PORTADA
Los pecados de mi padre
El hijo de Pablo Escobar les pide perdón a los hijos de Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara. Secretos de esta histórica reconciliación.
Tal vez una de las figuras bíblicas más poderosas es la del perdón. Y cuando se da en un escenario terrenal suele tener un efecto estremecedor. En Colombia, hasta ahora, el episodio más recordado es el de Antanas Mockus, cuando se lavó en la pila del Parque Nacional para demostrarles a los bogotanos que estaba arrepentido por haber dejado tirada la Alcaldía. Y le salió bien. El otro caso es el de Salvatore Mancuso, quien en vivo y en directo por televisión, con lágrimas pidió indulgencia a sus víctimas.
Pero sin duda, de todos esos capítulos, el que promete dejar una marca más singular en la historia es el perdón que les pidió a los hermanos Galán y a Rodrigo Lara el hijo de Pablo Escobar, el hombre que mató a sus padres. El próximo 12 de noviembre Juan Pablo Escobar -quien ahora se llama Sebastián Marroquín- presentará al mundo un documental que más parece una muy elegante manera de expiar las culpas en nombre del más temido criminal en la historia de Colombia.
La película, según quienes la han visto, dista mucho de ser una apología del capo de capos. El solo título del documental, Los pecados de mi padre, ya da buenas pistas de su contenido. La semana pasada, los televidentes de todo el mundo pudieron apreciar, vía CNN, una escena del filme que resulta ser muy simbólica. Sentados en una silla de un parque en Buenos Aires, Argentina, aparecen Juan Pablo, quien se cambió el nombre por el de Sebastián Marroquín, y el hijo de Rodrigo Lara Bonilla, el hoy senador Rodrigo Lara Restrepo.
Para entender el poder de esta imagen hay que recordar que en abril de hace 25 años, el entonces ministro Lara Bonilla llegó agonizando a su casa luego de que sicarios de Pablo Escobar lo abalearan, y su hijo Rodrigo, en ese entonces un niño de 8 años, abrió la puerta y se montó con él en el carro para acompañarlo hasta la clínica donde falleció.
En el fragmento que transmitió CNN, Juan Pablo Escobar dice: "Finalmente todos somos huérfanos". Y Lara le responde: "El pasado es duro. Pero lo importante es que usted es un hombre bueno, un hombre de paz. Yo soy un hombre bueno, un hombre de paz. Eso es, pa'lante hermano". En ese momento se dibuja una sonrisa de satisfacción en el rostro de Escobar y se dan un cálido abrazo.
La imagen impacta. Tiene una potente carga simbólica en un país que como Colombia que lleva 30 años en guerra por el narcotráfico. "El abrazo, el acto de perdón, no fue gratuito. No lo vi como el hijo del asesino de mi papá. Lo vi como una víctima más de la violencia. De la tragedia que ha vivido este país", le explicó Lara a SEMANA.
Se trata de una peculiar manera de hacer las paces. Y tal vez no se podría haber dado de otra manera. Con la extravagante vida que llevó Pablo Escobar y el tamaño de sus atrocidades, no es extraño que el desenlace de su historia se esté dando en el cine. De cierta manera esta película se puede convertir en una epopeya del perdón en Colombia.
No es un simple dato el hecho de que en los créditos del documental los que figuran como protagonistas son Sebastián Marroquín, los hermanos Galán -Juan Manuel, Claudio y Carlos Fernando- y Rodrigo Lara.
La carta
La historia de cómo llegaron a este punto es también particular. La idea se le ocurrió a un argentino, Nicolás Entel, que con su opera prima Una orquesta típica, ganó gran reconocimiento en varios festivales de documentales del mundo. La mamá de Entel había sido profesora de Sebastián Marroquín en Buenos Aires y por esa vía el joven cineasta pudo acercarse a la familia de Pablo Escobar.
El proyecto de la película comenzó a rodar en 2005. Y se mantuvo en secreto hasta la semana pasada, cuando la reportera estrella de CNN, Christiane Amanpour, rompió el silencio al presentarla como parte del especial que hizo sobre el regreso de la violencia a Medellín.
Entel contactó a los hermanos Galán y a Rodrigo Lara a mediados de 2007. Curiosamente los cuatro habían regresado al país luego de varios años en una suerte de exilio y ahora todos trabajan en el sector público: Juan Manuel Galán y Rodrigo Lara como senadores, Carlos Galán como concejal y Claudio Galán como secretario de Planeación de Cundinamarca. Entel rompió el hielo contándoles lo difícil que ha sido la vida para Sebastián Marroquín y su familia. Y luego les explicó que uno de los ejes del documental era el paralelo entre la vidas de los Escobar y las de ellos.
Las experiencias con películas anteriores sobre el capo no habían sido gratas para los Galán. Y básicamente, lo que le exigieron, es que no fuera una película amarillista y mucho menos una apología del capo. Después de ver lo que han visto creen que no se equivocaron. "Es un trabajo sin precedentes sobre lo que ha pasado en Colombia en los últimos 25 ó 30 años", dice el hoy concejal Carlos Galán.
Uno de los momentos de mayor suspenso en la película se dio en agosto del año pasado. El director, en uno de los más de 30 viajes que hizo a Colombia en estos cinco años, les informó a los hermanos Galán y a Lara que traía una carta para ellos de parte del hijo de Escobar. Se reunieron en la casa de Claudio y la leyeron en el computador.
El documento es un testimonio impresionante. "Nunca tuve tanto miedo como hoy para escribir una carta", les dice Sebastián Marroquín. "¿Cómo le escribes a una familia a la que tu padre le causó tanto daño? ¿Cómo puedes aún pedir perdón sin ofender? ¿Cómo es posible aparecer y mirar a los ojos de los hijos de unos líderes que prometían sacar adelante a tu propio país?". (ver 'La carta que rompió el hielo' página 32).
Personas del equipo de producción de la película dicen que Sebastián había hecho una carta más extensa, pero la recortó "a regañadientes" a cinco páginas.
Carlos Galán recuerda lo que sintió cuando terminaron de leerla. "Para mí fue un impacto fuerte. Uno no sabe qué pensar. ¿Tengo derecho a perdonar? ¿Hay algo que perdonarle a esta persona por los crímenes de su papá? Sabíamos que era un mensaje importante para Colombia que nos trascendía a nosotros".
"Él ratificaba lo que hemos venido viendo a lo largo de los años: que los hijos de los narcotraficantes heredaban su sino trágico. Él es otra víctima de su propio padre. Yo me acordé en ese momento de que mi papá decía que las primeras víctimas de los narcotraficantes son sus mismos hijos y su familia. Y apenas ahora entendí lo que nos había querido decir".
El encuentro
Esa carta era el abrebocas de lo que sería el plato fuerte y cierre del documental: un encuentro de Juan Pablo Escobar con los hijos de quienes habían caído por las balas de su padre.
Para Escobar, volver a entrar a Colombia no era fácil. Primero porque temía que en Medellín todavía quedara gente que quisiera matarlo. Y segundo porque no sabía si aún tenía líos con la justicia. Un reconocido abogado de Bogotá le ayudó a resolver la segunda duda. En cuanto a la primera, prefirió no arriesgarse y decidió regresar al país, para grabar el documental, por la frontera con Ecuador.
Esa fue la misma ruta por la que había salido despavorido con su familia en noviembre de 1994. Casi un año después de la muerte de su papá. Nadie quería verlos en Colombia, los sacaron del exclusivo barrio de Santa Ana de Bogotá y en Medellín los enemigos de su padre querían también acabar con toda la estirpe.
Una anécdota, que cuenta el senador Lara, demuestra el grado de miedo que embargaba a Sebastián cuando vino el año pasado para el encuentro con los hermanos Galán y con Lara. Un día cualquiera, el senador manejaba su camioneta de dotación, blindada y con vidrios polarizados, por las calles de la zona colonial de La Candelaria. De pronto vio a Sebastián como un turista más con gafas y tomando fotos. Lara frenó en seco para saludarlo y al abrir la puerta, el susto de Sebastián fue tal, que Lara tuvo que gritarle "Sebastián, soy yo". Y éste, cuando recobró el aliento, le dijo: "Casi se me va el mundo".
"La cita para el encuentro era en el hotel en que se estaba quedando Marroquín. Un hotel 'boutique' en la 116 abajo de la 15 en Bogotá", cuenta Juan Manuel Galán. "Cuando él bajó se le sentían los nervios. Arrancó diciendo que era muy difícil pedirle perdón a una familia a la que se le había hecho un daño tan grande. Y luego hizo un reconocimiento de mi papá, de la lucha que había dado y dijo que su muerte había sido una pérdida muy grave e irreparable para Colombia".
"Luego yo tomé la palabra y le agradecí. Y ahí se me hizo un nudo en la garganta. Le dije que no teníamos nada que perdonarle. Porque él es ajeno a lo que hizo Pablo Escobar. También volví a decirle que no queremos que todo esto se interprete como una renuncia a que se haga justicia y se conozca la verdad. Porque su padre no fue el único involucrado".
"Él dice que acepta que no tenemos nada que perdonarle. Pero que como es el único que puede hacerlo, expresa esa solicitud de perdón a nombre de su padre". La reunión comenzó a las 7 de la noche y se extendió hasta poco más de las 10:30. El ambiente se fue aflojando y Sebastián les contó todo tipo de anécdotas de lo que padeció con su hermana y su mamá, viajando como judíos errantes, antes de poder asentarse, en Argentina, el día de Navidad de 1994 (Ver recuadro Una tarde con el delfín de Pablo Escobar).
Los Galán y Lara, a su vez, le contaron que tampoco les había tocado una vida fácil en esa especie de exilio. "Yo me quejo de mis dificultades, pero no me atrevo a compararlas con las suyas", se disculpó Sebastián. Al final, se dieron la mano y un abrazo. La fotografía del encuentro hoy es el fondo de pantalla del computador del hijo de Pablo Escobar.
Sintieron un alivio
El documental dejó de ser un registro de hechos ya ocurridos y comenzó a tomar vida propia. Estaba el mismo propiciando un hito en la historia. Ese apretón de manos y ese abrazo no sólo le quitaron un peso de encima a Juan Pablo Escobar. También fueron un alivio para quienes habían sufrido a su padre.
"Cuando salimos de la reunión yo sentí como un alivio", dice Carlos Fernando Galán. "Al principio, cuando asesinaron a mi papá, sentí una rabia muy fuerte. Tanto, que cuando mataron a Pablo Escobar alcancé a sentir cierto descanso. Que hoy me parece absurdo. El poder sentarme con el hijo de Escobar me permitió darme cuenta de que ese odio no lo tengo por dentro. Y eso me tranquilizó".
"Él perfectamente podría haberse convertido en un matón vengando la muerte de su padre. Pero eso habría sido lo más fácil. Decidió hacer lo más difícil: con este documental asume el costo de salir de su anonimato".
Su hermano Juan Manuel también cree que es un gesto de reconciliación muy importante. "Oyendo hablar a Marroquín se entiende lo difícil que ha sido la vida para él. Para nosotros ser hijos de Galán es una bendición. Para él ser hijo de Escobar es un estigma". Y anota que es un mensaje para el país. "Esto es una renuncia al odio, a esos odios heredados, pero no es una renuncia a la justicia y la verdad. En Colombia a veces ocurren cosas muy extrañas. Hay un asesinato y las víctimas salen a decir que perdonan a los asesinos. En lugar de decir queremos justicia, queremos verdad. Y en ese sentido, el reconocimiento que hace Marroquín de que el crimen sí existió es muy importante".
Por su parte, el senador Rodrigo Lara recuerda que cuando mataron a su padre él sintió un "odio absoluto", decía "es sólo cuestión de que yo crezca para vengar a mi padre". "A mi papá lo mataron hace 25 años. Los nueve meses que él estuvo en el Ministerio de Justicia los recuerdo como una época siniestra. Las amenazas eran de todos los días. Lo llamaban y le decían que sus hijos Jorge, Pablo y Rodrigo están saliendo a tal hora y no podrá volver a verlos. Ese día él llegó a la casa muerto. Y yo, con 8 años, lo ayudé a cargar, a montar al carro, a subir a la camilla. Pero haber vivido fuera del país nos ha permitido evacuar los odios. Y si algo nos queda claro es que los círculos de violencia no se pueden repetir. Aunque no tenía nada que perdonarle a Sebastián, me pareció que estrecharle la mano, darle un abrazo, era mandarle un mensaje de reconciliación al país".
Y Sebastián Marroquín...
El impacto para Sebastián Marroquín, el hijo de Pablo Escobar, ha ido más allá del alivio. En la película se puede apreciar una verdadera metamorfosis en su aspecto físico. En las primera imágenes, se ve con el pelo largo y bastante pasado de peso. Y en las del final, luce como en las fotos que ilustran este artículo y que fueron tomadas el viernes pasado en su oficina en Buenos Aires.
Sin duda se convirtió en una catarsis para él. Sebastián fue el de la idea de contar toda la verdad en el documental. "Porque si se empieza a disfrazar esta historia, una historia tan dura y tan cruda como la que vivimos todos los colombianos, volvemos a cometer los mismos errores", les ha dicho.
El documental se estrena en 20 días en el festival de Mar del Plata y luego irá al de Ámsterdam. El 10 de diciembre se verá en Colombia.
Pero ¿por qué decide embarcarse en este proyecto cuando podía dejar su pasado en el olvido? ¿Por qué 15 años después de estar luchando por "el privilegio de no ser nadie" decide volver a ponerse en el ojo del huracán?
"Yo lo hago porque no he querido renunciar a mí país -le dijo a alguien que lo conoce muy bien-. Yo quiero recuperar la posibilidad de elegir volver un día a mí país. Y que dejen de vernos como una amenaza".
El director del documental, Nicolás Entel, cuenta que una vez Sebastián Marroquín se miró en el espejo y se asustó. De pronto vio en él una pose muy parecida a la de su padre. Y se dio cuenta de que puede llegar a tenerle miedo a su propia estructura genética. Pero lo importante es que lo tiene claro.