NACIÓN

Los cinco temas que han generado conflicto en el Palacio de Nariño

Como pasa en todos los gobiernos, con el tiempo empieza a haber fricciones entre los altos funcionarios. Hoy en Palacio hay una cruzada para sacar a la secretaria jurídica, una mujer que, según todos los indicadores, es una de las más eficientes de la Casa de Nariño.

25 de octubre de 2020
PALACIO DE NARIÑO
PALACIO DE NARIÑO FACHADA CASA DE NARIÑO AGOSTO 5 2014 FOTO GUILLERMO TORRES REVISTA SEMANA | Foto: GUILLERMO TORRES

En los últimos días, mucho se comenta en los círculos de poder sobre las tensiones que existen en la Casa de Nariño alrededor de la secretaria jurídica, Clara María González. Esto debido a que la funcionaria se ha convertido en un muro de contención que consigue frenar las aventuras jurídicas en las que en ocasiones ha querido embarcarse el Gobierno.

Su estilo frentero la llevó a ser vista como una piedra en el zapato por algunos de los alfiles del presidente que, más que como una aliada, la perciben ahora como una amenaza para sus intereses personales y están moviendo sus fichas para aburrirla y sacarla del camino. ¿Cuáles son los 5 grandes temas que llevaron a que una de las funcionarias más cercanas al presidente hoy esté siendo objeto de sabotajes?

La conmoción interior

El primer ejemplo de ese pulso entre las soluciones pasionales y la voz de la razón jurídica de González fue el episodio de Jesús Santrich.

Cabe recordar que para ese momento el partido de gobierno y el entonces fiscal general, Néstor Humberto Martínez, estaban alineados en hacer lo que fuera necesario para impedir que Santrich fuera puesto en libertad. El tema no era fácil. La Corte Suprema de Justicia había dado la orden para que el guerrillero saliera de la cárcel y había que actuar rápido para evitar que eso pasara. Martínez, quien por esos días estaba en jaque por el rumor de que la Corte iba a pedirle la renuncia, se alió con Álvaro Uribe para convencer al presidente de decretar la conmoción interior. Esa figura está contemplada en la Constitución para darle un margen de acción al jefe del Estado en situaciones extremas que realmente lo ameriten. Pero, definitivamente, era una irresponsabilidad monumental utilizarla solo porque un preso iba a ser puesto en libertad.

Hay quienes piensan que esas presiones eran una estrategia del entonces fiscal, no solo para lograr el objetivo legítimo de mantener a Santrich en la cárcel, sino para poner los ojos de la opinión pública en la conmoción interior, y no en la tormenta personal que se le venía por cuenta de los cuestionamientos sobre su gestión al frente del ente acusador. Más allá de ese debate circunstancial, el presidente Duque alcanzó a estar casado con la idea de que sería esa la única salida para evitar la libertad del guerrillero. Sin embargo, a las pretensiones de Uribe y de Néstor Humberto les salió entonces un palo en la rueda: la secretaria González.

Ella, con elementos puramente jurídicos respaldados también por el procurador Carrillo, logró desbaratar la tesis del fiscal y del expresidente, y convenció al jefe de Estado de no dejarse meter en esa aventura. Aunque lo que hizo Clara María fue un acto de responsabilidad, al uribismo recalcitrante, que estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible para atajar la libertad de Santrich, la posición de la funcionaria le cayó como una patada.

La terna para fiscal

Aunque ese episodio dejó una grieta entre González y un sector del uribismo, ella –en teoría– seguía contando con el apoyo del presidente. A tal punto que, luego de la inesperada renuncia, este decidió incluirla en la terna para la Fiscalía General de la Nación, decisión con la que Uribe estuvo de acuerdo. No obstante, con esa designación quedó claro que el estilo serio e independiente de Clara María ya no gustaba tanto en ciertas esferas de la Casa de Nariño. Incluirla ahí fue, de alguna manera, un regalo envenenado. Como aun siendo una funcionaria en condición de subordinación frente al presidente ella había mostrado independencia, un bloque de altos funcionarios de Palacio consideraron que no era conveniente entregarle el inmenso poder de manejar el ente acusador.

Aunque en público los presidentes siempre afirman que son imparciales frente a los tres candidatos que postulan para ese importante cargo, la realidad es que en privado tienen su preferido y mueven las piezas necesarias para que este resulte elegido. Eso, en efecto, ocurrió con la elección del hoy fiscal Francisco Barbosa. Ser ungido como fiscal en ese momento era casi que imposible, pues por cuenta de las vacantes en la Corte se necesitaba la unanimidad de los 16 magistrados que en entonces la conformaban. Y eso no se logra quedándose quieto. Barbosa pudo sumar a su equipo al contralor Felipe Córdoba; a la entonces ministra de Justicia, Margarita Cabello; al registrador Álex Vega; al fiscal encargado, y dueño entonces de la nómina, Fabio Espitia; a los exfiscales Martínez, Montealegre y Perdomo; a una buena parte de los altos consejeros presidenciales; al director de Planeación, Luis Alberto Rodríguez, y, según fuentes consultadas en reserva por SEMANA, también al propio presidente de la República.

Compitiendo con semejante plantilla de poder y contando solo con el beneplácito de Luigi Echeverry y Alberto Carrasquilla, era claro que Clara María González no tenía ningún chance de ser elegida. Esa aplanadora que se movió para elegir a Barbosa, si bien no es un tema público, sí es un secreto a voces en las altas esferas del poder.

El manejo de las protestas

Desde entonces, la “guerra” contra la secretaria jurídica quedó casada y, en días recientes, ha pasado del terreno de la animadversión al del saboteo. Con motivo de las protestas que han tenido lugar en los últimos días, y de las tensiones entre el Ejecutivo y los líderes de la minga indígena, el fantasma de la conmoción interior volvió a asomarse por los pasillos del Palacio de Nariño. Un sector importante que le habla al oído al presidente consideraba que esa, otra vez, era la única salida para evitar las protestas y un rebrote del contagio del coronavirus. De nuevo, fue Clara María quien se impuso para impedir esa figura que esta vez tampoco tenía ni pies ni cabeza.

Existen hoy voces en Palacio, que no son de poca monta, que de alguna manera creen en que en el contexto actual se requiere mano dura y autoritarismo para llevar los destinos del país. Cuando el Tribunal Administrativo de Cundinamarca dio la orden de que el Gobierno tenía que reunirse con la alcaldesa y su equipo para acordar un protocolo de protestas, en Palacio se llegó a pensar en que lo lógico era desacatar el fallo y seguir como si nada. En ese episodio, Clara María volvió a llamar al orden y le advirtió al presidente que eso no se podía hacer. Él, confiando en el buen criterio de su funcionaria, la encargó de esa gestión y de hacer los ajustes necesarios con el Palacio Liévano para llegar a acuerdos. Eso, según las fuentes consultadas, no le gustó nada a Diego Molano, director del Dapre, quien por su actividad de varios años en el Concejo es un conocedor de los temas de Bogotá y quiere aspirar a la Alcaldía.

La animadversión por Clara María ha llegado a tal punto, que en ese episodio ocurrió algo insólito al tratarse de reuniones que tienen lugar en un palacio de gobierno. Resulta que, como la habían encargado a ella de coordinarlas, en Presidencia decidieron no ofrecer ni bebidas, ni comidas, ni refrigerios para así sabotear a la secretaria jurídica. Ante esa situación, apenada de no poder ofrecer ni un vaso de agua a la alcaldesa, González decidió no dejarse y compró de su bolsillo lo necesario para poder atender bien a los invitados que acudieron a Palacio. Esta circunstancia seguramente fue ajena al presidente de la Republica, pues Iván Duque tiene muchos problemas en la cabeza como para estar pendiente de unos refrigerios. Pero, definitivamente, quien lo haya hecho, lo hizo apropósito.

La cercanía de la secretaria con “enemigos” del Gobierno

Según fuentes consultadas por SEMANA, una de las razones por las que en Palacio hay un sector de altos funcionarios que quiere salir de Clara María, es por las relaciones que esta sigue manteniendo con personas que son percibidas como “enemigos del Gobierno”. A pesar de que el uribismo ha sido el partido más crítico de los acuerdos de paz de La Habana, la hoy secretaria jurídica tiene relaciones muy cercanas con algunos de sus protagonistas. Entre estos está el exjefe negociador Humberto de la Calle y varios exministros de la administración Santos. González también se la lleva bien con opositores del Gobierno como Ramiro Bejarano u Horacio Serpa. En Palacio hay quienes ven esas cercanías como una posible amenaza.

El estilo frentero de la funcionaria

En el despacho del Palacio presidencial colombiano, durante años, estuvo colgado en la pared un letrero con una frase de Simón Bolívar que decía: “Solo hace bien al gobernante quien le dice la verdad”. Ese, el de hablarle de sin tapujos y con contundencia a Iván Duque, es justamente el papel que se echó al hombro Clara María González. Pero en este caso esa labor, más que aplausos y agradecimientos, le ha traído a la funcionaria varios enemigos en los pasillos de la Casa de Nariño.

González, quien por muchos es reconocida como una de las funcionarias más eficientes, es una mujer de carácter y apegada a la ley. Es por esto que, dentro de los miembros del gabinete, todos acuden a ella para que revise cualquier tema grueso que se deba firmar. Ella, hasta que todo no esté perfectamente estudiado y verificado, no da su visto bueno. La funcionaria se ha caracterizado en su paso por la Casa de Nariño en hablar fuerte, claro y sin tapujos. Aunque muchos piensan que ese es justamente el estilo que se necesita en Palacio, a otros les choca y se lo toman personal. En los próximos días, con rumores de renuncia cogiendo fuerza, el presidente Duque tendrá que decidir si sigue firme con su secretaria jurídica o le da paso a alguien con un estilo más diplomático y de menos confrontación.