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Lo robaron y lo golpearon; se defendió y terminó en la cárcel. Esta es la historia de Axl, quien tenía 25 años cuando empezó su pesadilla
En medio de un atraco, Axl Cárdenas mató a uno de sus atacantes. Era muy joven. Pasó seis años en la cárcel y, desde hace pocos días, está en detención domiciliaria. No debió haber pisado un penal, pero una mala defensa pública lo condenó.
En Colombia, la tragedia y la cárcel suelen ir acompañadas de pobreza, humildad e injusticia. Esa es la historia de Axl Cárdenas, un joven de 31 años que pasó los últimos seis detrás de los fríos y peligrosos muros de la cárcel la Modelo de Bogotá. Su casa era el patio 2b, de donde salió hace apenas unos días bajo el beneficio de prisión domicilia. Se siente feliz y libre, aunque no se puede mover de la casa, ahí está acompañado por Leady, su pareja. Su pecado fue no dejarse robar, defenderse de unos ladrones (VER VIDEO).
Eran las cuatro de la mañana del 22 de abril de 2018. Axl se despidió de un amigo y tomó camino hacia su casa. A solo unas cuadras de su vivienda, fue abordado por dos ladrones de origen venezolano quienes le pidieron su celular. Envalentonado, Axl les respondió que no se iba a dejar robar en su barrio. Esa decisión le pasó la factura más cara de su vida.
Recibió un botellazo por la espalda, cayó al piso y lo molieron a golpes. Le dieron patadas y puños en la cara, mientras que él se aferraba a su teléfono. No lo iba a soltar, no estaba dispuesto. En medio de este enfrentamiento, que le costó puntos en la cara y hasta pudo haber perdido la visión, a uno de los delincuentes se le cayó el cuchillo con el que lo estaban amenazando. El asunto dio una vuelta que ya no tendría reversa.
Imágenes de cámaras de seguridad del sector dejan ver cómo Axl es abordado y golpeado por los delincuentes, mientras, en la esquina, espera una mujer con bolso rosado, la campanera de los atracadores, quien luego se hizo pasar como víctima.
Con el cuchillo en mano, el rostro ensangrentado y mareado por los golpes, Axl se va detrás de los ladrones, mientras ellos, cobardemente, corren. Al enfrentarse con uno de ellos, buscando justicia por su propia mano, le pega una puñalada. El delincuente murió. “Nunca había hecho algo así. Era la primera vez que usaba un cuchillo. Estaba lleno de ira por como me habían vuelto la cara, me defendí mal, no debí hacerlo, pero lo maté”, cuenta Axl, mirando al suelo y recordando el día que todo cambio.
Asustado, buscó refugio en su casa, donde sus papás, a donde nunca más volvió, pues en adelante su hogar sería la cárcel. Se sentó en la sala, tomó una foto de su rostro lleno de sangre seca, moretones y lágrimas. Sabía que había matado a una persona por defenderse, era un lío, y les contó a sus papás, Rodrigo y Érika. En adelante, todo fue una tragedia, un monumento a la injusticia.
Sus recuerdos son tristes, al punto de no poder controlar el llanto. Incluso, quien lo escucha puede quebrarse con su historia. “Es duro hablar de eso, perdí todo lo que tenía, perdí a mis dos abuelos, no me pude despedir de ellos, mis papás están en una situación difícil y ahora están lejos de mí. Es algo que quisiera borrar de mi mente”.
Mientras tanto, los ladrones y su compañera, la campanera, aseguraron que ellos habían sido los atacados, la mujer aseguro que era ella quien había sido robada, y Axl, de la noche a la mañana, pese a las pruebas, testimonios, cámaras y golpes recibidos, fue acusado por homicidio y hurto, cuando solo se estaba defendiendo. Era una persona joven y humilde, no tenía dinero para un abogado y le asignaron una de la defensoría pública, Nohra Clavijo, quien en lugar de defenderlo lo condenó. Fue su verdugo.
En siete ocasiones, la abogada Nohra Clavijo no asistió a las audiencias a las que fue citado Axl, no recogió las pruebas, los videos y los testimonios que hoy publica SEMANA y que prueban que el joven era inocente o, por lo menos, que la muerte del ladrón se dio en un acto de defensa, por no permitir que lo robaran.
En la audiencia, en la que prácticamente se le destruyó la vida a este joven enviándolo a la cárcel con una sentencia de 17 años, como si fuera el peor de los delincuentes, se ve a un muchacho asustado, respondiendo sin saber nada de leyes o procedimientos, a una rancia juez que le habla feo y que lanza la que después se convirtió en su sentencia: siete veces, la abogada Nohra Clavijo dejó a Axl y a la juez plantada. Nunca lo defendió.
El 21 de febrero de 2019, la juez puso en evidencia cómo Clavijo lo condeno: “La audiencia de acusación fue en agosto de 2018, llevan más de seis meses privados de libertad, su defensa técnica reiteradamente ha solicitado el aplazamiento de las diligencias, ustedes han sido trasladados en un total de siete oportunidades, siete audiencias que han fracasado por ausencia de su defensor técnico”. Esa desidia lo condenó.
En la cárcel, cuenta, no le fue mal, aunque no le gusta hablar de eso. Cuando se le pregunta por lo que tuvo que pasar, su mirada se va en los recuerdos. Solo dice allá pasan cosas que nadie, ningún ser humano, debería vivir: ‘No se lo deseo a nadie’”.
De forma empírica aprendió a arreglar celulares en la cárcel: “Allá todos tienen”, asegura. “Aprendí a ponerlos a funcionar así estuvieran reportados, les enseñaba a conectarse, ese era un negocio, así me ganaba la vida y los plumas (jefes del patio) me daban permiso”.
Contó con la suerte de conocer a los “plumas”. Eran tres hermanos que, casualmente, tenían una olla en Engativá, el barrio donde creció y justamente donde se defendió del atraco que lo dejó en la cárcel. Uno de ellos lo reconoció y pudo vivir en paz. No peleaba, no se metía en problemas, pero fue testigo de lo peor.
Recuerda especialmente el 21 de marzo de 2021, la llamada noche de terror en La Modelo, cuando, en medio de la pandemia, se presentó el motín más grave de la historia del país. Murieron 23 reclusos, hubo 80 heridos, entre ellos nueve guardianes. Axl estuvo en medio del desorden, su patio estuvo prendido y tuvo miedo de morir.
En medio del alboroto, al ver que los presos trataban de salir por decenas, él también intentó hacerlo, se amarró una cobija y trató de huir, al llegar al patio vio como los guardias abrían fuego y los reclusos iban cayendo, como si cruzaran un campo de tiro, una bala se incrustó en una pared, a escasos centímetros de su cara. Su instinto de supervivencia lo devolvió a la celda, de donde no se movió hasta 10 horas después, cuando todo se calmó.
Tiene muchas historias de su tragedia, algunas le dan esperanza, como la forma como conoció a su pareja Leady: era amiga de un conocido en común, se contactaron por redes sociales, y empezó una relación en la que hoy, por lo menos, las rejas no son un obstáculo.
Axl perdió su juventud, su familia y lo más importante de su vida: su hijo. Ahora espera rearmar todo lo que le quitó la cárcel, trabajar, compartir y ver crecer al niño. Es el momento de ponerle punto final a un capítulo oscuro que se empezó a escribir cuando decidió defenderse.