POLÍTICA

Mucho más que un beso: lo que significa que Claudia haya llegado al poder

Bogotá amanece con una alcaldesa electa cuya bandera ha sido la lucha contra la corrupción. Ha dado luchas duras -entre ellas su propia vida académica- que hoy los electores premian.

28 de octubre de 2019
El beso del triunfo. | Foto: Archivo particular

Claudia López apenas estaba procesando su triunfo cuando se topó de frente con Angélica Lozano, su pareja. Después de tantas luchas, de una campaña tan reñida, se encontraron y se dieron un beso que pareció salido de las entrañas. Alguien tomó la foto que se convirtió en un símbolo y a la vez en un hito en un país tan conservador como Colombia.

La victoria de Claudia López en Bogotá significa muchas cosas. Es un mensaje contundente en contra de la homofobia y el machismo, es una brizna de aliento en una ciudad que mayoritariamente se la jugó por la igualdad, pese a que aún haya resistencias. Un beso que puede ser un acto tan cotidiano fue tomado como agresivo por ciertos sectores recalcitrantes y ultraconservadores.  

“Eso es lo que yo soy, una mujer diversa. Bienvenidos al siglo XXI”: fue la primera reacción pública de Claudia sobre la foto que le dio la vuelta al mundo y apareció destacada en varios medios internacionales. La nueva alcaldesa dijo que ninguna manifestación de amor es una falta de respeto y que en su gobierno seguirán garantizándose las libertades religiosas. "¡Que viva el amor!", dijo. 

Para comenzar, no es poco decir que por primera vez una mujer llega por elección popular al segundo cargo más importante del país. Durante la campaña, Claudia fue duramente criticada por contestar con vehemencia a ataques. Ella, sin embargo, siguió siendo fiel a su carácter, pese a que muchos le pidieron bajarle el tono a sus posiciones.   

Bogotá fue fundada en 1538. En 1954 las mujeres pudieron votar por primera vez. Y solo hasta este año, 2019, una mujer fue elegida como alcaldesa de la ciudad. Se trata de un triunfo lleno de simbolismos. La victoria de Claudia López representa una ruptura con la política tradicional y marca un hito en la historia de la capital. 

Claudia López ha sido valiente. Denunció la parapolítica, se echó a cuestas una consulta anticorrupción y enfrentó sendos debates cuando fue senadora. Uno de los más duros fue el que dio en contra del entonces fiscal general, Néstor Humberto Martínez.

López llega al Palacio de Liévano incluso sin el apoyo de Gustavo Petro, uno de los políticos más importantes y con más ascendencia en las clases populares de la capital. Pese a que cantó su voto por él en la segunda vuelta presidencial, López fue capaz de renunciar a lo que hubiese significado su ayuda en una recta tan decisiva.

Una de las armas más fuertes que tuvo Claudia en esta campaña fue contar su historia de vida a lo largo de la campaña. Contra eso era difícil pelear. Claudia Nayibe López nació hace 49 años en La Granja, un barrio popular de la localidad de Engativá. Es hija de Reyes Elías López, un campesino y de María del Carmen Hernández, una maestra de escuela pública. Es la mayor de seis hermanos y tuvo múltiples trabajos desde que era muy joven para ayudarlos a mantener porque el dinero escaseaba en su casa. “Esta vez ganó una mujer de una familia humilde como la de la mayoría de los colombianos”, dijo Claudia después de que se conocieron los resultados. El mensaje puede ser simple, pero es muy potente que en un país de élites políticas llegue al poder una mujer que durante buena parte de su vida tuvo problemas económicos. 

El segundo mensaje es que no ganó solamente una persona humilde, sino una mujer, en un país en el que el machismo ha estado arraigado en la cultura por muchos años. Durante la jornada electoral muchas mujeres se le acercaron para decirle que su vida las inspiraba. Y la feminista Florence Thomas le había dicho en su columna en El Tiempo: “En un país que necesita urgentemente cerrar las brechas de género –para estas elecciones tenemos un vergonzoso 10 por ciento de candidatas a alcaldías del país, lo que por supuesto implicará un porcentaje muchísimo menor de mujeres elegidas–, el hecho de que una mujer pueda llegar al segundo cargo más importante de Colombia tendrá con toda seguridad un impacto increíble para una joven de estrato 2 o 3 que, conociendo la trayectoria de Claudia, entienda que también para ella es posible ser alcaldesa y, por qué no, un día, presidenta”. 

Que en tarima también aparecieran hombres como Antanas Mockus, Sergio Fajardo, Rafael Pardo, Jorge Enrique Robledo, Lucho Garzón, Juan Fernando Cristo, Luis Ernesto Gómez, y otros muestra que los hombres también se pueden sentir representados por una mujer y que aceptan que ellas sean las que estén al mando, lo cual envía un mensaje a los jovenes sobre el cambio que se está produciendo en el país. 

Pero además de esto Claudia es una mujer gay, lo que la convierte en una outsider de la política. En Colombia las iglesias han influido en la política y una mujer “diversa”, como ella se define, no representa “los valores” de las religiones tradicionales. 

El voto cristiano fue decisivo en el el triunfo del No en el plebiscito por la paz, por ejemplo, y han sido muy activos a la hora de manifestarse en contra del aborto, de la eutanasia o de la igualdad de género. 

Por eso, el hecho de que Claudia gane consolida a la capital como un lugar donde la mayoría es librepensante y donde el discurso de “defender la familia que Dios creó” ya no cala. El candidato que se había comprometido a proteger ese modelo de familia quedó de último. Hoy ganaron los que creen que hay muchas formas de familia y que las diversas formas de amar son válidas.  

Ahora bien, Claudia no solo llega a la Alcaldía de Bogotá por ser una mujer gay de un barrio popular. Tiene todo el mérito académico. Para ella no fue sencillo llegar a la universidad. Después de que su sueño de ser médica de la Universidad Nacional se frustró, pudo estudiar Finanzas y Relaciones Internacionales en la Universidad Externado de Colombia gracias a un crédito del Icetex. 

Luego, obtuvo una beca para estudiar una maestría en Administración Pública en la Universidad de Columbia y hace poco se graduó de su doctorado en ciencia política en la Univeridad de Northwetern. Hizo parte del movimiento estudiantil de la Séptima papeleta que cambió la constitución de 86 y le bastó un periodo en el Congreso para convertirse en una de las senadoras más reconocidas por destapar el escándalo de la parapolítica en 2014. Su carrera la ha hecho a pulso, sin maquinarias ni padrinos políticos ni escándalos. 

Fue probablemente por esa razón que a Miguel Uribe le fue tan mal en las urnas. En otra época un candidato como él habría ganado. No solo tenía la experiencia como concejal y secretario de gobierno, sino que contaba con el apoyo de tres expresidentes, de las iglesias cristianas y de partidos con maquinarias aplastantes como lo son el Centro Democrático, los liberales y los conservadores. 

Pero en Bogotá el voto de opinión se hizo sentir y el respaldo de esos pesos pesados no le sirvió. Carlos Fernando Galán, aunque consolidó su discurso como el candidato independiente, siempre fue señalado por haber pertenecido a Cambio Radical y por tener detrás de su carrera a padrinos como Germán Vargas Lleras.  

El triunfo de Claudia también muestra que los bogotanos están cansados de los extremos. Esa fue una posible razón por la que Hollman Morris de la izquierda radical, y quien contaba con el apoyo de Gustavo Petro, tampoco despegó y que Carlos Fernando Galán perdiera solo por 86.000 votos. 

Luis Ernesto Gómez, líder del movimiento Activista, y quien apoyó a Claudia, dijo que había que reconocer que la votación de Galán mostraba que la gente tiene un descontento con la polarización y que el candidato de ‘Bogotá para la gente’ había hecho un esfuerzo importante por cambiar la forma cómo se hace política, “sin desacreditar a nadie, sino más bien enfocándose en mostrar por qué él podía ser la mejor opción”. Miguel Uribe y Hollman Morris quedaron en los polos opuestos y por eso fueron descartados. 

La llegada de Claudia López al Palacio Liévano además muestra que los ciudadanos tienen intereses en temas distintos. Una de las banderas de Claudia es la lucha contra la corrupción, un flagelo que hace que la plata para la educación, la salud, la vivienda nunca lleguen a los que más lo necesitan. 

Otra de las propuestas que sobresalió en su campaña fue su defensa por los cerros, los humedales y toda la estructura ecológica de la ciudad. Y por último, aunque ella no es feminista ni activista LGBTI, se comprometió a darle más oportunidades a las mujeres, a defenderlas de la violencia y a luchar por la igualdad entre hombres y mujeres.