Nación
Las negociaciones fallidas de Tom
Desde hacía varios meses el hoy capturado capo de la Oficina de Envigado estaba buscando la manera de someterse a la justicia, su gran inconveniente era que quería un reconocimiento político.
Juan Carlos Mesa era conocido en todo el Medellín como Tom, el “duro”, el que manejaba toda la criminalidad de la ciudad, aunque el mismo se autoproclamaba como un mero representante de una Dirección Colegiada de los Grupos Armados Urbanos al Margen de la Ley, estructura mejor conocida como la Oficina de Envigado, y de la que se ha dicho que funciona como una gran mesa directiva del crimen y de la que él llegó a ser capo en 2013 cuando la Policía arrestó cerca a Medellín a Éricson Vargas, alias Sebastián.
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Desde hacía varios meses, Tom sentía los pasos de las autoridades encima y estaba buscando una negociación con el Gobierno nacional, una salida de sometimiento a la justicia que le permitiera penas blandas a cambio de información. En octubre, por ejemplo, envió una carta al presidente Juan Manuel Santos, con copia al fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, la cual firmó con su nombre de pila —Juan Carlos Mesa Vallejo—y huella digital. La misiva decía: “Queremos desde nuestros territorio consolidar procesos para acogimiento en los que no sólo se dignifique jurídicamente a los miembros de nuestra organización, sino que nuestras comunidades sean partícipes en la iniciativa para la construcción de dinámicas diferentes al ‘sometimiento’”.
Y aunque desde hacía casi dos años la Oficina estaba buscando un acercamiento en cabeza de Tom, su petición fue desoída, además, SEMANA pudo saber que a la Oficina no le gustaba del todo la nueva política de acogimiento a la justicia, pues los capos pretendían tener algún estatus político, aduciendo que su control en los barrios populares de Medellín era total.
La Oficina de Envigado es una organización que remonta sus origines al carte del Medellín dirigido por Pablo Escobar. Después de la muerte del capo, fue comandada por Diego Fernando Trujillo, alias Don Berna, comandante de las AUC, quien después de su extradición dejó la organización mandos subordinados, muchos de hoy presos o muertos. Sin embargo, la Oficina no ha dejado de existir y se encarga de organizar a las diecisiete grandes bandas que, según la Fiscalía, gobiernan la criminalidad en Medellín, captando dinero por medio del microtráfico, la extorsión y más rentas ilegales.
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Según el mismo Tom, en un cuestionario que respondió para SEMANA en meses atrás, y en el que se dibujaba como una especie de Robin Hood malentendido, “nuestra organización ejerce presencia política, social, económica y militar, nuestras ganancias y formas de financiación se conocerá en un proceso de acogimiento”. En tal cuestionario, Mesa Vallejo no se reconoció como capo sino como miembro de la Dirección Colegiada escogido por consenso como vocero y no como comandante, aseguró que desde los años noventa, son las mismas bandas las que se han encargado de “pactar (la paz) por medio del diálogo y la concertación al respecto por la vida y la no agresión”.
Con la captura de Tom es incierto el panorama de la criminalidad en Medellín, no se sabe si seguirán insistiendo en una negociación o si, como ha sucedido otras veces, se desatará una guerra por el mando de la estructura criminal más antigua de Colombia. No es de olvidar, que Tom contaba con el apoyo de El Clan del Golfo y de alias Otoniel.
Por su parte, el alcalde Federico Gutiérrez, quien desde que llegó a la Alpujarra se enfrascó en una lucha contra el capo, celebró la captura y felicitó al presidente Juan Manuel Santos, al fiscal Néstor Humberto Martínez y a las autoridades de Policía y Fiscalía locales: “No capturamos cabecillas por capturarlos ni perseguimos fleteros porque un video se hizo viral, ir tras los miembros de las estructuras criminales es un fin en sí mismo. Es construir una ciudad en la que no tengamos miedo”.