Orden Público
Le dispararon en las protestas y por falta de ambulancia llegó en moto al hospital
El drama que vivió un patrullero del Esmad, en medio de las protestas, cuando en Cali, recibió un disparo que le destrozó parte de sus intestinos.
En una moto de la Policía que avanza por las vías de Cali tratando de esquivar las piedras lanzadas por una multitud que grita “¡asesinos, asesinos!” van tres uniformados del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Uno de ellos conduce, mientras el otro trata de sostener a su compañero, el patrullero Yeison Carvajal, que no para de vomitar. La escena sucedió el pasado 30 de abril, cuando este último recibió un disparo en el abdomen que le destrozó parte de sus intestinos.
“Tenía pena con mis compañeros porque los estaba ensuciando, pero ellos me decían: “No se preocupe, lo más importante ahora es que logre sobrevivir”. Yo pensaba en mi mamá, no la podía dejar sola, porque yo soy el que responde por ella y yo le dije que me cuidaría mientras empacaba la maleta la noche anterior, cuando mis superiores me dieron la orden de que me trasladara de Cúcuta a Cali para apoyar en esta misión”, cuenta el patrullero de 26 años que recibió al equipo de SEMANA en una de las habitaciones de la Clínica Valle de Lili, en Cali.
Carvajal tiene la responsabilidad de lanzar las granadas de aturdimiento cuando se presentan disturbios, “Yo disparé y al mismo tiempo sentí como si me hubieran pegado dos puños en el estómago, quedé sin aliento y empecé a desvanecer. Por un momento pensé que con mi mismo equipo me había afectado, que algo había fallado”, describe el uniformado.
“Cuando sentí caliente por dentro, dije: “Fue algo más”. Porque el arma que yo tengo es no letal. Ahí me di cuenta de que me habían disparado con un arma de fuego. Estamos en desventaja, nuestras armas no matan porque así lo indican los derechos humanos, pero si tenemos que recibir disparos de armas letales”, narra que, tras ser revisado por el cirujano, comprendió que mientras él disparaba hacia adelante, recibió un impacto lateral, que entró por la derecha de su abdomen y salió en el lado contrario, lo que explica por qué el chaleco antibalas no lo protegió.
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Está solo, en una ciudad desconocida. Se hospedaba en el Hotel La Luna, como decenas de uniformados que perdieron todo cuando este hotel estalló después de que se activó un artefacto explosivo. Aseguran que ese día no habían tenido tiempo ni de alimentarse. El polémico video que muestra cómo algunos policías bajan bultos de una tanqueta del Esmad, según Carvajal, eran bolsas con bandejas de comida acumulada que tenían que lanzar de afán porque los estaban atacando desde de la distancia con piedras y explosivos.
La Dirección de Sanidad de la Policía Nacional asignó a un compañero para que lo acompañe, aunque confiesa que, quiere volver a reunirse con su mamá y demás familia en la capital de Norte de Santander. Cuando timbra su celular y contesta sus ojos cambian de expresión, es notoria la esperanza.
“Hola mijo, se tiene que recuperar rápido, usted sabe que acá lo estoy esperando”, dice su madre al otro lado de la línea. “Estoy ansioso por verla, yo también la quiero mucho”, le responde él antes de recibir el consejo de mamá: “Pídale mucho a mi Dios que salga de esta”.
Ella, al igual que cientos de colombianos, ha tenido que ver cómo los carros se desaparecen de las vías, los pitos se remplazan por insultos hacia un gobierno que despierta indignación y el gas pimienta dificulta ver y respirar. Ya no son los semáforos los que dan paso, esa tarea la suplen las barricadas. Cruzar esa línea puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Entre abril y mayo Colombia se acostumbró a dormir pocas horas, en medio del sonido de disparos, helicópteros, gritos y zozobra.
Es verdad que el paro y la protesta social cambian vidas. Eso lo tienen claro las más de 24 familias que según datos de la Defensoría de Pueblo hoy lloran la pérdida de un ser querido en medio de los disturbios que se desatan en las manifestaciones. Los heridos son miles, entre ellos cerca de 850 Policías, Cundinamarca y Valle del Cauca, los departamentos con más afectaciones.
Por lo anterior Carvajal dice: “todos somos colombianos. Se vale hacer las protestas, pero no tienes que salir a delinquir a robar o matar, hay gente que se mata para tener sus cositas diarias y otros lo que hacemos es defenderlos, es injusto lo que nos está pasando”.
Hoy el uniformado anhela que su sonda gastrointestinal, sea retirada, espera que con el trabajo de los especialistas, él pueda volver a probar bocado, pues desde el día en que todo ocurrió se está alimentando de suero por una manguera.