Elecciones 2022

¿Los colombianos saldrán a votar berracos en estas elecciones?

Los candidatos parecen más interesados en echar gasolina y avivar la llama de la indignación en vez de aportar propuestas de fondo.

16 de mayo de 2022
Paro Nacional 28 mayo
¿Los colombianos saldrán a votar berracos en estas elecciones? | Foto: Esteban Vega La-Rotta

Hasta hace unos años, la expresión berraco significaba simplemente disgusto o malestar. Pero desde 2016, cuando se votó el plebiscito del acuerdo de La Habana con las Farc, se convirtió en casi un sinónimo de polarización e indignación que lleva a los ciudadanos a votar con rabia. Hoy, seis años después, en medio de las elecciones presidenciales, la tensión es tal que los colombianos acudirán a las urnas próximamente bajo un ambiente de crispación. Independientemente de a quién prefieran, votarán es en contra de alguien.

En los últimos meses, los propios candidatos se han dedicado a emberracar a la gente con acusaciones, infiltraciones, noticias falsas y hasta estrategias para quemar a sus oponentes. Todo eso en lugar de proponer soluciones para los problemas más complejos del país.

La llama de la indignación solo ha crecido, pues ya estaba encendida desde hace unos dos años por problemas estructurales, de décadas, que siguen sin resolverse. Más de 21 millones de colombianos se encuentran en la pobreza, el 21 % de los jóvenes está desempleado y el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, acaba de revelar que se “alcanzó la inflación más alta de los últimos 22 años”.

La crisis y el malestar llevaron a miles de ciudadanos a volcarse de forma pacífica a las calles. Personas de diferentes orientaciones políticas decidieron protestar, aun en medio de la pandemia de la covid-19. Sin embargo, en la campaña electoral en curso han brillado por su ausencia las ideas para enfrentar esos reclamos sociales. Por el contrario, lo que ha primado es echar gasolina y avivar la llama de la indignación, usando como vehículo las redes sociales.

Por un lado, Gustavo Petro, el candidato que lidera todas las encuestas, ha impuesto la narrativa de que en Colombia “no hay democracia”. “Colombia no es una democracia plena, dice The Economist, yo diría que ni siquiera tenemos una democracia mínima”, señaló hace poco.

Estas afirmaciones las ha acompañado de fuertes críticas a las instituciones. Por ejemplo, con la suspensión temporal que le impuso la Procuraduría al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, por supuesta participación en política, Petro salió a hablar de un “golpe de Estado”. Hace apenas algunas semanas acusó a generales de la república de alianzas con el Clan del Golfo, lo que provocó una fuerte discusión con el comandante del Ejército, el general Eduardo Zapateiro. Poco antes le había lanzado fuertes cuestionamientos al sistema financiero al asegurar: “La gente que cotiza en fondos privados manejados por banqueros no tendrá pensión”.

Esta narrativa de caos produce réditos, pues alimenta la desconfianza del ciudadano, pero conlleva consecuencias no deseables en el mediano plazo. Si Petro gana la presidencia, deberá gobernar con esas mismas instituciones que critica siendo candidato.

Esto alimenta “una narrativa de conflicto entre Gobierno y ciudadanos, lo que genera una desconexión”, advirtió Magda Jiménez, docente e investigadora de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado.

Algunos integrantes del Pacto Histórico se han dedicado a hacerles campaña negativa a sus oponentes. Así quedó en evidencia con las palabras desobligantes de Isabel Zuleta, senadora electa del Pacto Histórico, quien aseguró que a Sergio Fajardo ya lo habían “quemado” y que ahora iban por Fico Gutiérrez, lo que muestra que en esta convergencia algunos buscan es indignar a la gente en contra de sus oponentes.

También ha causado indignación en un sector del país, pero esta vez en contra de Petro, algunas de sus propuestas como crear “una JEP para el narcotráfico” con “beneficios jurídicos”, las “segundas oportunidades” para los paramilitares y el “proceso de paz integral” con todos los grupos ilegales. Y, justamente, alimentando esta indignación, han estado algunos simpatizantes de Federico Gutiérrez, quienes agitan una bandera que funcionó en 2018: el miedo a Petro.

La tesis desde ese sector es que Petro representa “un salto al vacío”. Una de las consecuencias de la creciente polarización entre unos y otros es que no hay matices ni espacios para debatir las ideas, para darles cabida a la razón y a los argumentos.

La candidatura de Rodolfo Hernández también ha impuesto su cuota de indignación, con un discurso en el cual denigra de toda la clase política, algo que resulta atractivo para el ciudadano, pero que alimenta la desconfianza.

“Hoy en día, las campañas políticas se dirigen principalmente desde y hacia las redes sociales, les confieren un lugar prominente a las emociones y ofrecen interpretaciones binarias de la realidad (blanco o negro), que simplifican los problemas”, aseguró Juan Corredor García, doctorando en ciencia política de la Universidad de Nueva York.

La desconfianza

En medio de este panorama, en el que el motor es la rabia y la indignación, los ciudadanos tendrán que ir a las urnas el próximo 29 de mayo sin conocer a fondo los planes de gobierno y bajo una profunda desconfianza hacia las instituciones.

De hecho, de acuerdo con la medición, apenas el 8,5 % de los ciudadanos sienten confianza por los partidos políticos y solo el 10,6 % confía en el Congreso. Adicionalmente, el 12,4 % está satisfecho con la forma en que la democracia funciona en Colombia. En 2019, la satisfacción con la democracia era del 16,5 %, es decir, disminuyó 4,1 puntos porcentuales.

Tal parece, entonces, que los candidatos han sido muy hábiles para exacerbar los ánimos y mover las emociones, pero no han tenido en cuenta que alguno dirigirá la nación y deberá gobernar para todos.

Y gane quien gane, se avizora un país dividido y con necesidades que demandan consensos y reformas urgentes. Las soluciones, como lo han demostrado casos como el de Chile, tendrán que llegar en muy poco tiempo o, de lo contrario, la indignación pasará pronto de las urnas a las calles. Y el andar berraco se volverá un estado de ánimo permanente. No es algo deseable para el futuro de Colombia.