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En entrevista con María Jimena Duzán, Íngrid Betancourt recordó la importancia de que Gustavo Petro y Álvaro Uribe moderen sus discursos.
En entrevista con María Jimena Duzán, Íngrid Betancourt recordó la importancia de que Gustavo Petro y Álvaro Uribe moderen sus discursos. | Foto: Montaje Semana

ENTREVISTA

"Llamar a los odios y tener lenguaje incendiario cobra vidas”: Íngrid Betancourt sobre Uribe y Petro

La excandidata presidencial reflexionó acerca del proceso de reconocimiento y verdad que está iniciando en Colombia a casi cuatro años de la firma de paz con las Farc. Habló, además, de la polarización, las protestas y el proceso contra Uribe. Entrevista con María Jimena Duzán.

SEMANA
21 de septiembre de 2020

María Jimena Duzán: Tus cartas y posiciones públicas han sido fundamentales para que hoy las Farc empezaran a decir la verdad, aunque falta mucho. Por primera vez, dices que algo está cambiando en este país, ¿por qué lo dices y qué fue lo que motivó esa carta que las Farc entregaron a la Comisión de la Verdad?

Íngrid Betancourt: Para mí fue una sorpresa el comunicado de prensa de las Farc. Porque los colombianos estábamos bastante ofendidos con el hecho de que las Farc se habían metido en un lenguaje como formateado dentro de una doctrina, de una justificación, totalmente enyesados en el pasado, era como si la guerrilla hubiera firmado la paz, pero hubiera seguido en el monte mentalmente, no había habido una transición mental de ellos de aceptar la transformación que se estaba dando de espacio, tiempo y situación. Uno los oía a ellos con el mismo lenguaje con el que hacían las declaraciones como cuando me secuestraron, hablaban de retención. Yo tuve un momento de confrontación, o por lo menos de llamado de atención con la JEP, porque a mí como víctima me ofendía que la JEP aceptara hablar de retenciones cuando yo lo que vi fue un secuestro, creo que las palabras tienen un significado muy fuerte. No fue solo eso, hoy estaba comparando la declaración de ellos ante la JEP, que volviéndola a leer me causó la misma reacción que la primera vez de sentirme ofendida, porque amañaban las cosas, los sucesos los narraban, pero siempre desde un punto de vista edulcorado, para que no se supiera el horror que fue el secuestro, es que fueron prácticamente siete años de tortura y ellos decían: “Los tenemos caminando, les ponemos las cadenas pero por seguridad”.

M.J.D.: Incluso cuando querían ir al baño, ellos decían: “pero qué hacíamos si no todas las veces querían ir...”

I. B.: Yo estaba en un grupo de solo hombres, entonces después de una fuga que yo hice el castigo fue muy violento, y parte de ese castigo tuvo lugar en lo que ellos llamaban los bombos, que eran estas embarcaciones que navegaban por el río Amazonas. Vivíamos allí, era muy difícil ir a orinar, para los hombres era más fácil, porque ellos simplemente se paraban, se volteaban y listo; yo no podía hacer lo mismo, solicitaba al comandante que me dejara moverme a algún sitio para que nadie me viera y la respuesta de Alexander Farfán, su nombre real, era: “Pásele un tarro, que orine ahí con los compañeros”. Era tan ofensivo para mí y desconcertante para mis compañeros, y doloroso porque obviamente no lo hacía. Esa prolongación puede ser una tortura física, la manera como ellos lo detallan es como una cosa muy administrativa: a ella se le dio la posibilidad, pero no quería. Termina siendo uno el culpable de lo que le hacían a uno, le ponían las cadenas para “protegerlo, porque se había volado y la selva era peligrosa”. ¡No! El problema eran ellos, nos habían quitado nuestras vidas y estaban dispuestos a matarnos a su antojo, como lo hicieron con los diputados del Valle.

M.J.D.: En la carta por primera vez aceptan que el secuestro deshumanizó a las personas secuestradas, ¿qué cambió en esa declaración?

I. B.: Más allá del lenguaje que creo que denota el proceso interno, está también la dialéctica, es decir, ellos en esa declaración por primera vez tienen una reflexión, se cuestionan sobre la validez de lo que hicieron. Esto es muy importante para lo que estamos viviendo hoy en Colombia, no quiero decir que la declaración de las Farc sea transcendental, porque para eso tiene que tocar el corazón de la mayoría de los colombianos, y la mayoría no han vivido la guerra, no saben de lo que estamos hablando. Por el legado de 200 años de violencia y el traumatismo que tenemos en la cabeza todos, se nos ha querido decir que el fin justifica los medios, entonces que para tener un país seguro hay que matar, entonces los falsos positivos, esta guerra donde no se sabe quién mata a quién, el secuestro. Por primera vez las Farc como actor de guerra, en un proceso de paz, está diciendo: nos equivocamos, porque el fin no justifica los medios, lo que hicimos con el fin de ganar una guerra no tiene justificación. Esto para mí es el eje central de lo que a mí me toca, pienso que están dando ejemplo, uno difícil, creo que todavía no dimensionan lo que está sucediendo.

Cuando uno mira los archivos de guerra de cualquier nación, se da cuenta que pasan 50 años antes de que el actor y por lo general el gobierno dé el permiso de abrirlos para que se diga la verdad. Nosotros estamos a cuatro años de la firma de la paz, y obviamente los colombianos estamos exigiendo, pero si uno lo ve desde el punto de vista de lo que suele suceder, también es válido decir que lo que han hecho es en relación con el tiempo que toman este tipo de procesos, algo que se tiene que anotar. Esto puede ayudarnos a todos a dar pasos más audaces hacia adelante y creo que eso es muy valioso.

M.J.D.: También se está hablando de la verdad de los paramilitares, que las víctimas están esperando, ahora que los que estaban extraditados van a venir, pero está la sensación de que hay sectores en Colombia que no quieren que salga a la luz esa verdad. ¿Por qué ese miedo a la verdad?

I. B.: Esta el miedo a ser juzgados, no solamente desde un punto de vista jurídico sino ético y moral. Colombia es una sociedad en la cual el peso del señalamiento social es difícil de llevar, primero es un arma política, obviamente, una manera de enjuiciar al otro, ponerlo contra la pared, de mantener la guerra y la polarización; pero también es el miedo a que se sepan cosas que están por fuera de lo que ya se ha dicho. La guerra en Colombia ha sido sucia, a mí me gusta pensar que la verdad nos hace libres, hay una cosa interesante y es que el padre Francisco de Roux, después de la conversación que tuvimos en la Comisión de la Verdad, me mandó una nota en la que me cuenta lo que Pastor Alape había dicho después de salir de la reunión del Secretariado de las Farc.

M.J.D.: ¿Cómo fue esa reunión, usted estuvo allí?

I. B.: No, las Farc no estaban, era un diálogo solo con Francisco de Roux en el marco de los diálogos que ellos tienen para establecer la verdad en la Comisión de la Verdad, y en otro sitio de casualidad todos los miembros del Secretariado estaban reunidos, y les avisaron que hay una conversación que se estaba transmitiendo por internet y entran a verla. Es decir, nunca he tenido ningún contacto con ellos, Pacho tampoco los llamó. El cuento va a que Francisco me narra, después de la carta de las Farc, que Pastor Alape le dice a él: “La verdad es que cuando oímos la conversación de ustedes dos de pronto entendimos que estábamos saliendo de esa cárcel de alambrado de púas donde nos habíamos metido con toda esas marañas que uno se hace en la cabeza, que es el miedo”. Por eso es aquello de que la verdad os hará libres, porque es la única manera digna para un ser humano de confrontar el miedo. El miedo lo sentimos todos, a ser juzgados, a mirarnos en el espejo, a descubrir que hemos hecho cosas monstruosas.

M.J.D.: ¿Cree que las Farc tenían ese miedo?

I. B.: Estoy convencida de que lo tenían y lo deben seguir teniendo en alguna medida. Hay detalles, ellos van a hablar aún en esta nueva carta de los errores que cometieron y uno como víctima dice: no es un error, es un crimen. Pero vamos llegando, hay en ellos la intención de replantearse lo que está sucediendo, y cuando cada uno de nosotros nos salimos de nuestra narrativa programada y nos miramos, para volver a revaluar, ese cuestionamiento que uno se hace a sí mismo es profundamente revolucionario desde el punto de vista de uno mismo, es el inicio para perdonarse por lo que uno ha hecho, para decir: no de define la monstruosidad que hice, soy diferente y puedo hablar de eso. Eso es libertad.

M.J.D.: ¿Cree que estamos comenzando ese camino con las Farc?

I. B.: Creo que lo están haciendo, pero el reto es cómo lograr que haya un acompañamiento social a ese proceso, porque en realidad es lo que sucede en las familias -Colombia es una gran familia- cuando hay un problema que sucede entre dos, los otros pueden no entender lo que está sucediendo. Cuando oigo una dureza de los colombianos, hay mucho odio contra las Farc, que se lo ganaron, creo que perdieron el contacto con el alma colombiana en el momento en que empezaron a secuestrar. El secuestro les quitó la posibilidad de hablar del pueblo colombiano, por quien decían luchar, están huérfanos de causa.

M.J.D.: En medio de la polarización mucha gente dice que es el colmo que Álvaro Uribe este preso y las Farc en el Congreso y no este diciendo la verdad en la JEP, eso está empezando a cambiar, pero qué dice usted de esa premisa que evidentemente son distintas, pero que en medio de la polarización parecen iguales?

I. B.: Son dos cosas distintas. Yo oí a Álvaro Uribe decir que él se sentía secuestrado, cuando le dieron la casa por cárcel, y yo pensé: 'No sabe lo que es estar secuestrado, yo hubiera querido estar secuestrada como él, tener un micrófono, gente que lo está apoyando, abogados que lo están defendiendo, cámaras que están haciendo de veeduría para que él pueda tener un proceso frente a la justicia que le de garantías. Es muy importante que se las den, pero también, creo que es muy importante para Colombia que nadie este por encima de la ley. Pienso en el drama que ha sido institucionalmente hablando con el Proceso 8.000, cuando termina en un insuceso, se dan los intocables, en particular el presidente de la República de ese momento, Ernesto Samper. El hecho de que Uribe responda ante la justicia es muy importante, porque si es inocente la justicia tendrá que reconocer su inocencia, pero si es culpable es muy importante que cada colombiano sienta que ni siquiera Álvaro Uribe con su poder, con el apoyo que tiene políticamente de muchísimos colombianos y el cariño que le tienen, que ni siquiera así es posible sacarle el cuerpo a la verdad y a la justicia. El tema de las Farc parece obviamente en contradicción, porque tenemos a estos comandantes que hicieron crímenes monstruosos que están en el Congreso, el problema es que ellos están dentro de un marco legal, que fue el que negociamos nosotros los colombianos, y que para que ellos salieran de esa criminalidad les permitimos meterse en un proceso de paz y a condición de que digan la verdad, volver a ser considerados ciudadanos con todas sus responsabilidades y derechos en el Estado. Este es el precio de la paz. Uribe no es un delincuente, no es una persona que necesite un proceso de paz para poder beneficiarse de un tratamiento jurídico excepcional, si bien puede parecer injusto es lo que nos ha permitido a los colombianos comenzar a ver claro.

M.J.D.: En medio de la polarización hay dos personajes políticos, aunque deberían haber más, ¿cómo le parece Álvaro Uribe y Gustavo Petro?

I. B.: No son los únicos actores de este escenario, ambos (Petro y Uribe) juegan a estar en los extremos y muchas veces cuando se está en los extremos se necesita un enemigo para hacer prosperar sus banderas. Una de las críticas que le he hecho a Uribe es la del lenguaje, porque llamar a los odios y tener un lenguaje incendiario cobra vidas y lo mismo en el caso de Petro, por eso hablo de los dos extremos. Me parece que Petro en los últimos sucesos de Bogotá ha tenido un lenguaje que no me ha parecido prudente, creo que cuando se dan situaciones como estas tenemos que pensar no en el interés político del momento, sino que la responsabilidad del político es la de pensar en Colombia y como líderes del país en no llevar a los colombianos a unas acciones que después nos vamos a arrepentir. Hay una manera de ver esto, siempre pienso en poeta francés Paul Valéry que decía: “la guerra es la masacre de muchos que no se conocen, a beneficio de otros que sí se conocen pero sí se masacran”.

M.J.D.: Hay un recrudecimiento de la violencia, no solo en los territorios donde se han presentado masacres, sino en Bogotá. Tuvimos un episodio muy triste de brutalidad policial en el que resultó muerte a golpes por parte de policías Javier Ordóñez y produjo un estallido social que venía desde antes. ¿Cómo lee lo que está pasando en el país?

I. B.: Lo que está pasando en Colombia no es diferente a lo que está pasando en el mundo. Hay una lectura, obviamente exacerbada por la pandemia, por parte de los ciudadanos de cuál es la democracia y las instituciones que se quieren, y hay un reclamo, porque hubo malos manejos, decisiones absurdas, muertes innecesarias, mentiras. La gente está evaluando a sus dirigentes, más aún cuando la pandemia trae una magnificación de los problemas sociales, el desempleo y las violencias en las familias se disparan, la ineptitud de las instituciones. Esto genera una insatisfacción y miedo, ¿por parte de quiénes? De lo que uno podría llamar las salidas populares, miedo a que haya un desmadre social, a que se salga de cause y que hayan violencia. Es un miedo que se vive en diferentes niveles, a nivel político, a nivel de los policías, de sentir que están cuestionados, que no saben cómo actuar, que en un momento dado hay más gente en la calle, ven más hechos a los cuales tienen que hacer frente y sienten que tienen que actuar sin estar preparados. Creo que la protesta social es válida, uno de los procesos de maduración democrática es que el Estado dé los medios para que la protesta social sea segura, yo he protestado en mi vida muchísimo, siempre he considerado que eso es parte de lo que nos corresponde a los ciudadanos cuando estamos descontentos, que es tener una actitud solidaria para demostrarlo. Cuando en el 2008 se dan esas marchas multitudinarias de No más Farc, a raíz del secuestro de todos nosotros, esas marchas fueron muy importantes, porque sin ellas no se hubiera dado la Operación Jaque, nosotros le debemos a los que marcharon por nosotros a que estemos vivos y libres. Entre otras les debemos también el proceso de paz, porque sin eso no hubiera habido la posibilidad de sentar a las Farc con la rendición de armas.