JUDICIAL
El retorno narco: los grandes capos que regresan a Colombia
Un centenar de narcotraficantes que terminaron de pagar su condena en Estados Unidos regresaron a Colombia. ¿Qué tanto afectan la seguridad?
Se llama Camilo Torres. Pero la mayoría de los colombianos lo recuerdan por su alias en el mundo de la mafia: Fritanga. Y porque lo capturaron el día de su matrimonio en una millonaria fiesta en una isla a la que asistieron varios reconocidos actores de la farándula nacional.
En el mundo de la mafia tuvo un bajo perfil por años pero su identidad salió a la luz pública por primera vez en 2008 cuando lo arrestaron como parte de la investigación contra el exdirector de Fiscalías de Antioquia, Guillermo León Valencia Cossio. Es primo de Jhon Freddy Manco Torres, alias el Indio, quien, junto con el empresario Juan Felipe Sierra, terminó en prisión sindicado de formar parte de la estructura de la banda los Urabeños, hoy conocida como el Clan del Golfo. A pesar de su anonimato las autoridades antinarcóticos lo consideraban un peso pesado en el crimen organizado.
El 26 de agosto este hombre llegó a Bogotá, deportado de Estados Unidos después de pagar una condena de seis años y cuatro meses por delitos relacionados con tráfico de drogas. En el aeropuerto El Dorado las autoridades lo capturaron para cumplir otras dos condenas que le impusieron jueces en Colombia.
Fritanga es el narco que regresó más recientemente al país tras purgar su pena en el exterior. Hasta finales de agosto la lista de capos que han retornado en los últimos dos años llegó a 107 según Migración Colombia. La mayoría de ellos fueron poderosos delincuentes, y muchos crearon sus emporios criminales a sangre y fuego.
Foto: Alias Fritanga (Camilo Torres).
Uno es Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, el temido excomandante del bloque central Bolívar de las AUC. El exparamilitar salió extraditado en mayo de 2008 y una corte de Estados Unidos lo condenó a 33 años de cárcel. Sin embargo, gracias a la información que entregó obtuvo una generosa rebaja en su pena y el 19 de julio el Bureau Federal de Prisiones lo envió a Colombia en donde lo detuvieron para que responda por varios procesos que tiene pendientes.
Aunque Fritanga y Macaco llegaron individualmente, en algunos casos las autoridades estadounidenses han enviado al país grandes grupos de narcos, paras y delincuentes colombianos. El 26 de marzo en un solo vuelo regresaron 70 nacionales. Entre ellos el líder de una ‘oficina de cobro’ de Cali, los asesinos de un informante de la DEA, un aliado del Clan del Golfo y miembros de las extintas Farc. Entre los más conocidos estaba Jair Sánchez, alias Mueble Fino, un hombre señalado de manejar una empresa sicarial en el Valle y cuya condena generó polémica, pues solo pagó tres años de cárcel tras salir extraditado en 2016. A su regreso quedó en libertad porque no tiene abierto ningún proceso en su contra.
Hasta finales de agosto la lista de capos que han retornado en los últimos dos años llegó a 107 según Migración Colombia.
Desde mediados de los años noventa hasta la década siguiente, las autoridades desarticularon a la mayoría de las grandes organizaciones de la mafia, y sus principales capos terminaron presos en Estados Unidos. Algo similar ocurrió con los máximos jefes de las autodefensas. Pero no enfrentaron las penalidades que aterraban a los grandes capos décadas atrás. La mayoría pagaron condenas cortas, y algunas abiertamente irrisorias.
En un ejemplo muy diciente, Éver Veloza, alias HH, el temido jefe de los bloques Bananeros y Calima de las AUC, responsable de decenas de masacres y desplazamientos, está en territorio colombiano desde comienzos de 2018. Por esos mismos días también llegó deportado a Colombia Carlos Alberto Rentería, conocido con el alias de Beto, uno de los integrantes de la cúpula del cartel de Cali.
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FOTO: Beto. Carlos Alberto Rentería, del cartel de Cali.
En los meses siguientes llegaron otros pesos pesados del crimen organizado como Javier Zuluaga, alias Gordo Lindo, un narco del Valle que compró en su momento una franquicia de las AUC para colarse en el proceso de paz como comandante.
Ya habían llegado otros. Después de pagar cinco años de cárcel, en febrero de 2017 retornó Héctor Restrepo. Conocido con el alias de Perra Loca, las agencias antidrogas lo consideraban uno de los narcos pura sangre que integraron la temida Oficina de Envigado. También era uno de los hombres de confianza del exjefe de las AUC Vicente Castaño. Las autoridades creen que Perra Loca ha intentado recuperar a sangre y fuego, en varias zonas de Antioquia, propiedades que muchos de sus antiguos aliados y enemigos le quitaron mientras estuvo tras las rejas. Temidos mafiosos como el Químico, el Negro Asprilla, Tornillo, Cejas, el Mocho, Camisa Roja, el Socio o Pipe Montoya también integran esa lista.
“Debo decir que tengo especial preocupación porque algunos de los capos de la mafia de los años noventa que han regresado al país, quieren seguir haciendo fechorías. Que les quede muy claro que ya sabemos quiénes son y en qué andan”, advirtió el presidente Iván Duque hace algunos meses cuando este fenómeno empezó. La inquietud del mandatario tiene fundamento.
El 26 de marzo en un solo vuelo regresaron 70 nacionales. Entre ellos el líder de una ‘oficina de cobro’ de Cali, los asesinos de un informante de la DEA, un aliado del Clan del Golfo y miembros de las extintas Farc.
Radica en que el gobierno ya tiene claro que al regresar varios de ellos volvieron a delinquir. Así sucedió con Carlos José Robayo, alias Guacamayo, que luego de pagar seis años de prisión en Estados Unidos retornó a Colombia en 2011. Años después la Policía lo capturó, acusado de seis asesinatos, concierto para delinquir, tortura y porte ilegal de armas.
El retorno mafioso ha empezado a proyectar sus consecuencias especialmente en las regiones de donde proviene la mayoría: Antioquia y Valle. En los últimos seis meses más de una docena de personas murieron asesinadas en modalidades típicas de las vendettas de la mafia.
De esas venganzas mafiosas no se han salvado ni los propios capos. A finales de agosto a Édgar Guillermo Vallejo Marín, le hicieron un atentado cuando se encontraba con su familia en una finca en el Lago Calima, Valle del Cauca. Pocos lo identifican, pero tiene un alias bastante recordado. Sus socios lo conocían como Beto el Gitano y por décadas las agencias antidrogas lo consideraron uno de los capos más importantes del país. Lo capturaron en España en 2008 y salió extraditado hacia Estados Unidos donde el Tribunal del Distrito Sur de Florida lo condenó a purgar 22 años de prisión acusado por dirigir y operar una empresa criminal para el tráfico de cocaína. Regresó a Colombia y quedó en libertad por no tener requerimientos. “La hipótesis más real que manejamos es que el atentado tiene que ver con temas de ajustes de cuentas entre mafiosos. Beto no es el primero ni será el último que haya regresado a los malos pasos y a quien el pasado persiga”, dijo a SEMANA un oficial de la Sijín del Valle del Cauca. “El problema es que ese tipo de ‘vendettas’ genera espirales de violencia que se extienden por todo lado muy rápido”, concluyó.
A todo lo anterior se suma otro hecho no menos inquietante y que tiene muy preocupadas a las autoridades. Desde 2017, más de un centenar de paramilitares, entre ellos una docena de sanguinarios exjefes de bloques, también han salido en libertad. Esto debido a que cumplieron las penas establecidas en los acuerdos que terminaron con la entrega de los paras en 2007. El Alemán, Julián Bolívar, Diego Vecino y otros ya están en las calles. También Pájaro y Botalón, que sembraron el terror en el centro del país. Les siguieron por lo menos 50 paras más que se sometieron a la llamada Ley de Justicia y Paz. En Meta, Magdalena Medio, Urabá y Córdoba ya algunas denuncias señalan que varios de ellos han vuelto a delinquir, algunos asociados con el Clan del Golfo.
“La hipótesis más real que manejamos es que el atentado tiene que ver con temas de ajustes de cuentas entre mafiosos. Beto no es el primero ni será el último que haya regresado a los malos pasos y a quien el pasado persiga”.
No se puede afirmar que todos los que han recobrado la libertad tras purgar una condena han vuelto a las andanzas. Sin embargo, la preocupación del presidente Duque no es gratuita y hay cada vez más evidencias que indican que esas oscuras fuerzas del pasado pueden desatar la tormenta perfecta del crimen. Las autoridades tienen el reto de evitar que esto ocurra.