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“Los voy a poner a ver candela”: las interceptaciones que revelan la crueldad de los coyotes colombianos
SEMANA obtuvo audios que revelan cómo los mercaderes de migrantes cobran hasta 18 millones de pesos por cada extranjero que llevan a la frontera con Panamá, a través de las “rutas de la muerte”.
Colombia, por su ubicación estratégica, se ha convertido en unos de los principales países para el tráfico de migrantes, muchos de ellos provenientes de África y de Haití, dispuestos a todo, incluso a perder su vida con tal de cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos. SEMANA tuvo acceso a información de inteligencia y comprometedores audios que dan cuenta de cómo se maneja este macabro negocio, en el que la prioridad es la plata sin importar los muertos que quedan en el camino.
Aprovechándose del desespero de los migrantes por llegar a Norteamérica, los denominados coyotes salen al acecho. Estos mercaderes despiadados tienen tarifas ya establecidas. Por cada ilegal, reciben cerca de 18 millones de pesos.
La ruta de la muerte
En una de las conversaciones obtenidas por SEMANA, dos coyotes reconocen que están llevando a los migrantes por la que es conocida como la ruta de la muerte o ruta del diablo.
“Vea cómo cogieron y se llevaron a los de Paquistán. Los han botado a un lado de Capurganá y les toca echar diez días a pie hasta un punto que se llama Maguita, donde llegan las lanchas pesqueras. Acá ese malparido del Paisa me dice que me tiene el propio para llevar a los migrantes, cobra 1,3 millones de pesos. Esos maricas están ganando de mera parla, cuando lo que tienen que hacer es llegar a Capurganá y por el río los mandan a Panamá. El problema es que nadie los quiere recibir, el que los reciba lo matan”. Habla alias Don Iván, uno de los coyotes que tiene su red de tráfico de migrantes en Nariño.
En otro aparte de la conversación interceptada por las autoridades, el mismo coyote reconoce los riesgos: “Se llama la ruta de la muerte porque durante cinco días pueden cargar su alimento, pero el resto de días cómo hacen, en la selva no pueden comer ni tomar agua”.
Esta información fue obtenida tras desarticular una de las principales bandas dedicadas al tráfico de migrantes denominada los Errantes. Para el director de la Dirección de Investigación Criminal (Dijín), general Fernando Murillo, era una de las mafias más peligrosas del país que se dedican a ese negocio, en el que alias el Poli, el cabecilla, ya había sido judicializado en el pasado por estos delitos.
“Se pudo evidenciar que las personas, en su mayoría de África y de Asia, ingresaban al continente por Suramérica y, estando en Ecuador, tenían los contactos para ser trasladados hacia el Urabá. Toda la travesía dura casi un año hasta llegar a los Estados Unidos”, señaló el oficial.
Los coyotes prestan toda la logística para llevar a los migrantes evadiendo a las autoridades, sobornando funcionarios, pagando peajes a las estructuras criminales por donde tienen que cruzar, como es el caso del Urabá, en donde delinque el Clan del Golfo.
Una de las rutas identificadas por las autoridades tiene su punto de partida en Porto Belo, Brasil, a donde llegan en barco desde India, Nepal, Bangladesh y otros países. Ahí comienza el mortal recorrido en el que soportan los peligros del viaje y los abusos de sus guías, que les van sacando dinero en cada “peaje”.
Para llegar a Panamá recorren Brasil, Perú, Ecuador, y desde este último país entran de manera ilegal a Colombia por las más de 68 trochas que hay en esa zona de frontera. Desde Rumichaca toman carretera en buses intermunicipales, de turismo o carros particulares, organizados por los coyotes. Tienen que evadir los controles en Ipiales y Pasto, Nariño; en Popayán, Cauca; en Cali, Valle del Cauca; en Medellín y Necoclí, Antioquia, en donde son montados en pequeñas lanchas. Si tienen suerte, llegan al Tapón del Darién.
Los riesgos son evidentes como se escucha en otro de los audios: “Ese man (lanchero) hizo una cagada horrible, tiró esa gente (16 migrantes), en playa Soledad (Antioquia), allá no los recoge nadie”, le dice el coyote a alias el Poli, quien era el cabecilla de una de las más poderosas redes de tráfico de migrantes recientemente desarticulada por la Dijín.
El Poli le pregunta por qué nadie los recoge, y su interlocutor le contesta sin ningún titubeo: “Porque los tienen los paracos”. “Ah, marica”, contesta el Poli al notar la gravedad del asunto.
El coyote le reclama al Poli: “Yo les dije que acá en Capurganá no se puede hacer escándalo con eso, cómo van a cometer esa cagada”. Incluso el Poli pregunta si hay forma de hablar con alguien, y el coyote le responde: “Hermano, no, si allá están los comandantes y al que cojan con eso lo matan”.
Sin importarles el riesgo en que pusieron la vida de los migrantes, entre los que se encontraban mujeres embarazadas y niños de brazos, la conversación sube de tono y el cabecilla advierte que lo único que le importa es la plata.
“Yo le voy a decir las cosas claras: a mí no me gusta perder plata, hermano, yo pago para que hagan las cosas bien. Le mando el número de cédula para que me paguen. No quiero que se me pierda un hijueputa peso”.
¿funcionarios corruptos?
Una de las preguntas que se hacen los investigadores es cómo logran atravesar el país con migrantes sin que los detecten. De acuerdo con las interceptaciones en poder de las autoridades, habría participación de servidores públicos sobornados con el dinero de estas redes ilegales, que les advierten sobre los operativos.
Alias el Trapo, otro integrante de la red, quedó al descubierto cuando le avisó al Poli que dos camionetas de Migración Colombia iban hacia Turbo, Antioquia, a realizar operativos.
“Oiga, salieron al mediodía dos camionetas para allá; si hay migrantes, los puede mandar, pero con suavena, que no vayan a decir nada. Esas camionetas salieron para allá para Turbo (Antioquia), iban dos adelante, dos atrás. Si alguna cosa dígale que no tiene contactos con nadie, porque nos embalamos y embalamos a los manes (funcionarios)”.
Escapando del horror
Otra interceptación demuestra que incumplirles a los coyotes puede costar la vida. En Nariño, la misma red de tráfico intenta arreglar un inconveniente con extranjeros que se fugaron sin pagarles en Ipiales. Dos haitianos se les escaparon de una casa donde prácticamente los tenían secuestrados por la deuda que tenían.
Así queda claro en una interceptación a alias Don Iván, con otro integrante de la red. “Mijo, hágame un favor, esos malparidos negros se me escaparon de allá de la Victoria, hijueputa, dónde se habrán metido (…) Esos maricas me deben 6 millones, dales una vuelta con la moto, si los coges, los tienes ahí porque los voy a poner a ver candela”. Le responden: “La verdad, no sabemos cómo se fueron, marica, mi tío me dice que no encontraron ni un carro”.
Misterio sin resolver
Para las autoridades resulta claro que estas organizaciones tienen tentáculos en el exterior, y siguen la pista de la misteriosa llegada de tres ciudadanos de Sri Lanka de quienes no se volvió a conocer su paradero luego de que estuvieron en las manos de las poderosas redes de tráfico de Colombia.
Se trata de Raviskanth Rasadurai, Jesinthan Yoganthan y Nilaroopa Nimalkumar, quienes entraron por la frontera con Ecuador, hicieron el recorrido para llegar hasta Necoclí, en donde habrían permanecido cerca de 200 días. Solamente volvieron a tener información de Rasadurai, pues las autoridades de Montreal, Canadá, informaron del intento de ingreso con documentación falsa.
Este migrante fue enviado a México, y en la frontera con Estados Unidos fue capturado por intentar ingresar por una zona donde los coyotes de Colombia le habían indicado. Para las autoridades esta es la prueba de los tentáculos de carácter internacional de dichas redes.
Lo cierto es que el flagelo del tráfico de migrantes en Colombia parece estar lejos de desaparecer. Hoy Necoclí, en Antioquia, vive una crisis humanitaria por el represamiento de cerca de 25.000 extranjeros que buscan a toda costa llegar a la frontera con Panamá, y, de ahí, seguir su travesía hasta Estados Unidos para alcanzar el llamado sueño americano, sin importar que la muerte les aparezca en ese intento.