en cada extremo, lo que constituye esa relación no son las personas como tal sino el puente, que se construye a base de gestos, momentos, lugares, caricias, palabras, símbolos, etcétera. El duelo y la resiliencia consisten en interiorizar ese puente, en dejar de proyectarlo hacia esa otra persona que no está y traerlo hacia el interior. Tal proceso es doloroso, literalmente doloroso, porque se activan las mismas zonas del cerebro que al recibir una puñalada, una puñalada, una y otra vez. Pero de eso se trata la resiliencia, de hacer y sobreponerse al duelo y seguir adelante sabiendo que esa persona está en nuestra psique, nuestro ser.
Podría hacer una lista de todas las cosas que me enseñó mi papá, sin embargo mi mera existencia lo muestra, la mujer que soy en este momento da cuenta de mi papá.
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Antes de irme a España lo que más me repetía mi papá era: “¿Y ahora con quién voy a pelear?”. Porque era así, nadie más parecido a él que yo, pero, al mismo tiempo, diametralmente diferente. Qué lío tener una hija y una hermana como yo. Mi papá me cantaba la canción: “Soy rebelde porque el mundo me hizo así”, se ofreció a comprarme unas botas como las que siempre uso con punta de metal, a modo de chiste, porque nunca le gustaron mis Marteens, o decía que era la comunista de la casa por nunca usar el carro que me regalaron, pues yo prefería irme en bus para conocer el mundo y salir de zona de confort. Pero sé que en el fondo me admiraba por mi personalidad, tan testaruda como él, luchando siempre por lo que quiero, contra viento y marea. Y él, siempre presente, en silencio, haciéndome saber que estaba ahí, sin él entender qué era lo que tanto pasaba por mi cabeza. Pero ese silencio también me enseñó que a veces es mejor quedarse callado, que es mejor la serenidad ante las adversidades y tomarse cada día con su afán. La vida como una lucha constante.
Una pasión por la vida, un amor por la vida que, ligada a la constancia y disciplina, lo llevó a lugares increíbles, a conocer personas de todo el mundo porque, eso sí, hablaba con Raimundo y todo el mundo. Desbordado de amor, lleno de humildad, ayudaba a todos lo que lo rodeaban, a todos, a tal punto que daba más de lo que tenía.
Mi hermano heredó ese amor desmedido por su allegados, era un ser tan trascendental, tan fuera de este mundo, que las palabras nunca bastarán para describirlo. Así como mi papá, mi hermano era una persona increíblemente noble y dedicada a quienes lo rodeaban. Siempre acompañando a mi papá en su lucha por la verdad, una verdad que se los llevó. El crecimiento personal de mi hermano me dio luces, me abrió el camino para que yo misma pudiera ir aprendiendo, paso a paso, lo que es la vida, lo que es el tiempo, lo que es el amor, lo que es verdaderamente necesario. Es que mi vida fue mi hermano, mi infancia en Subachoque, en La Vega, en Barranquilla. Mis recuerdos de infancia son con mi hermano. Siempre me regañaba, más que mi papá, por estar pensando en nimiedades, su frase era: “Caro, eso no es importante ahora”. Porque él ya sabía lo que era verdaderamente importante, yo todavía no lo sé, pero me abrió el camino para que yo misma pueda descubrirlo.
La rutina, que uno siempre termina naturalizando simplemente porque así funciona el cerebro y debe ser así, evidencia cómo nuestras interacciones estaban llenas de simbolismo y amor. Mi papá que me decía: “Hola, Caro”, y yo le decía “Hola, papi”, o él mismo se respondía con el mismo tono. Cada mañana nos encontrábamos en la cocina tipo 4:30 o 5:00 de la mañana para tomar café, si yo iba a salir a correr, decía que él ya había corrido 30 kilómetros. Haciendo chistes todo el tiempo, por lo menos una vez al mes me decía “Carito, me llamaron del circo porque necesitan enanos”.
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La trascendencia es un plano más allá de lo rutinario, del confort, de lo naturalizado. El amor en nuestra familia siempre ha sido trascendental. La cotidianidad adquiere ese sentido trascendental cuando se ama como nos amaron mi hermano y mi papá. La cotidianidad adquiere ese sentido trascendental cuando cada día se lucha por sacar una verdad que incomodaba a muchos. La cotidianidad adquiere ese sentido trascendental cuando uno le da sentido a la vida. ¿Qué más se le puede pedir a la vida, sino eso, trascendencia en el amor de familia?
Me duele profundamente lo triste que estuvo mi papá este año y no poder hacer nada para ayudarlo, con impotencia y sentimientos de culpa me fui a estudiar, porque era lo único que él quería para mí. El lunes de la semana pasada me llamó angustiado, triste, sobretodo triste, porque no es fácil ser el bueno en medio de un montón de demonios; le pregunté que qué podía hacer por él, que en qué lo podía ayudar, que lo amaba, le repetí tantas veces que lo amaba para que no se le olvidara que siempre lo voy a amar. Lo que me respondió fue lo siguiente: “No te vas de ahí… que estudies, que salgas adelante, eres súper capaz, supremamente inteligente… vencer los miedos y nunca desfallecer”. Ese es mi papá, lleno de amor, de esperanza y siempre creyendo en mí. Cada día, paso a paso, voy a dar lo mejor de mí para crecer profesional y personalmente, porque ellos me enseñaron eso, a florecer en medio del desierto.
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