POLÍTICA

¿Los nuevos mejores amigos?

Se está hablando de mangualas entre Pastrana y Uribe, y entre Santos y Samper. ¿Qué tan reales son?

6 de abril de 2013, 11:00 a. m.
Pastrana y Uribe: a pesar de que están en tregua, todavía no están para tomarse una foto juntos. El hecho de que estén en guerra con Santos no quiere decir que se quieran entre ellos. | Foto: Daniel Reina

En política hay un principio universal: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Tal vez por eso la semana pasada el tema obligado fue el de las supuestas nuevas alianzas políticas. Por un lado estaría la de los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, quienes tienen un enemigo en común en el proceso de paz de Juan Manuel Santos. 

Y por el otro estarían el presidente Santos y el expresidente Ernesto Samper, quienes están acusados de tener como causa común la reelección del primero. La mancorna Uribe-Pastrana fue denunciada por Horacio Serpa mientras que la otra supuesta manguala, Santos-Samper, fue un dardo que tiró Pastrana para alborotar el avispero. 

Como las especulaciones en política son una obsesión nacional, los dos nuevos binomios dieron mucho de qué hablar. La verdad, sin embargo, es que ninguna es tan real como parece. Si bien la política es dinámica y son más frecuentes las volteretas que la coherencia, Uribe y Pastrana todavía no están para tomarse una foto juntos. 

Lo único que tienen en común es que ambos están furiosos con Santos, a pesar de que hasta hace poco tiempo el expresidente conservador se jactaba de que la mayoría de los miembros del gabinete era pastranista. Hoy está indignado porque siente que le quieren echar la culpa del fallo de la corte de La Haya mientras que Uribe está indignado por todo. Sin embargo, eso no significa que se estén queriendo entre ellos. 

Uribe ganó las elecciones presidenciales con la bandera de que lo que había hecho el gobierno de Pastrana en el Caguán era una vergüenza y ese fue el comienzo del distanciamiento. Hubo un intento de reconciliación cuando le ofreció a Pastrana la embajada en Washington, pero esa mano tendida se fue al traste con el nombramiento simultáneo de Ernesto Samper en la embajada de París. 

Este no solo produjo la renuncia de Pastrana sino la cancelación de la oferta a Samper. A esto se suman las incesables y feroces críticas que el expresidente conservador le ha hecho al de la seguridad democrática por los términos en que ese gobierno negoció la desmovilización de los paramilitares.  

Pero tal vez el trasfondo de toda esa pelea fue el hecho de que Álvaro Uribe con su política de mano dura y muchos puestos le arrebató el Partido Conservador a quien debía su jefe natural. Por todo lo anterior es muy probable que los dos expresidentes quieran que fracase tanto el proceso de paz como la reelección de Santos, pero cada uno por su lado, sin ponerse de acuerdo,  sin hablar entre ellos, ni estrategia en común, ni candidato en común. 

En medio de la comidilla política, hasta se lanzó la carta de un posible candidato de ese nuevo eje antisantista: Luis Alberto Moreno, actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.  Aunque en el pasado fue la mano derecha de Pastrana y en la actualidad es muy cercano a Uribe, esa especulación no tiene ni pies ni cabeza, entre otras razones porque Moreno es un hombre realista que no se enfrentaría al presidente Santos ni por la coyuntura política, ni por su buena relación con Santos, ni por los tiempos, ni por su compromiso con el BID.

La situación de Santos y Samper es diferente. Ellos sí tienen una relación cordial a pesar de las diferencias del pasado, que no fueron pocas  ni superficiales. Aunque Samper tuvo en contra a más de la mitad del país durante el proceso 8.000, tal vez el enemigo que más lo indignó fue Juan Manuel Santos. Porque así como la mayoría de contradictores quería que se cayera, el actual presidente trabajó activamente para que eso sucediera. Lo hizo liderando un proceso de paz que incluiría la desmovilización de la guerrilla y los paramilitares, el aval de la comunidad internacional y el retiro de la presidencia de Ernesto Samper. 

Esta iniciativa fue denunciada por el gobierno y nunca se concretó pero en su momento dejó una herida muy profunda. Hoy en día todo eso quedó atrás porque el expresidente muy inteligentemente decidió ‘amnistiar’ a todos sus antiguos enemigos. Además Santos fijó una agenda de gobierno de centro izquierda auténticamente progresista que permitió una identidad ideológica entre los dos. El tema de las tierras, las víctimas, el proceso de paz, la disposición a discutir la despenalización de la droga y la estirpe liberal del actual gobierno los han acercado. 

A Santos le conviene que lo apoye la corriente samperista y a Samper le conviene ser visto como aliado del gobierno. En este están personas muy cercanas al expresidente como su propio hijo Miguel, actual viceministro de Justicia, Juan Mesa, secretario general de la Presidencia, y María Ángela Holguín, canciller, lo mismo que entidades como la Cámara de Comercio, de Bogotá que preside Mónica de Greiff.  

A Santos, sin embargo, no le gusta ni le conviene la presentación de una alianza Santos-Samper. Él considera que no está aliado con nadie y que lo que busca es un respaldo amplio nacional de múltiples vertientes políticas y sociales, una de las cuales es el samperismo. Y a pesar de que ideológicamente ha sido más afín a Samper, el poder real en este gobierno lo tiene  César Gaviria. El expresidente, a través de Rafael Pardo y su hijo Simón, se tomó al Partido Liberal con reformas estatutarias controvertidas que dejaron a los samperistas por fuera del juego.

Por lo tanto, como el Partido Liberal es el socio más importante que tiene el presidente actualmente, si de hablar de alianzas se trata se podría decir que el principal aliado de Juan Manuel Santos es César Gaviria. Posiblemente es el único expresidente que tiene comunicación fluida con la Casa de Nariño y varios nombres cercanos a él como Rafael Pardo, Fernando Carrillo, Humberto de la Calle, Miguel Silva, y Manuel José Cepeda están en el alto gobierno o colaboran con él.  

Esto para no mencionar el hecho de que el oficialismo liberal disfruta el grueso de la torta burocrática. El noviazgo va viento en popa y para consolidarlo el jueves pasado Simón Gaviria invitó a los ministros, alcaldes y gobernadores liberales a una comida en su casa con el presidente Santos. En esta quedó claro que los liberales apoyan el proceso de paz y que están dispuestos a poner toda su artillería política al servicio de la reelección. 

Las dos mangualas de la semana pasada, por lo tanto, son más el producto de la fantasía de los enemigos o el deleite de la chismografía política que de movimientos políticos concretos. Pastrana y Uribe, a pesar de que están en tregua, no se quieren y es prácticamente imposible que  se vayan a unir contra Santos oficialmente. Y Santos y Samper no son piloto y copiloto, sino piloto y pasajero. En política muchas veces las denuncias y teorías acaban siendo globos al aire. Los dos supuestos nuevos binomios de la semana pasada no son más que eso.