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Laura Sarabia y Armando Benedetti: los detalles ocultos de una guerra sin cuartel entre las dos personas más cercanas a Gustavo Petro
Laura Sarabia y Armando Benedetti libraban silenciosamente una guerra sin cuartel. Esta es la historia de cómo se distanciaron hasta no poderse ni ver.
La pelea entre Laura Sarabia y Armando Benedetti fue a muerte. Hace unos meses nadie habría esperado que la joven de apenas 29 años, que había comenzado su carrera política trabajando con él en su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL), terminara casi que despreciándolo. Con un sentimiento muy parecido del lado de él. Y que irónicamente ambos, alfiles de primera línea del presidente Petro, salieran del Gobierno por la puerta de atrás y por la misma causa.
Se podría decir que Laura es una antítesis política de Benedetti. Él, costeño, entrador, dicharachero y ella, una mujer formada en el mundo militar, estricta y creyente. Laura llegó a la vida de Benedetti por recomendación de un amigo de la iglesia cristiana a la que asistía, que era muy cercano al Partido de la U.
Benedetti fue quien le abrió las puertas de la campaña presidencial, pero ella allí se volvió la persona clave. En poco tiempo, llegó al curubito del poder. Era la puerta de entrada para hablar con el presidente de casi cualquier tema y la que siempre estaba a su lado.
En esos tiempos de fragor electoral, Laura era la que organizaba la logística de la campaña, mientras el exsenador barranquillero definía las estrategias y las alianzas políticas. Eran un equipo perfecto. La entrega de ella sorprendía, en especial, porque en esos meses estaba embarazada, pero siempre acompañaba al hoy presidente sin ningún símbolo de molestia o cansancio.
Esa dedicación y su particular forma de ser la hicieron ganar cada vez más terreno con Petro y su familia. Tanto fue así que en junio el presidente la llamó y le ofreció el puesto más soñado del poder presidencial: jefa de gabinete.
Mientras tanto, a su antiguo mentor lo mandaron a un cargo crucial para el Gobierno, pero que hoy se sabe no le agradaba tanto: embajador de Colombia en Caracas ante el gobierno de Maduro.
“¿A qué horas saltó ella de su primer trabajo, en la UTL de Armandito Benedetti, a convertirse en la persona más poderosa de este gobierno, incluso por encima de la propia esposa del presidente, Verónica Alcocer?”, se preguntó María Isabel Rueda en una columna en la que la denominó la zarina.
Quienes los conocen afirman que la relación llegó a un punto de no retorno en abril de este año cuando el mismo Benedetti contó que Sarabia lo llamó para pedirle ayuda porque sabía que Marelbys Meza estaba hablando con los medios.
Para el mundo político era claro que Benedetti no estaba feliz en Venezuela y sentía recelo porque creía que Sarabia quería alejarlo del presidente luego de haber sido su más grande “compadre” en la campaña. Como trascendió esta semana, el embajador comenzó a tener conversaciones con Laura y el presidente para regresar a un cargo en Bogotá. En últimas, Benedetti se sentía despreciado y, sobre todo, mal recompensado, pues sostenía que había trabajado en esa campaña en cuerpo y alma, y otros, que no habían hecho nada, habían aterrizado en mejor puesto que él.
Benedetti consideraba que algunos procesos que tenía abiertos en su contra, pese a que varios habían sido cerrados, fueron usados por Sarabia para argumentar que él debía permanecer en Caracas. Uno de los temas de discusión era el fuero. Su rol como embajador le fue planteado por Laura como un escudo protector. Eso enfureció al político. Con este argumento, el ministerio que él quería no se concretaba.
Además, una vez el Gobierno comenzó a enredarse en el Congreso y sus reformas levantaron polémicas, Benedetti tuvo conversaciones con Petro sobre lo que estaba pasando y cómo su regreso podía ayudar a sacar las iniciativas adelante y mejorar el rumbo del gobierno. En todo caso, el presidente sabía que Benedetti había sido crucial en la campaña, incluso en los momentos más críticos, y confiaba en él y en su audacia política.
Hubo tres hechos que generaron un cruce muy duro entre Benedetti y Sarabia. El primero fue el nombramiento de Luis Fernando Velasco en el Ministerio del Interior, un cargo que había sonado para Benedetti. El embajador no quería seguir en el exterior y había dejado saber que quería este puesto, la Cancillería o un cargo como superministro. Fuentes le confirmaron a SEMANA que, incluso después de la posesión de Velasco, Sarabia seguía conversando con Benedetti sobre las posibilidades de que él llegara a ese cargo. Una prueba de ello sería la referencia que hizo Sarabia sobre Velasco en una entrevista, en la cual dijo que no era muy conocido.
El segundo hecho sucedió por una cita que Benedetti tenía con Petro hace unos días. Sarabia lo dejó esperando casi tres horas. Esto último, aunque parece intrascendente, fue el detonante de una enorme pelea entre ambos, en la que se dice que hubo un cruce de chats despectivos de lado y lado.
Y el tercero fue una entrevista que Sarabia le dio a El Tiempo, que hoy muchos recuerdan porque dijo que ella podía ser “presidenciable”. En esa conversación, Laura dio unas respuestas que a ojo de un lector parecen lógicas, pero que en el círculo petrista cayeron pésimo.
“Creo que a la clase política le ha dado duro: una niña que salió de la nada, que es una peladita y que ahora viene a mandar. Mucha gente no lo entiende. Obviamente, que nombres como Roy Barreras, Benedetti, Velasco, Mauricio Lizcano –que llevan toda una vida en la política– vean que de la nada aparezca una persona a asumir un liderazgo mucho mayor que el de ellos… Es natural que genere resistencia”, dijo. Esa mención despelucó a Benedetti de la rabia.
En la entrevista, Laura insistió en desmarcarse de Benedetti. “Me cuesta más que digan que soy ‘cuota de’. Aunque al final me he puesto a pensar que también es natural porque quién se va a imaginar que una niña en su segundo trabajo se va a convertir en la mujer más cercana a un presidente. Nadie le encuentra una razón lógica”, señaló.
Y, a su vez, dejó claro que sentía que ella a él no le debía nada. “El presidente está tranquilo porque Benedetti nunca le tuvo que decir: contrate a Laura. Yo estoy tranquila porque llegué aquí por mi trabajo y sigo aquí por mi trabajo. Gracias a Dios, nunca he tenido que hacer nada adicional a eso. Ni como mujer, ni como nada. El trabajo habla de mí”, afirmó.
A Benedetti también lo llenaron de furia unas declaraciones de Laura, en el mismo sentido, a El País de España.
Personas cercanas al embajador cuentan que él estaba sorprendido de esa especie de ingratitud, pues, en el fondo, había sido él quien le había abierto las puertas de la política, pero más específicamente del mundo de Gustavo Petro, en el que ella reinaba en este momento. Al parecer, en un principio, Laura no quería que Benedetti apoyara a Petro.
Benedetti, hasta ahora, ha sido el único que ha hablado públicamente del otro. Cuando corrió la versión de que Laura había dejado saber que creía que él estaba detrás de instrumentalizar la niñera y el tema llegó a los medios, el embajador se despachó en trinos.
Aseguró que fue Laura la que en abril 17 lo buscó para pedirle ayuda en el manejo de la niñera, pues sabía que estaba hablando con SEMANA. “Queda clarísimo que no construí ninguna conspiración. Es Marelbys, a través de una amiga, la que empieza a buscar a los medios. Mi ‘pecado’ es saber que se iba a publicar y me quedé callado. Por la veracidad y gravedad de los hechos, no había forma de pararlo”, trinó.
Agregó que “para este momento, el problema para Laura Sarabia es que se revelara la cantidad de dinero o el flujo en efectivo que había en su casa”. El estado de WhatsApp que el embajador publicó por error deja claro que Benedetti piensa que desde Palacio se estaba filtrando información en su contra: sus viajes, sus vuelos chárter a Venezuela y la presencia de la exniñera del hijo de Sarabia en Caracas.
El viernes, cuando el presidente dijo públicamente que ambos debían irse, la diferencia de trato entre ambos fue evidente. “Mientras se investiga, mi funcionaria querida y estimada (Sarabia) y el embajador de Venezuela (Benedetti) se retiran del Gobierno para que desde el poder que implican esos cargos no se pueda tener ni siquiera la desconfianza de que se van a alterar los procesos de investigación”.
Los dos tendrán que defenderse ahora fuera del Gobierno.