JUDICIAL
El misterioso crimen que conmovió a Valledupar
El médico pediatra Alberto Aroca, conocido como Tico, una de las personas más queridas en la capital del Cesar, murió asesinado en plena vía pública. Pese a que hay un capturado, el caso está lejos de esclarecerse. Esta es la historia.
El Tico Aroca era un hombre de rutinas, y el asesino lo sabía. Todos los santos días de su vida, este médico pediatra repetía parsimoniosamente los mismos actos cotidianos a la hora indicada.
El Tico solía andar por Valledupar riéndose con estruendosas carcajadas sin la más mínima sospecha de que algo malo le ocurriría. No tenía escoltas y prefería andar a pie que subirse a la camioneta.
El hombre que lo siguió para matarlo sabía que el Tico se despertaba siempre a eso de las 4:00 de la mañana y que media hora después se ponía una sudadera, una gorra y salía de su casa para encontrarse con su amigo, el médico José Jaime Zúñiga.
Todos los días, en una esquina del barrio Novalito de Valledupar, los colegas iniciaban un recorrido al que se unían otros amigos hasta que se formaba un grupo de unas doce o trece personas. La caminata a orillas del río Guatapurí recorría unos siete kilómetros.
De regreso al barrio, los caminantes llegaban a la casa de Rafael Arona a tomarse un tinto y leer los periódicos. Todo eso lo sabía el sicario.
El Tico luego entraba a su casa, se bañaba, pasaba por su estación de gasolina y a eso de las 9:30 de la mañana llegaba al consultorio para atender pacientes hasta la tarde.
No es exagerado decir que el Tico, de 61 años, atendió los partos de medio Valledupar. “Fue el médico de miles de niños en esta ciudad. A todos los vio nacer. Uno lo llamaba a la hora que fuera, hasta por una fiebre, y él contestaba”, recuerda Darío Pavajeau, uno de sus muchos amigos.
Este no ha sido el único hecho violento reciente en la ciudad. También atentaron contra Álvaro Morón, ex representante a la Cámara, y Celso Castro. Ambos sobrevivieron.
El 20 de agosto pasado siguió la misma rutina. Solo que ese día la llovizna hizo que apenas fueran tres los caminantes que decidieran salir: el Tico, Zúñiga y Alcides Martínez.
Amigos y familiares del Tico no se recuperan del trauma de su asesinato. Víctor Hugo Aroca, su hermano; Fabiola Mejía, su cuñada, y José Antonio Fernández, su colega, lo recuerdan permanentemente.
A las 5:45 de la mañana, cuando los tres venían de regreso, detrás de ellos apareció una motocicleta negra. Un hombre se bajó y comenzó a caminar para alcanzarlos. En ese momento el médico Zúñiga le explicaba al Tico cómo usar unos fertilizantes en la finca.
El hombre, con sigilo, sacó una pistola nueve milímetros y le disparó al Tico cinco veces por la espalda. Zúñiga y Alcides arrancaron a correr. El tipo se quedó ahí parado mirando a su víctima como para asegurarse de que estuviera muerto. Cuando lo corroboró, subió a la moto y se perdió entre la bruma del amanecer en sentido norte-sur. Sobre la calle 7A con cuarta todavía se puede ver el manchón de sangre.
Alberto Aroca Saad, Tico, era un hombre bonachón, con un sentido del humor a flor de piel. Hay quienes dicen en Valledupar que al Tico lo mataron para que le doliera a mucha gente, porque jamás se le conoció una desavenencia, un altercado, un conflicto.
Solo estaba pendiente de sus pacientes y de su estación de gasolina. Su esposa María Fernanda Mejía, mucho más seria y templada, se encargaba de los negocios, las tierras y demás asuntos familiares.
El Tico había nacido el 20 de mayo de 1958. Médico de la Universidad Javeriana, se había especializado en pediatría en la Universidad Nueva Granada, de Bogotá.
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Desde que volvió a Valledupar, hacia 1991, su fama de buen médico se regó por la ciudad. Por su consultorio pasaban desde los niños de los más humildes hasta los hijos de los cantantes más famosos como Peter Manjarrés, Poncho Zuleta. Incluso recibió a los dos últimos hijos de Diomedes Díaz.
¿Quién estaba interesado en matar a un hombre como el Tico, que se la llevaba bien con todo el mundo? En la alta sociedad de Valledupar hablan entre dientes del crimen y las hipótesis.
Pocos días después del asesinato, la Fiscalía capturó a quien considera el autor material del asesinato. Se trata de un desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia llamado Jaider Hernán Acuña Barrios, de 42 años, conocido con el alias de Jaider Polo.
Alberto Aroca Saad, Tico, era un hombre bonachón, con un sentido del humor a flor de piel. Hay quienes dicen en Valledupar que al Tico lo mataron para que le doliera a mucha gente, porque jamás se le conoció una desavenencia, un altercado, un conflicto.
Hasta ese personaje llegaron gracias a un testigo llamado Fernando Andrade Sánchez, otro exparamilitar que purga una pena por homicidio en la cárcel de Valledupar. Según Andrade, Jaider Polo varias veces le propuso acompañarlo a hacer “la vuelta” del asesinato de un médico de apellido Aroca por el que le iban a pagar mucha plata.
Andrade le dijo a la Fiscalía que no había aceptado la propuesta de Jaider Polo porque ya estaba “embalado” con otro crimen de alto perfil y no quería meterse en un problema adicional. “Yo le voy para el que sea, pero menos para ese”, supuestamente Andrade le dijo a Jaider Polo.
El testigo habló de varias oficinas de sicarios en Valledupar. “Siempre se hace de la misma forma (los asesinatos). Se le pone seguimiento, se escoge el mejor sitio, que no sea transitado. Por lo general se usa una pistola 9 milímetros porque el revólver deja a la gente viva”, dijo bajo la gravedad del juramento.
Tras el asesinato del Tico, el propio presidente Iván Duque se refirió al tema de los ataques de sicarios en Valledupar. “Tenemos información de inteligencia, de una estructura criminal a la que, ‘sotto voce’, han llamado La Silla. No solamente he dado la instrucción de hacer visibles a todos los criminales detrás de esta estructura, sino que vamos a impartir también la promoción de recompensas para desmantelar esa estructura”, dijo. Y agregó: “Puede ser la que está detrás de algunos de esos vínculos del sicariato y con posibles oficinas del cobro al servicio del narcotráfico”.
A los pocos días allanaron la casa de Elkin López, conocido justamente como La Silla. El hombre, con antecedentes penales y muy mentado en Valledupar, dijo públicamente no tener nada que temer ni que ocultar. Después de las declaraciones de Duque, a López no se le volvió a ver en la ciudad.
En medio de ese ambiente misterioso y enrarecido, los investigadores de la Fiscalía también le preguntaron al testigo Andrade cuánta plata le pagaron a Jaider Polo por ese homicidio. Y contestó “Él me dijo que le iban a pagar 80 millones”.
El hombre, con sigilo, sacó una pistola nueve milímetros y le disparó al Tico cinco veces por la espalda. Zúñiga y Alcides arrancaron a correr. El tipo se quedó ahí parado mirando a su víctima como para asegurarse de que estuviera muerto.
También le preguntaron si sabía si Jaider Polo tiene alguna relación con Jorge 40. Se referían a Rodrigo Tovar Pupo, excomandante paramilitar extraditado a Estados Unidos, con arraigo en Valledupar, donde ejerció su liderazgo en el crimen y en actividades comerciales. Se dice que a Jorge 40 le resta algo más de un año para regresar a Colombia. El acusado manifestó no tener conocimiento de eso, ni de las causas del atentado. Y se declaró dispuesto a ratificar esas afirmaciones.
No solo el asesinato de el Tico Aroca ha estremecido a esa ciudad en los últimos tiempos. El 25 de febrero, sicarios atentaron contra la vida del ex representante a la cámara Álvaro Morón Cuello. El abogado se salvó de milagro. El 10 de julio de este año atacaron al ganadero Celso Castro Gnecco. También sobrevivió.
El asesinato de el Tico Aroca le dio una especie de cimbronazo a la ciudad, sobre todo por lo que él representaba para tantas familias que lo consideraban cercano. Era el médico a la vieja usanza, que visitaba a sus pacientes en la casa, con un maletín de cuero en la mano. Paulina Daza, una pediatra amiga del Tico, dice que caminar sin él por el sendero del río Guatapurí se ha vuelto una tortura. “Escucho todavía sus carcajadas, es demasiado triste”, dice. Pavajeau y otros tantos compadres todavía no lo creen. El médico Zúñiga, que vio al Tico en el suelo recién muerto, prefirió no volver a salir a caminar. Aún no ha podido reponerse del trauma.
Y pese a que ya hay una captura, el crimen del Tico Aroca está lejos de esclarecerse. Alias Jaider Polo no aceptó los cargos, se declaró inocente. A esta historia le falta un pedazo. Y en Valledupar todos lo saben.