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Transparencia en ejecución garantizará reconstrucción de Mocoa

En 2015 una tragedia cegó la vida 99 personas en Salgar, Antioquia, dos años después el caserío está reconstruido casi en su totalidad.

3 de abril de 2017
| Foto: AFP

En la noche del 12 de mayo de 2015, la quebrada La Liborina del municipio de Salgar, en el suroeste antioqueño, se creció y se llevó por delante 66 casas y deterioró gravemente otras 219. En el desastre natural murieron 99 personas, uno de los desastre naturales más grandes que ha tenido el departamento. La gran sorpresa fue que un año después el 86 por ciento de la población arrasada había sido reconstruida y a los pocos meses se entregaron el cien por ciento de las casas.   

Aunque la tragedia no alcanza la magnitud de la sucedido este fin de semana en Mocoa, Putumayo, sirve para referenciar el futuro y darle vocación de realidad a la reconstrucción, que es el reto del gobierno y de los habitantes del municipio que seguirán en luto por mucho tiempo. En una revisión a mano alzada, se puede decir que el éxito de la reconstrucción de Salgar se debió a la buena sinergia entre el gobierno nacional, el departamental y el municipal. Se convirtió en prioridad el poder responder con prontitud a los afectados.

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Luis Felipe Henao, que por entonces era el ministro de Vivienda, le dijo a Semana.com que su objetivo fue unir en un solo propósito los intereses gubernamentales y lo privados; luego planear con premura el proyecto de reconstrucción y socializarlo con la comunidad de manera clara, para que las familias supieran qué esperar y cuánto demoraría. Además se hizo un censo minucioso para que a nadie le faltaran los subsidios de arrendamiento.

“Uno de los propósitos que tuvimos fue no permitir que una estrategia de contratación rápida, que era lo que necesitábamos, fuera riesgosa y vulnerable a la corrupción. Buscamos que todo el mundo supiera con quién se estaba contratando, y contratamos a los mejores. A veces la gente le dice a uno que hay contratar a la gente de la región, pero eso puede terminar mal, precisamente por la corrupción o porque las cosas no se hacen tan bien. Nosotros estuvimos con la Fundación Berta Martínez, con Argos, y a través de ellos, que ya tienen un reconocimiento, ejecutamos”, dijo Henao.

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Fue la empresa Arquitectura y Concreto la que se ganó la licitación de la construcción de las casas, “y como tienen músculo financiero no tenían que esperar la consignación de un adelanto para traer mano de obra, materiales y empezar. Además, desde el principio hubo seguimiento constante de la Vicepresidencia con un comité semanal”. El mismo Henao visitaba Salgar cada quince días para estar al tanto de los avances y de los problemas que se podían presentar con las obras, al igual que Carlos Iván Márquez, director de la Unidad de Gestión del Riesgo.

Justo aquí está el éxito, que después de la contratación no hubo una desconexión del gobiernos central con el local, como suele ser costumbre. Antes bien, se realizaban reuniones cada ocho días, los peritos vigilaban las obras, el trabajo comunitario y velaban porque el dinero público se invirtiera en lo que estaba estipulado.

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Y es que tan solo 48 horas después de la tragedia ya estaban restablecidos los servicios públicos en el municipio, lo que fue una prueba de lo que habría de venir en pocos meses, la construcción de puentes, obras de mitigación, sistema de alerta temprana, vías pavimentadas. Una vez estuvieron listas las primeras viviendas, fueron entregadas por medio de sorteos, para garantizar que no se beneficiaría a nadie a dedo.

Pero lo único importante no fueron las obras de construcción. Muchos habitantes tuvieron que perdonar a la quebrada, con la que habían vivido pacíficamente por décadas. Por esto, la Fundación Berta Martínez desde el primer día estuvo en el municipio haciendo talleres de perdón, asistiendo psicológicamente a las víctimas. Los habitantes recuerdan hasta el día de hoy la vez que lanzaron flores a la Liboriana para luego abrir un girasol en su nueva casa, llegaron a una conclusión, que se habían metido en el territorio de la quebrada y ella lo que hizo fue recuperarlo.

Migdonia Pérez, coordinadora de Proyecto de la Fundación, contó que para muchos perder la casa había constituido un duelo, “era lo único que tenían, el fruto de largos años de trabajo y lo habían perdido de un momento a otro y por eso había que acompañarlos, ayudarlos a procesar todo ese dolor para que pudieran disfrutar de la casa que iban a recibir, de lo contrario todo este trabajo hubiera sido en vano”.