POSCONFLICTO

En las regiones no pierden la esperanza de paz

Pese a los tropiezos jurídicos y los incumplimientos en torno a los acuerdos del proceso de paz, la mayoría de los excombatientes se mantienen en su promesa de abandonar las armas y apostarle a la reincorporación a la vida civil.

3 de junio de 2019
El 15 de agosto expira la figura de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), de ahí que muchos se preocupen.

Cerca de 10.500 excombatientes de las Farc que le creyeron a la reconciliación y se encuentran construyendo una vida conforman la parte invisible de los embates contra la paz en los últimos meses. Acaparan la atención el hundimiento de las objeciones del presidente Iván Duque a la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y el accidentado caso judicial por narcotráfico de Jesús Santrich, quien al cierre de esta edición había recuperado su libertad. Pero la dura carta que le envió Timochenko a Iván Márquez vuelve a poner sobre la mesa los esfuerzos de los exguerrilleros por consolidar su tránsito a la vida civil en los territorios.

Lo que pase en los próximos tres meses en los 24 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) determinará el rumbo que el Gobierno le dará a la estrategia de reincorporación. En efecto, el 15 de agosto vence la figura que creó estas zonas y permitió a los excombatientes sentar los cimientos de su camino a la legalidad.

La mayoría de las bases se mantienen firmes en su intención de paz, y ya andan enrutadas en una vida muy diferente a la que tuvieron durante largos años. Aunque muchos de ellos no permanecen en los ETCR, han empezado a construir su futuro en otras zonas, con nuevos proyectos impulsados por el Gobierno y la comunidad internacional.

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La realidad política del país es una y la vida en el terreno, otra. Hace unos días, visitaron la zona veredal de Llanogrande empresarios antioqueños como Rafael Aubad, presidente de Proantioquia; Ricardo Sierra Moreno, presidente de Celsia; María Mercedes Barrera, directora de la Fundación Sura; Santiago Echeverri, director de Desarrollo Sostenible de ISA; María Adelaida Pérez, gerente Corporativa del Grupo Bios; Ana Mercedes Villegas, directora de la Fundación Grupo Argos; María Clara Piedrahíta, directora de la Fundación Nutresa, y David Villegas Torres, director comercial de Haceb. En ese lugar los exguerrilleros viven en comunidad con quienes antes habitaban el territorio.

En mutatá los excombatientes construyeron placahuellas de acceso a la zona gracias a recursos que les dio el municipio.

“Yo creo que en el terreno están muy comprometidos, empezando por el Ejército y la Policía, que están convencidos de que no debe haber regreso. Están seguros de que lo más importante es que todos, incluido el Gobierno, podamos cumplir con el proceso de reincorporación, y es que allí en Llanogrande tienen muchos proyectos productivos y ahora solo están a la espera de que los establezcan para obtener mejores condiciones”, le dijo Aubad a SEMANA. Para él, sorprende que estén haciendo innovaciones que no se esperaban; por ejemplo, que hayan construido una especie de hostal para recibir gente que quiere hacer turismo ecológico, todo con materiales de la zona; tienen sembradíos de tomate y lulo, y una fábrica de arepas. “Es sorprendente. En la visita yo sentí que ellos están más en el país real que en el político”, agregó el dirigente.

Pacho Chino y Élmer Arrieta fueron claves en la guerra, y se han convertido en líderes del proceso de reincorporación.

Y es que en el caso de Antioquia, las zonas veredales han sido altamente productivas: hay iniciativas de turismo, agricultura, textiles, apicultura, piscicultura y hasta en Mutatá los excombatientes construyeron, con sus propias manos, placahuellas de acceso al espacio veredal gracias a los recursos que les entregó el municipio.

Manuel Antonio González, conocido en la guerrilla como Élmer Arrieta, forma parte de la dirección Nacional del partido Farc. Dice que le apuestan por completo a la paz, aunque sí les generan dudas los ataques que ha recibido la JEP y el caso de Santrich, en el que aparecieron pruebas después de negada la extradición.  

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“La gente está muy optimista. Yo visito constantemente las zonas veredales y veo que los proyectos van muy bien. No nos vamos a quedar quietos, sea mediante la intención del Gobierno de implementar los acuerdos como están escritos o por nuestro propio medio, con la ayuda de organizaciones, empresarios y nuestro cooperativismo. Por ejemplo, acá en Medellín vamos a sacar una iniciativa de hostería, restaurante y ecoturismo. También estamos montando talleres de motos. No nos quedamos quietos, pero sí le pedimos al Gobierno ponerse la mano en el corazón”, dice González.

Sur del país

Pero esta situación no solo existe en Antioquia. Al suroeste del país (Nariño, Cauca y Valle), el acuerdo creó cinco zonas veredales en las que hay en promedio 1.500 exguerrilleros. Y allá se ve que tienen el ferviente deseo de continuar encaminados hacia la paz.

Precisamente en esa región del país se encuentra una de las zonas que el Gobierno tuvo que reubicar porque las obras nunca se ejecutaron. Se trata del proyectado en el municipio de Policarpa (Nariño), pero los exguerrilleros fueron reubicados al sitio de concentración levantado en Patía (Cauca). Por eso sorprende que, pese a los tropiezos, buena parte de la exguerrillerada siga intacta en su intención de apostarle a la paz. Al menos por ahora, no parece haber conatos de deserción. “Hicimos un acuerdo para cumplirlo y, partiendo de esa línea, estamos sujetos a lo que determinen los voceros de partido”, expresa Jean Carlos Moreno, un excombatiente que coordina el ETCR de Caldono, Cauca.

Moreno hace énfasis en recordar que quienes formaron parte de esa guerrilla “somos de ética y eso nos lleva a que nuestra palabra vale por diez, y por eso tenemos el compromiso ético de cumplir con el acuerdo”. Dice además que los reincorporados se trazaron una meta importante en reparar el daño causado durante el conflicto, en aquellos territorios que justamente hoy comparten.

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Similar postura tiene Enrique Obrero, otro excombatiente que ahora participa en el ETCR en el municipio de Buenos Aires, Cauca. Para él, no es extraño que aún se mantenga la disciplina y la coherencia de las bases de lo que antes eran las Farc, por una sencilla razón: “Todas nuestras decisiones son consultadas o consensuadas con los miembros de base; es lo que llamamos centralismo democrático”. Pero más allá de las recientes fisuras de los voceros negociadores del partido Farc, en realidad le preocupa la respuesta ineficaz de este Gobierno en torno al proceso de paz. “En público a todo le dicen sí; pero por dentro no mueven un dedo”, dice. Agrega que si bien hoy se puede admitir que existe desconfianza en el proceso, “también hay que añadir que hay voluntad de no volver a las armas”.

Yesid Guevara, otro excomandante guerrillero, participó en la columna móvil Daniel Aldana de las Farc, tuvo influencia en Nariño, y participó en la ETCR de Tumaco. Pero ahora está por fuera rehaciendo su vida como civil y no cree que los problemas actuales del proceso de paz conlleven a deserciones masivas. Porque, como concluye, “hay compromiso”.