MARCHA

El llamado de los universitarios

Las multitudinarias marchas que convocaron los estudiantes en toda Colombia fueron fundamentales para que el país recuperara la fe en la paz.

8 de octubre de 2016
Más de 30.000 jóvenes, tanto del Sí como del No, se tomaron la plaza de Bolívar en un acto de reconciliación para acabar con la polarización en la que quedó sumido el país luego del plebiscito. | Foto: Cesar Carrión

La escena de miles de personas concentradas en la plaza de Bolívar de Bogotá gritando al unísono “queremos la paz” impresionó a muchos. Apenas unas horas antes, los colombianos seguían sumidos en el desconcertante resultado del plebiscito que evidenció la división del país en dos mitades. En ese contexto, una movilización social de tal magnitud era imprevisible. Pero sucedió: una cadena de mensajes que invitaba a marchar se tomó las redes sociales y el miércoles se materializó. Con los hashtags #PazAlaCalle #LaPazesImparable y #MarchaporlaPaz, redes de universitarios lograron convocar a 30.000 bogotanos a salir a la calle para pedirles al gobierno y a la oposición llegar a un acuerdo. Algo similar sucedió en otras ciudades del país y del exterior, donde los colombianos se manifestaron a favor de la paz.

El mensaje de las marchas fue claro: ni un paso atrás. Con antorchas y en silencio, a los jóvenes que salieron a la calle en Bogotá se fueron sumando personas de todos los niveles socioeconómicos, trabajadores, funcionarios y líderes de opinión. Los únicos que no tuvieron cabida fueron los políticos, a quienes los manifestantes les exigían una solución. Los mensajes en las pancartas eran directos: hay que buscar caminos de reconciliación; el proceso de paz debe reactivarse; los del Sí y los del No pueden convivir y es necesario que las Farc y el gobierno mantengan el cese al fuego bilateral.

El entusiasmo juvenil con encontrar una salida a la encrucijada que dejó el plebiscito contrasta con lo que indicaron las encuestas frente a su participación electoral. Así, la mayoría de las mediciones sobre la votación del pasado domingo evidenciaron que los jóvenes fueron los menos interesados en votar. Eso se explica por varias razones. Primero, porque en el país el porcentaje de menores de 25 que votan ha sido históricamente más bajo que el de los mayores de esa edad que van a las urnas. Segundo, los jóvenes de hoy han sentido con menor fuerza el impacto del conflicto armado. Según la última encuesta realizada por Ipsos Napoleón Franco una semana antes del plebiscito, mientras el 47 por ciento de los menores de 25 señaló que iba a votar, la intención de voto que manifestaron los mayores de 55 fue de 63 por ciento.

¿A qué se debió el éxito de esa movilización juvenil? Algo similar ocurrió en el brexit del Reino Unido: la débil participación en los debates previos a la votación contrastó con las multitudinarias manifestaciones contra el resultado. Quienes han analizado el comportamiento político de los jóvenes británicos coinciden en que la llamada generación de los milennialls reacciona ante eventos que los pueden impactar en el corto plazo. “Cuando se acude a los jóvenes para preguntarles lo primero que recuerdan de la cuestión política, resulta de ello, sintomáticamente, la alusión a acontecimientos precisos y no tanto a procesos o circunstancias con cierto tiempo de duración”, concluye un estudio del Taller de Jóvenes y Política de la Universidad de los Andes. De acuerdo con lo anterior, adquiere sentido la hipótesis de que si bien muchos de ellos no dimensionaron las implicaciones del plebiscito, cuando vieron de cerca la posibilidad de que el país volviera a la guerra decidieron marchar.

Con lo anterior coincide el jurista Rodrigo Uprimny, para quien las multitudinarias marchas estudiantiles significan que los jóvenes exigen respuestas. “Esas marchas fueron impresionantes por su tamaño y por su espíritu. Muestran a la ciudadanía, y especialmente a los jóvenes, movilizados en la defensa de la paz ya, y exigiendo a los líderes respuestas inmediatas. Esa presión ciudadana es importantísima para destrabar el proceso porque es una expresión democrática a favor de la paz que no puede ser ignorada”, afirma.

La inmediatez a la que se refiere Uprimny es quizá uno de los rasgos más representativos de esta generación a la que el mundo conoce como millennials. Estos jóvenes, nacidos entre 1980 y 2001, han demostrado en buena parte del mundo no responder a cánones sociales tradicionales y tener una aproximación distinta de la política, la economía y la sociedad. Poseen gran sensibilidad y conciencia a favor de temas sociales y medioambientales y, si bien se declaran apolíticos, defienden causas globales. El rechazo a la guerra es una de ellas.

Los milennialls se relacionan en buena parte a través de pantallas y en el terreno de redes sociales como WhatsApp, Instagram, Facebook y Twitter. Y aunque su obsesión por los displays dificulta sus encuentros cara a cara, cruciales en cualquier propuesta política, y en algunos casos le abre paso a la desinformación, les permite velocidad a la hora de hacer convocatorias y organizar eventos. Eso fue lo que sucedió el miércoles: mientras en mes y medio de campaña por el plebiscito ningún político logró llenar la plaza de Bolívar, una convocatoria orgánica, sin líderes identificables, colmó el centro de Bogotá de manifestantes.

La marcha de los jóvenes en un proceso político nacional no era tan evidente desde 1990, cuando los universitarios salieron a marchar a favor de la convocatoria de una asamblea nacional constituyente. Organizados en el movimiento de la Séptima Papeleta, fueron el motor esencial que le dio vida a la Constitución de 1991. Al igual que el miércoles, los jóvenes de ese momento promovieron una marcha del silencio en la que invitaban a la reconciliación y a la construcción de un nuevo pacto social. Su acción decidida para romper el ciclo de violencia por la vía del cambio institucional se materializó en un acuerdo político que profundizó la democracia. “Ellos son nuestro ejemplo. Si ellos lo lograron, ¿por qué nosotros no?”, dice Arley Gómez, uno de los estudiantes presentes en la movilización del miércoles en Bogotá.

Más allá de sus implicaciones prácticas, las manifestaciones de la semana pasada le dieron un nuevo aire a la búsqueda de la paz y se convirtieron en una especie de mandato popular para el gobierno, las Farc y la oposición. Con ellas quedó atrás la idea de que fueron los partidos, y no los ciudadanos, los que se movilizaron en el proceso electoral del 2 de octubre. Si la paz necesitaba refrendación popular, la tuvo el pasado miércoles.