ELECCIONES 2022
Lo secretos de la ‘Casa Nariño’ de Santander, el búnker donde creció el fenómeno Rodolfo Hernández
Ubicada en el barrio Bolarquí, con un área de 1.900 metros cuadrados, la casa de dos plantas, declarada bien de interés cultural en 2013, es la “sede de gobierno” del candidato. Nadie puede descartar que también sea su despacho, de ganar la Presidencia en la segunda vuelta. SEMANA cruzó sus puertas.
Construida en 1945, la casa Mario Acevedo Díaz, ubicada en la calle 54 # 28-28, en el barrio Bolarquí de Bucaramanga, fue declarada bien de interés de la ciudad en 2013. Ocho años después, uno de los empresarios más ricos de Santander, el ingeniero Rodolfo Hernández, la tomó en arriendo, después de anunciar su intención de lanzarse a la Presidencia de Colombia.
Desde noviembre del año pasado, Hernández la convirtió en algo más que su sede de campaña. Había recorrido la Ciudad Bonita buscando una casa en un barrio estratégico, y esa de dos plantas, de fachada color crema, fue la que lo sedujo.
Allí funcionaba un exclusivo spa que tuvo que cerrar sus puertas por la pandemia. La casa, aunque intacta a la vista de los transeúntes, desde la calle, sufría por el deterioro del abandono, aunque la ley que protege los bienes declarados de interés patrimonial obliga a su continuo mantenimiento. Los anteriores arrendatarios no solo la dejaron con grietas en techos, pisos y paredes, y una arquitectura propia de un gimnasio, en lugar de una casa de alto valor histórico.
El ingeniero Rodolfo Hernández tuvo que asumir las deudas, por impuestos y servicios públicos, herencia de dos años de recesión, la que vino de la mano del coronavirus.
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Socorro Olivera, esposa del exalcalde de Bucaramanga, fue quien se encargó de sugerir la readecuación de los espacios interiores, con una sola recomendación: toda la casa debía estar pintada de blanco, entre otras, para ser coherente con el discurso con el que su marido había encandilado a sus paisanos, desde que se metió a las movedizas arenas de la política.
La fachada, sin embargo, fue la única que no se tiñó de blanco, pues el color crema de sus paredes exteriores no puede ser modificado, pues así lo establece la ley de patrimonio, y el decreto que la declaró como tal en 2013.
Tras varios meses de restauración, a cargo del arquitecto Jairo Grimaldo, Rodolfo Hernández decidió ponerle nuevo nombre a la casa. Quizás, en una auténtica declaración de intenciones contra la rancia clase política tradicional, le cambió de nombre, y puso el apellido Nariño al lugar donde instaló su “sede de gobierno”.
Casa Nariño, fue el nuevo nombre de la histórica casa del Bolarquí, barrio de estrato cinco, que desde que Rodolfo Hernández sorprendió al país clasificando a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se ha convertido en la más visitada en Santander.
Desde entonces, no solo llegan empresarios desde distintos rincones del país, muchos de ellos “paracaídas” de último momento, como quien busca el árbol de más sombra, como los del patio principal, que alivian el sol canicular que ha encendido el fervor de los santandereanos por estos días.
También filas interminables de personas, muchas con la única intención de llevar afiches y camisetas, confeccionadas por ellos mismos, y que dejan en Casa Nariño para que quien se interese las compre. Ni una calcomanía, ni un cartel, ni una gorra se regala. La gente pasa, entra, saluda y compra, en esa edificación que se volvió un auténtico lugar de peregrinación, en cuyas esquinas llegan varios vendedores informales que también exponen su mercancía, toda con la cara de Rodolfo Hernández.
El país y el mundo ha vuelto la mirada al departamento, para encontrar respuestas al fenómeno Rodolfo Hernández, quien está a una semana de hacer historia, si gana las elecciones y se monta en la Presidencia siendo un outsider de la política.
En las paredes blancas de la casa se leen frases del propio Rodolfo Hernández, pronunciadas durante toda su carrera para enfrentar “la robadera” que en su criterio ha frenado al país. De hecho, el cuadro más grande de la casa es el que cuelga de la pared de la sala de juntas del “despacho del inge”, una enorme fotografía de una moneda de 50 pesos, símbolo de austeridad.
Desde que la casa Mario Acevedo Díaz pasó a llamarse Casa Nariño, corrió el rumor de que Rodolfo Hernández la donaría a la ciudad, si llegara a ganar la Presidencia. El arquitecto Jairo Grimaldo aclara que es otra de las tantas versiones que se tejen en una campaña política, ajenas a la realidad, pues el ingeniero sabe de sobra que la casa no se puede demoler ni modificar, precisamente por su condición de bien de interés patrimonial.
Nadie se atreve a descartar que la Casa Nariño, la Santander, se convierta en la nueva sede de gobierno. De momento, es apenas el lugar donde se concentra la ilusión por tener huésped en la Casa de Nariño, la de Bogotá, el palacio de los presidentes de la República.