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Los nuevos cacaos

La última generación de los Nule están en todo: acueductos, empresas de energía, gas domiciliario y concesiones viales. Y ahora van por el Canal de Panamá, el tercer canal de televisión privada y la vía Commsa.

23 de septiembre de 2006
Facturan mÁs de 200 millones de dólares anuales, emplean a 5.000 personas, están presentes en varios países de américa latina y han construido unas 2.000 obras de infraestructura

Son jóvenes, millonarios y talentosos. En tiempo récord han construido un conjunto de más de 30 empresas que facturan más de 200 millones de dólares anuales, emplean a unos 5.000 trabajadores, están presentes en varios países de América Latina y tienen en su hoja de vida más de 2.000 obras de infraestructura dentro y fuera de Colombia. Son los Nule, una nueva generación de empresarios costeños que se está convirtiendo en un flamante grupo económico. Y que si sigue así como va, a la vuelta de 20 años podría llegar incluso a convertirse en el sindicato costeño.

A la cabeza de este jugoso emporio están Guido, Manuel y Miguel. El primero es un barranquillero de 32 años, hijo del ex ministro de Minas, Guido Nule Amín, y administrador de empresas de la Universidad Javeriana de Bogotá. Sus primos, Manuel y Miguel Nule Velilla, tienen 34 y 37 años, son ingenieros civiles de la Universidad de los Andes y nacieron en Tolú, Sucre. Ellos son hijos de Miguel Nule Amín, ganadero de Sincelejo, ex gobernador de Sucre por el Nuevo Liberalismo y tres veces concejal de Barranquilla. No obstante, como ellos mismos dicen, "la política en nuestra familia no ha sido lo más exitoso", al referirse a los intentos fallidos de sus padres por llegar a cargos de elección popular, como la Alcaldía de Barranquilla. A esta ciudad llegaron hace muchos años del Líbano sus abuelos paternos, Miguel Elías Nule y Juana Matilde Amín, quien a sus 93 años todavía es la persona con la cual toman la mayoría de las decisiones.

La historia de estos tres jóvenes empresarios comenzó hace 14 años en Sincelejo. Allí fundaron en 1992, con plata prestada de sus padres, la empresa MNV, una firma de ingeniería civil con la que comenzaron construyendo redes de gas natural domiciliario en la Costa. A través de pequeños contratos para Surtigas, construyeron unos 1.000 kilómetros de redes en los departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar. Poco a poco fueron ampliando su experiencia con la construcción de vías, acueductos y viviendas de interés social.

En 1998, por razones de seguridad y en busca de mayores oportunidades de crecimiento, se trasladaron a Bogotá, en donde empezaron a realizar obras para el Distrito y el Instituto Nacional de Vías. Con el apoyo de uno de los mayores constructores de la Costa Atlántica, Horacio Mendoza, hicieron la ciclorruta de Fontibón. Después construyeron varios puentes peatonales, 40 vías urbanas y 25 parques regionales. "El negocio de la construcción era muy engorroso y no dejaba muchas utilidades", recuerda Manuel. "Hubo un momento en el que nos dejamos de pagar el sueldo por unos siete u ocho meses. Fueron tiempos muy duros", añade Guido.

Las cosas mejoraron cuando se metieron a la construcción de redes de distribución para la compañía española Gas Natural, a través de Gas Kapital. Esta empresa, fundada a finales de 1998, fue el negocio que aceleró la expansión de los Nule en Bogotá. Bajo la dirección de Guido -quien acababa de llegar de hacer su práctica en la empresa Enron de Houston-, Gas Kapital multiplicó su facturación en apenas un año. Hoy es la empresa que más le factura a Gas Natural en Colombia.

Esa buena relación con los españoles los llevó a Rio de Janeiro, en donde montaron una filial para extender las redes en esa ciudad. Allí se llevaron tecnología colombiana, es decir, redes de gas natural por tubos de polietileno, en lugar de los viejos tubos de acero que había en Brasil. Montaron redes en Ipanema, Barra, Leblón, Sao Conrado y otros barrios más de esa ciudad brasileña. Hoy por hoy la mitad de las redes de gas natural de Rio son obra de los Nule. Su empresa, Gas Kapital do Brasil, cuenta actualmente con unos 800 empleados y es la más grande en el sector construcción de redes de gas natural de ese país. Nada de eso, dicen, habría sido posible sin la labor de Miguel Nule Amín, el padre de Miguel y Manuel, quien desde que se exilió en Brasil por amenazas ha estado a cargo de la compañía.

Brasil les dio a los Nule experiencia internacional, capacidad financiera y cancha en otros países. Pero sobre todo, les dio caja. Y eso lo usaron para incursionar en otro negocio: el mercado de los servicios públicos. A través del consorcio Aguas Kapital, consiguieron a finales de 2002 un contrato con la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá por un valor cercano a los 60.000 millones de pesos para atender los clientes del norte de la ciudad. La tarea era operar toda la red de distribución de acueducto en esa zona: lectura, visitas, atención de daños, cortes, reconexiones, peticiones, quejas y reclamos. En una palabra, gestionar todas las inversiones que el acueducto hiciera en esa zona y encargarse de disminuir las pérdidas de agua.

Ese fue el primer pulso que tuvieron con empresas de categoría mundial como Aguas de Barcelona, a la que le ganaron la licitación de la zona norte. Como gestores de las otras zonas fueron elegidas firmas del tamaño de Empresas Públicas de Medellín y Aguas Azul, de Roma, lo que los puso a jugar en otras ligas diferentes. "Ese negocio fue excesivamente importante para nosotros, no desde el punto de vista económico, sino del de imagen y posicionamiento en Colombia", dice Manuel.

La experiencia que adquirieron en Aguas Kapital les sirvió para entender que, más allá de buscar contratos de construcción muy puntuales, lo que debían era concentrarse en otro negocio: las concesiones. Descubrieron que tenían que buscar contratos de largo plazo que les dieran solidez y la posibilidad de asumir la gerencia de sus propios proyectos. Con esa idea en mente nació Aguas del Alto Magdalena. Es la concesión del acueducto y alcantarillado de los municipios de Tocaima y Agua de Dios. Aunque pequeña, fue una decisión estratégica que les sirvió para pasar de gestores a operadores, toda vez que tienen a su cargo el recaudo.

El gran salto a la fama ocurrió cuando se metieron en otro negocio: el de las concesiones viales. En junio de 2004 los Nule se quedaron con la concesión de la doble calzada entre Bogotá y Girardot, el megaproyecto vial más importante del país. Su gran socio en esta empresa fue Alejandro Char, hijo del ex senador y empresario del Atlántico Fuad Char, cuñado de Guido Nule. Alejandro Char, a quien llaman 'el cuarto mosquetero', participó con el 25 por ciento de la concesión. Sus otros socios fueron la firma de ingenieros Vergel y Castellanos, creada en Cúcuta hace 15 años, y la firma cartagenera Álvarez y Collins, que con más de 25 años de trayectoria ha desarrollado varios proyectos viales en la Costa Atlántica.

Este multimillonario contrato por 882.000 millones de pesos estuvo rodeado de duras controversias. Primero se habló de la falta de experiencia de la firma en la construcción de túneles. Luego se denunció la extensión del contrato por el Ministerio de Transporte por varios años más. Pero nada de eso preocupa a los Nule, que hoy tienen a 222 personas trabajando en los 28 kilómetros que están intervenidos hasta el momento. Incluso se sienten orgullosos de haber logrado, por primera vez en toda la historia de Colombia, que la calificadora de riesgo Duffs & Phelps catalogara como Triple A (la calificación máxima que existe) los bonos de un proyecto de concesión antes de que éste comenzara. Fue tal el éxito de esos bonos que recibieron ofertas por casi medio billón de pesos, tres veces más de lo que necesitaban para hacer el cierre financiero del proyecto.

Cambio de frente

En medio de tanta carretera, acueductos y redes de gas, los Nule se interesaron por un negocio diametralmente diferente: la industria editorial. A finales del año 2004 compraron el 20 por ciento de la revista Cambio en un millón de dólares. Aunque vendieron recientemente esa participación a la Casa Editorial El Tiempo, fue una experiencia que les dejó muchas enseñanzas: "Estar rodeados, así fuera por segundos, de gente que se movía en los altos círculos de Bogotá nos sirvió para tener un aprendizaje forzoso de esta sociedad", cuenta Guido.

Y al parecer les quedaron ganas de tener un pie en los medios de comunicación. Los Nule están considerando seriamente la posibilidad de hacer inversiones en medios y jugar con todas las de la ley en este mercado. Probablemente van a participar en la licitación del tercer canal privado de televisión abierta, el negocio del que todo el mundo de las telecomunicaciones está pendiente, a dos años de terminarse la licencia de exclusividad de los canales de televisión Caracol y RCN.

Nada de eso significa que se hayan olvidado de su verdadera pasión: las grandes obras de infraestructura. Por eso fueron uno de los consorcios que licitaron para construir y modernizar el aeropuerto El Dorado, una obra de 650 millones de dólares para operar el terminal aéreo durante los 20 años que dura la concesión. Los resultados, como se sabe, no fueron los esperados. A pesar de su gran favoritismo entre la opinión calificada, los Nule perdieron la mano frente al consorcio encabezado por el ex ministro Luis Fernando Jaramillo y Aeropuertos de Zurich. "La depresión del aeropuerto aún no se nos ha pasado", dicen los tres con voz entrecortada.

Fue un golpe duro. Duraron más dos años trabajándole al tema día y noche y capoteando todo tipo de críticas y dardos, algunos de las cuales provenían de sus mismos competidores. Incluso, el día de la audiencia final, un representante de otro consorcio los acusó de tener abogados que defendían a paramilitares y sembró sobre ellos un manto de duda al respecto. A él lo van a denunciar penalmente.

Pero la de El Dorado no ha sido la única vez que han perdido una concesión. Hace dos años sufrieron otro revés cuando perdieron la licitación para los servicios de aseo de Bogotá. Dicen que "fue peor que perder la concesión del aeropuerto de Bogotá".

Pero no todo ha sido malo. Este año se quedaron con el 50 por ciento de la Compañía Energética del Tolima, Enertolima, luego de que el ganador de la subasta pública, la familia Ríos, les vendió su parte en 220.000 millones de pesos. Esta empresa factura, ni más ni menos, unos 100 millones de dólares anuales.

También ganaron la concesión del acueducto de Cúcuta por 20 años. Desde hace tres meses Aguas Kapital maneja los servicios de acueducto y alcantarillado de 131.000 cucuteños. Durante los dos primeros años de la concesión deberá invertir 20.000 millones de pesos y durante todo el desarrollo del contrato, unos 400.000 millones de pesos.

Una de las estrategias que les ha permitido a los Nule ganarse contratos de esta envergadura son las alianzas con socios extranjeros. Para los proyectos de agua trabajan en llave con la matriz de Aguas Kapital, que se encuentra en Cuba, en la región de Holguín. Para el proyecto de la doble calzada Bogotá-Girardot tienen como asistente técnico de la obra a Condux, filial del grupo mexicano Protexa, reconocido en su país por ser el mayor constructor de plataformas petroleras marinas. Para la concesión de El Dorado se asociaron con el grupo mexicano ASA, encargado de la construcción y operación del aeropuerto internacional de Ciudad de México y el de Guadalajara.

La incursión internacional

Aunque parezca inverosímil, los Nule van detrás de la ampliación del Canal de Panamá. Al menos así lo asegura Miguel, a quien sus socios señalan como el visionario de la familia. "La ampliación del Canal implica inversiones por más de 8.000 millones de dólares. Semejante nivel de inversión no se va a adjudicar en sólo contrato, sino en cientos de contratos", dice. Y tiene razón. Una obra de semejante envergadura implica trabajo por montones para los ingenieros civiles y constructores de todo el mundo.

Por eso, desde hace un tiempo, los Nule incursionaron en ese país. Hoy su firma MNV cuenta con contratos por unos 30 millones de dólares para la construcción de carreteras. Además están considerando seriamente la posibilidad de construir vivienda en el istmo, un sector en el que empresas colombianas como Cusezar han tenido gran éxito. Pero esa es sólo una disculpa para estar ahí; el objetivo es ayudar en la ampliación del canal. "Panamá está a una hora de Bogotá; quizá más cerca que Barranquilla. Allá tenemos unos contratos de obras que no son detrás de lo que estamos. Sabemos que en los próximos años va a haber procesos de contratación muy grandes", explica Manuel.

Panamá es sólo el principio y apenas una parte del mapa que tienen entre sus manos. Además de Gas Kapital do Brasil, los Nule tienen entre ojos a varios países de América Latina. Sólo hace un par de semanas, la firma ASA de México los invitó a participar en la construcción de un terminal aéreo de carga en Baja California, y a ir juntos en la concesión de otro aeropuerto similar en Carabobo, Venezuela. En Guatemala van a participar en dos concesiones viales por un valor de 600 millones de dólares; en República Dominicana presentaron ya una propuesta para la concesión a 40 años de la vía Santiago-Puerto Plata, con una inversión de unos 200 millones de dólares.

"Nosotros -dice Miguel- nos sentimos muy fuertes hacia el futuro, desde el punto de vista comercial. He estado viajando mucho y hay un mercado muy grande en Europa del este. Hay un mercado muy grande en África, hay un mercado muy grande en América Latina. Yo creo que la ingeniería colombiana unida puede competir fuertemente en cualquier lado".

Pero la cacería no es con escopeta. Hay otro negocio que estuvieron mirando, pero que dejaron pasar de largo. Es el caso de una concesión para administrar 14 aeropuertos de Perú. Guido cree que no están para meterse en todo lo que se les aparezca. "Consideramos que había que mirar muy bien las condiciones de ese negocio porque un proyecto con 14 aeropuertos, puede sonar muy bonito, pero terminamos concluyendo que no era una buena opción". Eran 14 aeropuertos pequeños, distantes y algunos tenían un flujo de vuelos muy bajo. En ese mismo orden de ideas ya descartaron su participación en la concesión del aeropuerto de San Andrés, en Colombia.

Su ambición ya tiene visos trasatlánticos. Tienen montada una firma en España, donde presentaron una propuesta para participar en seis procesos de licitación de parqueaderos. El más pequeño de ellos ya les salió el lunes de la semana pasada. Se trata de un contrato que llega al millón de euros anuales y que consiste en operar 23 plazas. "Yo creo que licitar en Madrid es ya ser insolente, explica Guido, pero hay que pensar en grande".

Se muestran muy confiados en que puedan participar en otros procesos en el exterior, ojalá de la mano de otros ingenieros y constructores nacionales, como en Brasil y en Guinea (África), donde según Miguel hay un proyecto de carreteras que vale 2.000 millones de dólares. "Y la plata está lista en un fondo de la Unión Europea. Uno puede competir allá, sin ningún problema", agrega.

Si en el exterior aspiran a crecer, con mucha más razón en Colombia. Quieren irse con todo en las 10 concesiones viales que aún están pendientes. De todas esas, hay una en particular que les hace agua la boca: la vía Tobia-Puerto Salgar, más conocida como Commsa, un proyecto de unos 2.000 millones de dólares que involucra la construcción de varios túneles y unos 500 kilómetros. Se trata de un trabajo que nadie ha realizado en el país.

Además de concesiones viales y de nuevos negocios en medios de comunicación, los Nule aspiran a seguir metidos en empresas de servicios públicos. Por eso no ven con malos ojos una posible participación en Aguas de Cartagena o, por qué no, en la compra de un paquete de acciones de la empresa Triple A de Barranquilla.

Toda esa combinación de olfato para los negocios y de halconería empresarial está convirtiendo esta generación de costeños en un nuevo grupo económico del país. Este es apenas el comienzo de los Nule. Unos jóvenes que sin haber llegado a los 40 años están haciendo empresa como no se veía hace mucho tiempo.