NACIÓN

Justicia o linchamiento, ¿cuál es el límite?

La inseguridad ha hecho que los ciudadanos tomen la justicia por sus propias manos como primer recurso y las crudas escenas lleguen pronto a las redes sociales.

Fabián Cristancho, periodista de Semana.com
1 de junio de 2015
La causa para que los linchamientos se den en Latinoamérica estaría relacionada con el descontento social por la justicia. | Foto: EFE

En los últimos días se han conocido copiosamente videos e imágenes de presuntos ladrones atrapados en flagrancia. Todos son diferentes. En algunos los ciudadanos tienen rodeado al delincuente, en otros les insultan y les quitan la ropa; en otros -como el publicado aquí por Semana.com- se pasa a la golpiza directa.
 
También hay coincidencias. En los videos se oyen las voces de la gente alentando a propinarle golpes a la persona sometida y otros claman para que paren los garrotazos. Estos puntos dan luces del grave problema social que está haciendo carrera y su 'viralidad' en internet.

Si bien es injusto tildar a Colombia de ser un país violento, el conflicto armado interno de más de 50 años no ha pasado en vano. La respuesta violenta, casi natural, de los ciudadanos cuando están en una situación de superioridad frente a su agresor, tiene varias razones.

Según el experto en seguridad Jairo Libreros, la causa fuerte para que los linchamientos se den en Colombia y en Latinoamérica “pasa por el profundo descontento social por la justicia”. Lo que haría que la gente ya no esté interesada, por ejemplo, en protestar, sino en actuar por mano propia.
 
El artículo 32 del Código de Procedimiento Penal Colombiano habla de que cualquier persona puede aprehender a alguien que sea sorprendido en flagrancia y llevarlo inmediatamente a las autoridades. En el 2014 hubo 4.891 delincuentes capturados por civiles y en el 2015 van 6.007, un aumento del 23 %. Esta arma civilizada del ciudadano es un acto de corresponsabilidad.
 
Según Rubén Darío Ramírez, director del Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEACSC), el problema radica “cuando ese acto de solidaridad pasa a ser un acto violento frente al agresor”, hecho que puede devenir en denuncias por lesiones personales. Por eso el acompañamiento de las autoridades, en estos casos de la Policía Nacional, es determinante.
 
El efecto bumerán de aplicar violencia sobre la violencia es bien conocido por los ciudadanos. Por eso Ramírez alerta que “se deben evitar acciones que se puedan judicializar contra quien iba a hacer un acto de corresponsabilidad y termina siendo un agresor”.
 
Cajas de resonancia

 
En algunos videos las personas que tienen sometido al sujeto se lamentan por no “poder darle más” (golpes) o justificar la violencia porque “ellos matan por robar”. Otros gritan que no se deje de grabar, como si el video sirviera de prueba contra el delincuente.

(Vea en video: Ladrón justifica su accionar luego de un atraco)
 
Además de que hay una reprimenda física, en algunos casos se quiere que sea social. Según el Min TIC, en Colombia hay 15 millones de usuarios activos en Facebook, la mayor red social del planeta. Esos usuarios poco a poco se han dado cuenta de que todo el que tiene un dispositivo con internet existe allí y si se le expone, se podría aplicar justicia. Por eso no es raro que un video que tenga un robo, una víctima y algo de sangre sea compartido millones de veces.
 
El sociólogo Alfredo Molano interpreta la situación como “un gran resentimiento de la gente que nace del divorcio entre su consumo y el ingreso”. Según Molano, así como en la televisión y el fútbol, todo está dirigido para que la gente consuma y si en algún momento la gente no puede consumir y no tiene ingresos, “eso crea un resentimiento que se descarga contra el primer culpable que se encuentra. Hay una transfiguración entre el resentimiento -que es rabia contra algo- y se canaliza y se concreta en darle patadas a un ladrón”, le dijo a Semana.com.
 
Ya puesto sobre el debate el consumo, los medios de comunicación y la masificación del contenido violento podrían estar dándole vida a la llama. Así lo plantea Jairo Libreros, pues para él, “el cubrimiento de los medios, que no son responsables, para esos sectores estos actos aparentemente terminan siendo legitimados y deja el terreno fecundo para que otros lo hagan”. Lo que explicaría la corriente interminable de vejámenes a presuntos delincuentes en la red.
 
En páginas y grupos de Facebook hay actualizaciones de hechos violentos que reportan los mismos ciudadanos. Cómo fue robado, cómo protegerse, cómo se le pegó al ladrón; en síntesis, cómo se vive y se piensa en un mundo hostil. En los comentarios de estos estos grupos hay una cierta legitimización por aplicar la violencia contra el ladrón, prueba del descontento del que habla Libreros.
 
Otro de los puntos que señalan los espectadores es que los ladrones “no aprenden”, como si con los golpes no hubiera repetición. Según el director del CEACSC, tiene que haber una reforma, especialmente en el tema de la reincidencia. “La Policía ha manifestado que hay casos de personas que tienen 10, 15, 20 capturas y lo vuelven a ver en la calle y eso exacerba los ánimos de las personas que han sido víctimas de este tipo de delincuente, pero de todas maneras no podemos tomar la justicia por nuestras propias manos”, recomienda Ramírez.
 
Semana.com hizo el ejercicio de preguntarles a sus usuarios sobre la reacción violenta al agresor. La mayoría la legitima porque “si la presunta justicia libera a los que la Policía captura, ¿qué más queda por hacer?”, dijo Carlos Luna en Twitter. Cercano a Hemer, quien opinó que “no es lo adecuado, pero en ausencia de las autoridades se debe actuar. La comunidad está cansada de la delincuencia”.
 
Según Alfredo Molano, esta situación de resentimiento contra el agresor se puede ver en otros espacios. “Es parecido a lo que está pasando con la guerrilla. Hay una rabia acumulada contra algo que no se puede saber qué es y terminan acusando a ese grupo de todos los males para canalizar la rabia y su frustración”.
 
Derecho vs. incentivo

Lo claro es que Colombia cuenta con un Código Penal, un Sistema Penal Acusatorio que “gústenos o no nos guste, tenemos que respetar porque ese es el principio de un Estado de derecho”, concluye el director del ‘Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana’.

Como la tendencia es que cada vez haya más penetración de internet en el país, más asequibilidad a dispositivos móviles y más gratificación del usuario común por compartir la reprimenda que ve justa; es previsible que estos actos se sigan presentando y publicando como trofeo de guerra.
 
Jairo Libreros alerta que si estos eventos “se sostienen en el tiempo, esto puede deteriorar gravemente el tejido social”.
 
Y esto se conecta directamente con lo que le espera al país luego de una eventual firma del tratado de paz con una guerrilla que ha tenido sumido el país en el terror por décadas. Esa va a ser la prueba de fuego para saber si los colombianos algún día van a poder mirar a sus agresores, sean los que sean, con las armas de una justicia real, racionalidad y perdón, o la violencia del instinto que ha generado graves desbalances.

El debate está servido y los celulares alerta.