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Mafia: la historia de Marihuano el despiadado capo de Otoniel
No usaba computadores para no dejar rastro digital de sus operaciones. A la vieja usanza llevaba las cuentas en sus cuadernos y se los enviaba a su jefe por medio de correos humanos.
No le sirvieron los rezos, rituales y amuletos que le imponía su santera personal. El domingo, Nelson Darío Hurtado Simanca, alias Marihuano, mano derecha de alias Otoniel, máximo jefe del Clan del Golfo, fue sorprendido en su guarida por un comando de operaciones especiales de la Policía y murió en el enfrentamiento. SEMANA revela los íntimos secretos de su carrera criminal, su forma de operar y hasta su cuaderno de cuentas.
Marihuano no usaba computadores. Escribía de su puño y letra la minucia de sus negocios, socios y exportaciones de cocaína para rendirle cuentas a su jefe. Su caída no es de poca monta, era el encargado de sacar por lo menos seis toneladas mensuales de cocaína hacia los mercados de Estados Unidos y Europa. Pasó por las autodefensas, se desmovilizó, pero rápidamente regresó a sus andanzas y creció vertiginosamente en el Clan del Golfo de la mano de Otoniel. Se convirtió en su hombre de confianza al lado de Jobanis de Jesús Ávila, alias Chiquito Malo, con quien estaba enfrentado. El clan está partido, cuentan las autoridades.
Al mejor estilo de Pablo Escobar, con libreta en mano Hurtado Simanca le reportaba a Otoniel. Más allá de un capricho, sabía que las autoridades le seguían los pasos y tenía claro que los computadores se convertirían en una caja de pandora que pondría al descubierto la minucia de las operaciones del Clan del Golfo, como ha ocurrido con la caída de otros capos. A sus hombres de confianza les decía “yo no uso esa mierda porque finalmente podría servir para que nos jodan”.
En su cuaderno se ve el inventario de pagos. Una página con fecha del 25 de diciembre del año pasado habla de negocios con narcotraficantes, a quienes se refiere por sus alias: Flaco 1, Flaco 2, Sangre, Conga. Están los porcentajes del botín que se repartían entre los narcos y el Clan del Golfo. Como constancia para las cuentas que tenía que rendir a su jefe, Marihuano tomaba fotos de los paquetes de 10.000, 8.000 y 5.000 millones de pesos que repartía en efectivo entre los miembros de la red mafiosa.
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Según los documentos, las ganancias se contaban por miles de millones. En tan solo una semana el escuadrón de Marihuano lograba mover hasta 400 kilogramos de coca con utilidades, según él mismo lo escribió en su cuaderno, por 4.856 millones de pesos. Tenía a su cargo comisiones en Norte de Santander y el Bajo Cauca, pero estaba consolidando la expansión hacia La Guajira y Magdalena para abrir camino a la exportación de coca desde Venezuela.
Marihuano fue construyendo una compleja filigrana criminal, él mismo escribió en su libreta que la nómina mensual ascendía a 1.204 millones de pesos. Era dueño de su cadena de lavado de activos y testaferrato. La mayor parte de sus utilidades estaba representada en un imperio compuesto de ostentosas fincas, apartamentos, lotes, casas, establecimientos comerciales, camionetas y ganado.
Brujería, drogas y amuletos
Hurtado Simanca apelaba a todo tipo de maniobras para escapar de las autoridades, incluso a la santería. Era habitual que hasta sus campamentos, ubicados en medio de la manigua por el Bajo Cauca antioqueño, llegara una mujer a quien él y sus hombres le rendían reverencia. Era su amuleto, su protección, pues sus rezos y conjuros, en los que utilizaba tierra de cementerios y huesos de animales, eran para Marihuano la clave para mantenerse con vida y coronar sus envíos de droga al exterior que ella misma rezaba.
En sus habituales visitas a los campamentos, la santera buscaba la manera de pasar desapercibida. Usaba pelucas, se cambiaba de ropa; era, a juicio de las autoridades, un camaleón. Llegaba siempre con apariencia diferente, le hacía un aro espiritual “para blindarlo de que no le dieran bala” y salía cargada con una bolsa repleta de dinero en efectivo.
Como resulta usual en los narcos, las mujeres eran su punto débil. Las prefería jovencitas y las llevaba hasta sus refugios desde diferentes ciudades. Las bacanales en las que consumía cocaína y licor a manos llenas las pagaba en efectivo. Les daba entre 30 y 35 millones de pesos con una sentencia: si decían algo, su familia moría. Marihuano hacía inteligencia de cada una de las visitantes para dejarlas advertidas.
También tenía debilidad por joyas y amuletos en oro. Fácilmente cargaba encima alhajas que valían más de 700 millones de pesos. Sus pistolas tenían el cañón fundido con oro puro y eran adornadas con diamantes y piedras preciosas. Era fanático de las peleas de gallos, a tal punto que en una de sus propiedades tenía 100 de estos animales a los que les apostaba duro. Casaba peleas en las que el botín llegaba hasta 200 millones de pesos.
La información de las autoridades da cuenta de que cómo el segundo cabecilla del Clan del Golfo coordinaba la estructura central Urabá y estaba al mando de unos 1.000 criminales en armas. Organizaba cumbres de narcotraficantes colombianos y extranjeros en Medellín, Montería y la costa atlántica, las cuales prefería hacer en piscinas para asegurarse de que no hubiera celulares y que las armas se quedaran en la mesa.
Consultado por SEMANA, el director de la Policía, general Jorge Vargas, dejó ver las fracturas en la organización criminal: “El Clan del Golfo se va a atomizar. Marihuano era la mano derecha y el contador de alias Otoniel. Sin él, la desconfianza dentro de esa estructura aumenta. Nuestro propósito es seguir debilitándolos y llegar a Darío Antonio Úsuga”.
Sobre el modo de operar de Marihuano, dijo que “los excesos y su comportamiento abusivo contra campesinos, mujeres y niñas demuestran su instinto depredador. Cuando acabamos con la carrera criminal de estos delincuentes acabamos con el terror para muchos colombianos”.
De pelea con Chiquito Malo
El general Vargas ha reiterado que la caída tuvo de fondo información dada por soplones. Las autoridades saben de un enfrentamiento a sangre y fuego entre Marihuano y Jobanis de Jesús Ávila, alias Chiquito Malo, el tercer cabecilla de la organización. Esta guerra ha sido clave para golpear al Clan del Golfo.
En un audio conocido por SEMANA, el propio Otoniel habla de la necesidad de cambiar mandos en sus estructuras. “A Javier organizarlo para cambiarlo a otro frente de segundo y ponerlo en otro lado, y mandarle otro segundo a Perea (...). De pronto cambiar a Perea y montar a otro comandante porque dicen que está muy quedado, Pueblo dice que ese man es muy quedado”, se escucha ordenar a Otoniel.
Antes de su caída, Marihuano envió un audio a Otoniel que confirma la tesis del resquebrajamiento en el Clan del Golfo. Se refiere a Chiquito Malo y le pide que le deje tomar el control de la operación de salida de droga por el Pacífico hacia Panamá.
“¿Qué más, patrón? ¿Cómo vas, hombre? Bien las cosas por acá gracias a Dios. Se me olvidó comentarte algo, güevón, lo que pasa es que por ahí me manda a decir Paca Mala y el Abuelo que si nos hacíamos cargo de Panamá, porque Chiquito Malo como que ya no quiere joder con eso”.
Marihuano deja claro que quiere manejar la operación de su rival en la organización y dice que “le mandan a decir que ese man de Chiquito quisque (sic) deja la estructura allá. Si vamos a tomar eso, ir bregando a cambiar toda esa gente y montamos unos comandantes que sean responsables, y cogemos ese control allá, ¿usted qué dice? Mándeme a responder esta memoria rápido porque yo estoy esperando, pa’ yo podele mandar a decir al Abuelo. De pronto podemos hasta trabajar por ahí por Panamá, ¿cómo la ve usted, jefe? Allá usted mismo monta su gente y cogemos el control. Esa gente de este güevon del Chiquito la sacamos. Nosotros no queremos esa gente”.
Marihuano era considerado uno de los narcotraficantes que más toneladas de cocaína ponía en el exterior. Con su caída, así como con las fracturas internas y los soplones, las autoridades aseguran que están más cerca de su principal objetivo: Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, quien desde hace más de 20 años ha burlado la persecución.