Violencia
Los colombianos se están matando: esta es la impactante radiografía de la intolerancia. Van 1.800 asesinatos por riñas este año y la cifra sigue creciendo
En Colombia han asesinado a 1.800 personas este año en medio de actos de intolerancia que van desde miradas, pisotones y risas. Expertos dicen que las riñas se agudizaron tras el encierro por la pandemia.
Armando De La Hoz titubea con facilidad cuando empieza a relatar el asesinato de su hijo, Diego, en el barrio Santuario de Barranquilla. Hace un esfuerzo por no llorar y mastica cada palabra con el sabor agrio del dolor.
Aún sus heridas en el alma están abiertas y, según dice, se demorarán toda la eternidad en sanar. Hace un mes, un hombre le clavó –en repetidas ocasiones– un cuchillo a su primogénito en la esquina de la casa por una discusión que tuvieron segundos antes.
Diego de la Hoz ahora forma parte de las 1.800 personas que asesinaron en Colombia entre el primero de enero y el 9 de septiembre por hechos de intolerancia. De acuerdo con sus familiares, la discusión empezó por “un mal comentario” y terminó con el hombre, de 37 años, apuñalado en varias oportunidades.
“No es justo que a mi hijo me lo asesinaran de esta manera. Él vendía dulces, ayudaba a la gente, pero en su historial ante la justicia no tenía ningún tipo de anotaciones judiciales, él no era delincuente”, dice Armando en medio de su relato ahogado por un llanto reprimido.
Lo más leído
Luego recuerda el momento en que se enteró de la tragedia: “La mamá ese día estaba en el Malecón y yo estaba cerca de la casa, cuando me avisaron que Diego estaba gravemente herido, que lo habían llevado al Paso La Alboraya. Yo de inmediato me dirigí hasta el centro asistencial, pero cuando llegué me dijeron que ya se había muerto porque la herida con arma blanca le había afectado el corazón y el pulmón. Diego tuvo un paro cardiorrespiratorio y no lo aguantó por la cantidad de sangre que había perdido”.
Ahora solo queda el recuerdo: el próximo 7 de diciembre, Diego se graduaría de bachillerato. Lo haría con honores, luego de decidir que no vendería más dulces en la calle, sino que optaría por la posibilidad de mejorar su condición económica mediante el estudio. Deja dos hijos huérfanos y unos padres que aún tratan de entender las causas de una muerte que les calcina el alma.
“Esto es un dolor insoportable que uno como mamá es quien lo vive y quien lo sufre. Ese hombre que mató a mi hijo no sabe el daño que nos hizo como familia porque ya nada lo puede remediar ni tampoco devolverme a Diego, quien era muy querido en el barrio y en medio de todas las situaciones de la vida siempre salió adelante”, señaló la madre de la víctima. Este caso es solo la punta del iceberg de lo que viene ocurriendo en Colombia por cuenta de la violencia producto de riñas y actos de intolerancia.
A lo largo y ancho del país, las historias son impactantes y van desde un pisotón en el transporte público hasta ataques por ‘malas miradas’, como ocurrió en Cali, donde el intendente de la Policía Rubén Cadavid recibió cuatro disparos en la cabeza mientras estaba en su día de descanso porque a un tipo no le gustó como lo miraba.
“Fue un hecho de intolerancia. Hubo discusión en el interior del establecimiento y ya cuando el intendente salía del sitio, este sujeto lo aborda, desenfunda un arma y lo impacta en su humanidad, causándole la muerte. Invitamos a este sujeto a que se entregue a las autoridades. La discusión empezó por unas miradas entre ellos”, dijo el brigadier general William Castaño Ramos, comandante (e) de la Policía Metropolitana de Cali. En lo corrido del año han asesinado a 109 personas en la capital del Valle por hechos asociados con intolerancia, según el conteo que lleva el Observatorio de Seguridad.
Los otros casos
Gilberto de Jesús Alzate les pidió a sus vecinos que redujeran el escándalo de una fiesta que tenía en vela a un sector de Medellín y la respuesta fue una puñalada que acabó con su vida en plena celebración del Día de la Madre. Su esposa, Blanca Dolly Rendón, recordó la tragedia como si hubiera sido ayer: “A él lo mataron porque llegaron los vecinos a hacer bulla y él salió a decirles que le mermaran volumen al bafle. Le quitaron la vida porque pidió el favor”.
Esta historia forma parte de los 52 expedientes que tiene la Fiscalía en la capital de Antioquia sobre muertes relacionadas con actos de intolerancia. Esta región llegó a ser la más violenta del mundo por cuenta del crimen organizado, pero hoy la lista de homicidios es encabezada por situaciones de convivencia. Los casos que no se resuelven con armas letales o la justicia ordinaria quedan en manos de las estructuras delincuenciales del Valle de Aburrá, que tienen manuales de convivencia para resolver los conflictos en las calles.
Frente a este panorama, los ciudadanos creen que el silencio resulta la mejor opción para no levantar ampollas entre la gente: “Es mejor uno quedarse callado, porque si uno abre la boca, mire lo que pasa”, comentó Blanca Dolly tras vivir en carne propia este viacrucis.
El 40 por ciento de los homicidios registrados este año en Bucaramanga están relacionados con la intolerancia social. Delio Hernández es una de las víctimas. Era vendedor ambulante de aguacates y utilizaba una carretilla para promocionar el producto en las avenidas de la ciudad. En uno de sus recorridos, golpeó accidentalmente una motocicleta y el conductor lo atacó con un arma blanca en repetidas oportunidades. Aunque el victimario se escapó del lugar de los hechos, fue detenido por la Policía.
Una de las hijas de Hernández, en plena audiencia, le habló directamente al responsable: “Nada, ni la ley, ni todos los años que le den van a devolverme a mi papá, no le han dado el derecho para quitarle la vida a mi padre, ¿por qué no pensó antes?”.
El alcalde Jaime Andrés Beltrán reconoció que este tipo de asesinatos son un fenómeno difícil de controlar, pues la violencia se habría convertido en parte de la cultura para resolver las diferencias. Aunque él ha pedido redoblar la presencia de la fuerza pública y monitorear constantemente el área metropolitana, la raíz de este problema estaría en las propias viviendas: “No podemos hablar de tolerancia si no disminuimos el principal foco de violencia que es el hogar. Un niño que es violentado hoy, es el hombre que va a violentar mañana”.
Juan Esteban Guerrero Vargas, de 13 años, fue asesinado por un compañero de grado séptimo de la Institución Educativa Alfredo García, de Pereira. En medio de una exposición de clase, el victimario no soportó una risa de Juan Esteban y le enterró un puñal.
Para Carlos Charry, sociólogo de la Universidad del Rosario, la intolerancia se disparó en Colombia y el mundo después de las restricciones impuestas para contener la covid-19: “El haber estado encerrados por tanto tiempo con interacciones sociales limitadas, sumado al hecho de que cada vez hay más gente que prefiere no salir de casa, hacen que haya personas menos capaces de interactuar socialmente y de tolerar al que es distinto”.
En Bogotá también
“Todo comenzó cuando mi hijo le pisó la chancla y esta persona le dijo que tenía que arrodillarse y pedirle perdón, a lo que mi hijo se negó, y empezó a encararlo, y de un momento a otro sacó la navaja y me lo mató con dos puñaladas en el pecho”.
Ese es un aparte del desgarrador relato que Mayerly Ceballos le entregó a SEMANA cuando su hijo Juan Esteban Alzate fue asesinado en octubre de 2022 en una estación de TransMilenio a manos de Gustavo Adolfo Agámez, quien inicialmente se dio a la fuga y posteriormente fue capturado en Montería, Córdoba, para luego ser condenado a 45 años de cárcel.
Adeodato Parra es otra de esas víctimas en medio de la intolerancia. Se trata de un hombre de 54 años de edad que perdió la vida este año a manos de su propio hermano, al frente de la puerta nueve de Corabastos, en la localidad de Kennedy. La disputa empezó cuando el agresor, en estado de embriaguez, llegó al lugar y le reclamó a su hermano por viejas rencillas. La discusión terminó en un duelo mortal a cuchillo.
El mayor del Ejército Fabián Humberto Bueno Carranza, quien murió en su casa, en Suba, apuñalado por su propio hijo menor de edad, es otra de las víctimas de la violencia social que golpea a la ciudad. En la acalorada discusión también fue asesinada una pequeña de 7 años, quien era la hija del uniformado y hermana del agresor.
El cartagenero Osnay Berrío Rocha, quien fue asesinado en los últimos días producto de varias puñaladas en el barrio Canadá Güira, de la localidad San Cristóbal, es también muestra de que la intolerancia está matando a las personas en Bogotá. Berrío, que trabajaba como obrero, fue asesinado en medio de una violenta riña luego de compartir una tarde de tragos con algunos conocidos.
“Al menos 110 de los homicidios de este año ocurrieron con personas en altísimo grado de alcohol. Las bebidas embriagantes son un disparador crítico no solo de las riñas por intolerancia, sino también de la violencia intrafamiliar y de feminicidios. Y aunque muchos piensen que la solución es cerrar los bares y discotecas más temprano, paradójicamente la mayoría de estas riñas que desencadenan en homicidios ocurren en el interior de las viviendas”, explicó el secretario de Seguridad de Bogotá, César Restrepo.
Los fines de semana, en las madrugadas, son las franjas más críticas en materia de riñas. “Los hombres son las principales víctimas”, sostuvo Restrepo. La intolerancia está acabando con la vida de los colombianos. Ningún escenario es seguro, mientras los ánimos se cocinan en medio del odio y el poco respeto por la integridad del otro. El país está siendo testigo de uno de sus periodos más violentos y desesperanzadores.