NACIÓN

Reliquias de narcos y farianos en el Yarí, ¿nuevos destinos turísticos?

Entre Meta y Caquetá, se resisten a desaparecer las ruinas de los emporios levantados por el narcotráfico hace más de 30 años.  Al Ataque, con Salud Hernández-Mora.

3 de marzo de 2020
Salud Hernández-Mora se interna en las sábanas del Yarí por las ruinas de las FARC y ‘Gacha’ Foto: SEMANA

Hace más de 30 años, cuando el país sufría la más cruenta época de la guerra contra el narcotráfico, los carteles de droga y la guerrilla levantaron en las sabanas del Yarí auténticas mansiones que se caen a pedazos, pero se resisten a desaparecer. 

 

Salud Hernández-Mora recorrió las ruinas de lo que antaño fuesen palacios de criminales. Entre Caquetá y Meta, en las solitarias planicies llaneras, se encuentran los vestigios del emporio guerrillero que forjó alias ‘Jorge Briceño’ o el ‘Mono Jojoy’. A la llamada Casa Roja la devora de a poco la maleza a un kilómetro de la vereda Playa Rica, donde organizaba fiestas, bebía wiski a pesar de su diabetes, exhibía sus lujosas camionetas robadas y caballos de paso fino. 

La construcción ha sido asaltada varias veces por guaqueros, que buscaban la enorme fortuna que escondían los comandantes guerrilleros, pero ahora solo permanecen en pie las paredes y los ventanales de madera, además de pisos en tableta fina. 

Poco antes de llegar a Playa Rica, un aviso anuncia las ruinas de un “colegio fariano”, cartel que hace parte del empeño por explotar el pasado y convertirlo en turismo de aventura y comunitario. 

También perduran las huellas de la mafia cocalera de la década de los 80. Casas, carreteras, escuelas y hasta las pistas de aterrizaje que usaba Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano’, para enviar droga a los Estados Unidos. 

Todas estas estructuras se resisten a esfumarse entre la maleza y hacen parte de una historia cruel que los lugareños ya no quieren sepultar. La idea es explotarlas como puntos de atracción que mezclan paisajes maravillosos con historia e incluso morbo. 

El viceministro de Turismo, Julián Guerrero, habló sobre la posibilidad de promover turismo en estos lugares y se mostró a favor de la tesis de que “el turismo tiene un poder para resignificar el pasado en una clave positiva y de visión de futuro”. 

“Es un tema controversial y obviamente uno quisiera que de Colombia solo se conociera lo bueno en el mundo, pero hay que ser honestos, no hay que esconder la verdad y la historia que hemos tenido, y eso mismo se puede desarrollar como un proyecto turístico”, explicó el funcionario. 

En ese sentido, trajó a colación los ejemplos de turismo en Polonia o Alemania, donde la gente va a visitar campos de concentración “no para hacer apología de lo que allí pasó sino a hacer memoria, a reflexionar sobre lo que el ser humano es capaz de hacer y eso ayuda a resignificar el pasado y a convertir algo trágico en una opción de vida para la gente”.