Foto: Juan Carlos Sierra

Entrevista

“Queremos buscar la reconciliación a partir de reconocer que todos somos víctimas”

Doris Salcedo preinauguró esta semana su obra ‘Fragmentos’, hecha en honor de las víctimas con el metal de las armas entregadas por las Farc. María Jimena Duzán habló con ella.

4 de agosto de 2018

MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Por qué lo llama contramonumento y no monumento?

DORIS SALCEDO: Porque era absolutamente inapropiado intentar construir un monumento en Colombia, en el momento y en las condiciones de hoy. Un monumento, como su nombre lo indica, es monumental e intenta empequeñecernos ante una mirada única, una verdad grandiosa del pasado de una nación. El monumento es vertical, por lo tanto, jerarquiza. Lo ideal en este momento es construir algo mucho más democrático. Un lugar en el que todos nos podamos parar de manera equitativa y reflexionar acerca de lo que nos ocurrió. El monumento es como una oda a los triunfos bélicos y el contramonumento una parábola que nos cuenta el dolor de las víctimas.

M.J.D.: Tengo entendido que fue muy difícil hacer entender a la Farc que este no era un monumento bélico, sino a las víctimas. ¿Cómo fue ese proceso?

D.S.: Yo tuve una primera conversación con Iván Márquez franca, dura, directa y donde hubo un entendimiento de lo que significaba este contramonumento. En realidad, estamos tomando unas armas que causaron destrucción y muerte y transformándolas en la base de un museo que los colombianos vamos a visitar para construir futuro. Es transformar con una especie de alquimia las armas en algo positivo; yo creo que este es el elemento que a las Farc les falta comprender.

M.J.D.: ¿Qué fue lo que les costó más trabajo entender? Usted propuso que martillaran las armas varias víctimas de violencia sexual.

D.S.: Lo primero es que las armas son el fundamento físico y conceptual sobre el cual se erige este lugar de memoria. En segundo lugar, yo creo que la dificultad en encontrar las miradas radica en que los guerreros narran sus historias como un mito heroico, mientras que los que hemos estado pendientes de las víctimas vemos la parábola del dolor de cada día. Son dos narraciones opuestas. Entonces la experiencia de las víctimas de violencia sexual las coloca en un punto fuera de ese universo simbólico y, por eso, las excluyen, las devalúan y las olvidan. Estamos tratando de incluirlas, colocarlas en el centro, ellas recuperan poder, capacidad de acción en el momento en el que están forjando las armas. Hay que recordar que a estas mujeres las violaron hombres armados y, en muchos casos, las hicieron esclavas.

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M.J.D.: ¿Cómo las escogió?

D.S.: La intención primera era tratar de mover la idea acerca de lo que es una víctima, para moverla a una visión real. En Colombia en zonas de extrema pobreza, de conflicto, olvidadas por el Estado, vemos que la relación entre responsable de crímenes y sus víctimas es fluida. Víctimas de actores armados, del Estado, de las Farc, de las AUC. Pero también quería incluir un grupo de exguerrilleras que hubieran sufrido violencia sexual. Queremos buscar la reconciliación, necesitamos buscarla a partir de reconocer que todos somos víctimas. Esa reconciliación hubiera sido muy bella si hubiera podido darse en ese momento, en que las víctimas, responsables o no, hubieran martillado juntas este metal. Desafortunadamente, las Farc no atendieron mi invitación.

M.J.D.: ¿Por qué no?

D.S.: Yo creo que las Farc sintieron que yo las señalaba solo como victimarios y no también como víctimas. Esa era toda la intención, buscar la reconciliación porque Fragmentos está ahí para continuar los diálogos de La Habana. Vamos a necesitar otros cincuenta y tantos años para tramitar el trauma de la guerra.

M.J.D.: Usted entrevistó a las víctimas y las puso bajo el nombre de ‘Fragmentos’. ¿Cómo las hizo? ¿Qué impacto tuvieron en usted?

D.S.: Sí, yo creo que la experiencia de la violencia sexual, dado que está normalizada y aceptada en nuestra sociedad, es grotesca. Nos corresponde abrir un espacio para compartir estas experiencias, y yo creo que en esto el arte cumple un papel fundamental. Las víctimas fueron invitadas al centro de esta obra porque tuvieron un papel clave en el acuerdo de paz, y es el único del mundo que las toma en cuenta. La historia que se quiere narrar desde Fragmentos no es única, total ni colectiva, sino fragmentos: la que cuentan las víctimas de las AUC es distinta a la de las víctimas de las Farc o las del Estado.

M.J.D.: ¿En esas sí están los testimonios de las mujeres de las Farc?

D.S.: Sí, hay un documental en proceso de elaboración. Fragmentos, en sí mismo, va a ser un proceso de 53 años. Lo inauguramos en proceso, inauguramos una cuarta parte del edificio y estamos haciendo un documental también en proceso. Ese documental muestra la entrega de las armas a la sociedad colombiana, a la que le ha costado mucho comprender que las Farc entregaron la totalidad. Las Farc no aceptaron que se presentaran imágenes de su entrega de las armas porque lo consideraban una derrota. Yo lo creo un error histórico porque la sociedad no vio lo que ocurrió. El documental muestra miles de armas, entre ellas 5.000 ametralladoras último modelo, producidas en Estados Unidos, con un serial consecutivo. Debemos cuestionarnos cómo llegan esas armas y con qué facilidad entran. En este momento tengo las piezas en el primer piso y al frente hay una cantidad de policías custodiándolas porque yo tengo que asegurarles a los colombianos que son las que están fundiéndose. Por eso, la cadena de custodia ha sido tan estricta.

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M.J.D.: ¿Cómo fue ese proceso de somatización?, porque a pesar de que ha trabajado 30 años ese dolor de las víctimas, la gente no sabe que Doris esta vez somatizó hasta enfermarse.

D.S.: Sí, creo que no logré digerir esta experiencia y pues me hice un cáncer en el colon. Porque es imposible comprender por qué un hombre armado viola un niño de 6 años o por qué se esclaviza una niña de 13 años durante 5 o 6 años. Llegué a la conclusión de que el mal es incomprensible. Como no logré comprender me enfermé, pero a partir de esa experiencia, he estado construyendo otras obras que muestran ese dolor y esa cicatriz enorme que se hace en las víctimas.

"Mi arte es beligerante, abiertamente lo es. Yo quiero un arte que cuente y que narre, más allá de si es comprendido o no en el momento actual"

M.J.D.: Yo vi esa nueva obra que usted está haciendo, que va a exponer próximamente en Londres y es impresionante. Es producto, también, de este trabajo, es ya Doris Salcedo visualizando estéticamente a las víctimas, lo que les produce la guerra y la conmoción interna que destroza el cuerpo. Uno ve una mesa atravesada por fisuras violentas, pero sigue siendo una mesa. ¿Usted ve así a las víctimas?

D.S.: Creo que un acto de violencia sexual equivale, en cierta forma, a un homicidio. A pesar de que el cuerpo queda con vida, el ser muere, con sus relaciones consigo mismo, con el mundo y con los otros. Sí, sus memorias se olvidan, sus deseos de futuro también, y ese ser tiene que rehacerse. Yo trato, con mi obra, de prestar atención a las palabras, a los testimonios, a lo que las víctimas dicen. Hoy se está usando en filosofía política un concepto que dice que reconocemos injusticia política, económica y social, pero no la testimonial. Eso quiere decir que no estamos escuchando a las víctimas, que no nos importa lo que las víctimas dicen ni que son sometidas, excluidas, olvidadas, invisibilizadas y silenciadas.

M.J.D.: Usted tiene la obsesión de que la gente comprenda, a través de la estética, lo que ocurre en una guerra. Mucha gente piensa que eso es un arte demasiado comprometido y político. ¿Qué les dice?

D.S.: Que sí, que es comprometido y que es político. Es beligerante, abiertamente lo es. Yo quiero un arte que cuente y que narre, más allá de si es comprendido o no en el momento actual. A mí lo que me interesa es que quede ese registro. El reto para mí está en hacerlo de la mejor manera posible para lograr que esa obra quede en museos, que la cuiden y que preserve la memoria.

M.J.D.: Usted ha dicho que este contramonumento, que terminará en octubre, es una obra colectiva y que usted va a invisibilizarse. Esta obra es distinta a las demás, ¿por qué?

D.S.: Porque es un contramonumento y un contramonumento debe ser polifónico. No hay una versión única, yo no soy una cantante solista en este caso, sino parte de un coro. El edificio que construye el arquitecto Carlos Granada juega un papel importante, como el Ministerio de Cultura y las víctimas. Ellas martillaron, ellas forjaron, entonces con esta forma que ellas dan, lo único que hago yo es colocarlo en el piso, en la base de este edificio. Y sobre este edificio cada año va a ser invitado un artista para que presente su obra, desde su perspectiva parcial o no, del conflicto. Vamos a tener múltiples voces, es un monumento vivo, cambiante, va a estar siempre en continuo estado de cambio y, por lo tanto, permanecerá inconcluso. No será un espacio solo para los artistas. Yo espero que también colectivos de víctimas decidan intervenir el espacio, está abierto para quien lo quiera intervenir.