NARCOTRÁFICO

Las grabaciones del último capo, Daniel 'el Loco' Barrera

SEMANA revela detalles desconocidos de la captura de Daniel 'el Loco' Barrera y los audios en los que ordena asesinatos de mafiosos colombianos, 'vendettas' contra narcos mexicanos y negocios de droga.

22 de septiembre de 2012

"Ella me dijo: vea mamá, por ambición a la plata vea donde estoy metida. Ese señor lo manda matar a uno y para él eso es como cortarse una uña de un dedito", cuenta una angustiada mujer en una conversación telefónica. El hombre al que se refiere es nada menos que Daniel el Loco Barrera, a quien el presidente Juan Manuel Santos calificó la semana pasada, cuando fue capturado en Venezuela, como el último gran capo del narcotráfico colombiano. Su nombre puede no decir mucho a la mayoría de los colombianos, pero en el mundo del crimen organizado imponía temor reverencial. Y esta dramática confesión, en la que una madre habla del miedo que inspira en su hija, tan cercana al narco que lo hospedó en su casa en Caracas, figura entre los cientos de llamadas interceptadas por la Policía al narcotraficante y su entorno, que fueron la clave para ponerlo tras las rejas.

No por nada el presidente de la República, flanqueado por su ministro de Defensa, interrumpió los programas de televisión el pasado martes 18 para felicitar al director de la Policía, general José Roberto León, y a su director de inteligencia por la captura de Barrera. Según las autoridades, llegó a mover cerca de 40 por ciento de la cocaína colombiana hacia Estados Unidos y durante más de una década se mantuvo como el más importante jefe del narcotráfico en el país, gracias a una sangre fría y una crueldad que producía miedo en todos los que lo rodeaban. Así lo muestran docenas de las conversaciones que se le interceptaron, las cuales SEMANA presenta en exclusiva (escuchar audios en semana.com).

"Uno más, uno menos…"

"Mi señor: ¿a lo de ese Pesebre le hacemos?" le preguntan por teléfono a Barrera. "De una. Usted sabe que a mi me gusta darle a esos doble hp duro. Usted sabe que por eso yo me dañé mi vida y uno más o uno menos, no importa. Hay que hacerles a esos sinvergüenzas. Levánteme los datos y teléfonos que yo le hago, no se preocupe", responde el narco.

Esta conversación, que ocurrió a fines de agosto, pocos días después de la captura de Sebastián, jefe de la Oficina de Envigado y socio de Barrera, da una idea del poder y el arrojo criminal de este último. Sebastián, preocupado desde la cárcel por no perder el control de la oficina, ordena a uno de sus lugartenientes llamar al capo para pedirle su visto bueno y su ayuda para eliminar a un potencial rival, Carlos Pesebre, uno de los más poderosos jefes de sicarios de Medellín. Que Barrera no vacila en enfrentarse a cualquier enemigo -por eso lo apodan el Loco- es evidente no solo en esta sino en muchas otras llamadas interceptadas.

"Hermano, cómo le parece que ayer apenas me llegaron solo 2.000 milloncitos de lo que se cayó. Esos hp me robaron. No compré ni una camisa. Aparte de que me robaron ya sabe qué me toca ponerme a hacer", le dice el capo a uno de sus hombres, dos semanas antes de su arresto, furioso porque uno de sus socios, el célebre cartel de Los Zetas de México, 'solo' le reconoció cerca de un millón de dólares de un cargamento de varias toneladas de cocaína decomisado en ese país. En retribución, Barrera ordenó asesinar en Centroamérica a algunos de los integrantes de los Zetas (escuchar audios).

Enfrentar a un jefe de sicarios al que todos temen en Medellín o a uno de los más siniestros grupos del crimen organizado mexicano era lo típico del Loco, un hombre que hizo célebre una frase suya en el bajo mundo: "Nadie se mete con mis mujeres y mi plata".

Otra muestra de esto ocurrió el pasado 17 de abril. Ese día sus hombres asesinaron en un centro comercial en Buenos Aires, después de perseguirlo por varios meses, y a plena luz del día, a Héctor Saldarriaga, alias Mojarro, quien había sido su jefe de sicarios y mano derecha durante una década. Barrera se dio cuenta de que su lugarteniente había enviado diez kilos de cocaína a Nicaragua sin su permiso. Aunque era uno de los hombres a quien más apreciaba intentó asesinarlo en mayo del año pasado, en una cancha de fútbol en Villavicencio. Mojarro escapó pero la acción terminó en una masacre que dejó seis muertos. Durante 11 meses Barrera lo persiguió hasta dar con él en la capital argentina. En ese tiempo el capo mató, además, a dos de las amantes de Mojarro y les quitó a ellas y a la esposa e hijos de su lugarteniente todas sus propiedades y vehículos.

De 'cocinero' a capo

Esa ferocidad lo llevó a la cúspide. Barrera, de 44 años, empezó en San José del Guaviare, a finales de los años ochenta. Su hermano mayor, Omar, que tenía un pequeño laboratorio de cocaína en esa región, fue asesinado por seis sicarios. El joven Barrera los mató uno a uno y se quedó con el laboratorio donde 'cocinaba' la mercancía.

El 7 de febrero de 1990 fue arrestado por tráfico de drogas. Seis meses después se fugó de la cárcel y buscó refugio en Caño Rayado, cerca de Puerto Lleras, Meta. Allí encontró protección por parte del frente 43 de las Farc y comenzó una larga y próspera relación con la guerrilla, que a la postre sería su trampolín para entrar a las grandes ligas del narcotráfico. Se ganó la confianza de los comandantes de los frentes 14, 17, 10 y 16, este último bajo el mando del Negro Acacio.

Durante la época de la zona de distensión, entre 1998 y comienzos del 2002, Barrera se convirtió en un hombre clave para las Farc. Les compraba la droga y la comercializaba. Recibos y documentos encontrados a Acacio en 2001 probaban que solo Barrera pagaba en ese entonces a la guerrilla 30.000 millones de pesos mensuales por la coca que le compraba. Años más tarde, en los computadores incautados al Mono Jojoy en la operación en la que murió, se descubrieron decenas de correos en los que hablaba a los "camaradas del Secretariado" sobre negocios con Barrera. En uno de ellos, de 2010, Jojoy escribió sobre un préstamo de 10 millones de dólares que el capo les habría hecho a las Farc.

Con toda la producción de cocaína del oriente del país bajo su control, consiguió algo que parecía improbable: unir a los paramilitares con la guerrilla. Logró que bloques de paramilitares como el Vencedores de Arauca, bajo el mando de Miguel Ángel y Víctor Mejía Múnera, alias los Mellizos, compraran la droga producida por las Farc para después comercializarla y exportarla. Narcos del Valle, como Don Diego o Jabón también le compraban a él. Barrera terminó haciendo ese tipo de negocios con varios comandantes paramilitares en la zona de negociación de Santa Fe de Ralito. El único inconveniente que tuvo con los paras fue con el jefe del Bloque Centauros, Miguel Arroyave. Él y Barrera habían sido socios a mediados de los años noventa en el transporte de insumos. Sin embargo, cuando Arroyave y su bloque fueron adquiriendo poder y empezaron a dominar vastas zonas del oriente del país, empezaron los roces por controlar las rutas.

Para mediados de 2003, Barrera era apreciado por los principales capos del narcotráfico y muchos comandantes de las AUC. Con el visto bueno de estos últimos, se alió con Cuchillo y Jorge Pirata, dos jefes paramilitares de los Llanos, y asesinaron a Arroyave, quien entonces tenía 5.000 hombres bajo su mando. El Bloque Centauros se atomizó y Barrera colonizó las principales zonas que dominaba, incluida Bogotá, donde ningún negocio ilegal se podía realizar sin su permiso.

Aunque las autoridades sabían desde 2001 de su importancia solo se dieron cuenta de que Barrera jugaba en las grandes ligas del narcotráfico a raíz de una operación a mediados de 2003. En ese momento la Policía allanó una finca en Tabio, cerca de Bogotá, porque tenían información de que Don Diego, jefe del cartel del norte del Valle, estaba allí. Cuando llegaron al lugar descubrieron que había una cumbre de los mafiosos más importantes de ese momento, Hernando Gómez, alias Rasguño; Jhony Cano, Orlando Sabogal y Jaime Maya entre otros. Con ellos estaba Barrera, que fue el único que permaneció en el lugar pues los demás capos alcanzaron a escapar a la redada. No obstante, aunque supieron de quién se trataba, no pudieron arrestarlo. Había pagado millones de pesos por eliminar cualquier antecedente suyo en el DAS y consiguió borrar por completo su identidad real en la Registraduría. Por medio de sobornos cambió su nombre y sus huellas por los de Arnoldo, uno de sus dos hermanos que sufren del síndrome de Down, lo que lo hacía inimputable para la Justicia.

A medida que la Policía comenzó a arrestar capos y a desmantelar carteles Barrera aprovechaba y a sangre y fuego iba ocupando los lugares que quedaban vacíos. "El que no trabaja para mí, lo mato o lo entrego a la ley", era otra de sus frases célebres. En los últimos cuatro años nadie en el país podía mover un solo kilo de coca sin hablar y negociar con Barrera. El Erpac, en los Llanos, los Urabeños, los Rastrojos y otras de las llamadas bandas criminales terminaron en transacciones con él. Todos le obedecían. Se sabe que hace unos meses hizo las gestiones para que Javier Calle Serna, alias Comba, jefe de los Rastrojos, se entregara a las autoridades estadounidenses. Con esto, Barrera buscaba dos cosas: quedarse con el control de esa banda en el occidente del país y enviar a alguien como una especie de 'avanzada' para ver cómo le iba negociando con la justicia estadounidense, pensando en su propio sometimiento.

El último en la lista

La decisión de Barrera de enviar a Comba a Estados Unidos hace seis meses no fue gratuita. El capo sentía que la Policía colombiana le respiraba en la nuca y era cuestión de tiempo que lo capturaran. En los últimos años Barrera vio cómo la Dipol y otras dependencias de esa institución emprendieron una ofensiva que los llevó a capturar y extraditar a los principales mafiosos. Por esa razón, en 2008, optó por refugiarse en Venezuela.

Sin embargo, hace dos años, con la llegada de Santos al poder y la normalización de las relaciones con el gobierno venezolano, las condiciones de los narcos colombianos para esconderse en ese país se hicieron más complejas. En los últimos 24 meses, 29 narcos fueron arrestados en Venezuela en operaciones de inteligencia de la Policía colombiana con autoridades locales. Martín Llanos, Valenciano y Diego Rastrojo fueron algunos de los capturados por la Dipol en los primeros meses de este año. Barrera sabía que el único que quedaba en lista era él y que la persecución sería implacable.

Por dos años un grupo especial de la Dipol se dedicó a perseguirlo. Oficiales encubiertos vigilaron durante meses a las cinco amantes del capo, a las cuatro mujeres que tuvo y a sus siete hijos. También a sus padres y sus dos hermanos, dentro y fuera de Colombia. No obstante, no hubo resultados: Barrera optó por desconectarse de su familia. "A sus hermanos que tienen síndrome de Down y eran su adoración los dejó viviendo en una modesta finca en los Llanos y escasamente les hacía llegar 2 millones de pesos al mes. Con excepción de la última esposa, a las otras nunca las volvió a llamar ni a girar dinero, lo mismo que a sus otros hijos. La mayoría vive por fuera del país. A todos los abandonó", explicó a SEMANA uno de los oficiales que estuvo en el caso.

Mientras un grupo de la Dipol se dedicaba a estas actividades otro viajó desde el año pasado a Caracas para ubicar al capo en ese lugar. El escurridizo narco cambiaba de casas y hasta de ciudad con frecuencia. Sin embargo, había un lazo que no podía cortar: sus comunicaciones con los lugartenientes que le ayudaban a enviar la droga y a ingresar el dinero. Seguimientos en Brasil, Argentina y Uruguay permitieron identificar a un reducido grupo de cuatro personas con las que Barrera se comunicaba (ver video1 y video2).

Tras intervenir los teléfonos y estudiar sus comunicaciones, las autoridades descubrieron que Barrera vivía cerca de San Cristóbal, Venezuela, desde hacía dos meses, y que solo llamaba a sus contactos en Colombia por teléfonos públicos. "Él hacía una llamada de un teléfono y a sus contactos les daba un número de otro teléfono público al que lo tenían que llamar. Colgaba, se iba para otro lado y esperaba la llamada. Esa estrategia hacía muy difícil rastrearlo y localizarlo", contó a SEMANA el oficial, que estuvo entre los que viajaron a San Cristóbal.

La Dipol optó por contrarrestar esa estrategia evasiva con la tecnología. Con la ayuda de los venezolanos, interceptaron 69 teléfonos públicos que podían ser usados por Barrera. Un día antes de su arresto habían captado una comunicación suya con un hombre en Colombia en la que ordenaba, desesperado, vender una propiedad suya en los Llanos, pues se había quedado sin efectivo."Tengo 8.000 hectáreas rebuenas, véndalas. Nos quedan de a 4.000 millones a cada uno mientras cogemos oxígeno. Véndala", le dice. Esa fue su última llamada en libertad. Al día siguiente acudió a un teléfono público para esperar la respuesta. Pero la Dipol sabía cuál era la cabina que iba a usar y allí fue arrestado.

La captura de Barrera es el golpe más importante en la historia reciente del narcotráfico en Colombia. Según las autoridades, en sus años de gloria él solo era responsable de la exportación del 40 por ciento de toda la cocaína que se produce en el país. Un gran golpe, sin duda, que caiga el último gran capo del narcotráfico colombiano. No obstante, queda por verse su verdadero impacto en un negocio que, desde Pablo Escobar, ha sobrevivido a todos sus protagonistas.