NACIÓN
Se va la superpoderosa de Palacio
María Lorena Gutiérrez, ministra de la Presidencia, presentó su renuncia irrevocable. Se especula que la razón es la inclusión en la terna de Néstor Humberto Martínez.
En las tres semanas que duró la puja por la terna para la Fiscalía, en el alto poder se decía que detrás de esa filigrana política había una mano de hierro: María Lorena Gutierrez. La ministra de la Presidencia se había convertido en los últimos años en la funcionaria más poderosa de la Casa de Nariño. No había nombramiento o decisión de un tema estructural que no pasara por ella.
El presidente Juan Manuel Santos estaba feliz con su gestión pues le aliviaba la carga de la microgerencia. Gutiérrez era de su plena confianza y muchos la consideraban incluso su mano derecha. Aunque muchos altos funcionarios del gobierno le tenían recelo y decían en privado que les molestaba su talante impositivo, lo cierto es que todos sabían que en la Casa de Nariño las cosas funcionaban así.
Sin embargo, ese statu quo cambió cuando se terminó el periodo de Eduardo Montealegre. Santos le delegó a Gutiérrez el proceso para elegir a los tres nombres que iba a presentar a la Corte Suprema para sucederlo. Juntos decidieron llamar a una convocatoria pública para buscar a los afortunados.
La decisión salió mal y el proceso fue acusado por muchos de ser una farsa. Sin embargo, la puja real no era si entraba o no alguno de los 150 abogados que se inscribieron, sino si María Lorena tenía el poder de vetar a Néstor Humberto Martínez.
El ex súper ministro generaba muchas resistencias en el Palacio de Nariño, pero quizás a quien más le molestaba sí era a Gutiérrez. Las relaciones entre ambos funcionarios quedaron mal por cuenta del paso de casi un año de Martínez como súper ministro de la presidencia. Durante ese tiempo se generaron dos grupos, los que estaban con el abogado javeriano y el vicepresidente Germán Vargas y los que estaban con María Lorena, la primera dama, Gina Parody y Cecilia Álvarez.
Esa especie de guerra fría explotó durante la reforma de Equilibrio de Poderes. Néstor Humberto Martínez se enfrentó a los ministros Juan Fernando Cristo y Yesid Reyes, y se alineó en algunos puntos de la reforma a la justicia con las altas cortes. Semanas después, Martínez renunció a Palacio y volvió a su oficina de abogados que en ese momento estaba fusionándose con una firma internacional.
María Lorena, y un grupo de altos funcionarios, sentían que Martínez no era una persona para incluir en la terna. Sentían que él jugaba más en el equipo del vicepresidente Germán Vargas y que para la importancia estratégica que tendrá la Fiscalía en el proceso de paz se necesitaba alguien más leal.
La inclusión de ese nombre se volvió un punto de honor para ella. Eso sumado a posibles diferencias que habría tenido con otros altos funcionarios, y con la misma familia del presidente, habría precipitado su renuncia. Ninguna versión ha sido confirmada. En Palacio confirman, sin embargo, que su salida se debe a cambios en el gobierno "y que vienen muchos más".
La mano derecha de Palacio
María Lorena Gutiérrez era la mujer más fuerte del Palacio de Nariño. Su perfil discreto y su carácter reservado la mantuvieron tras bambalinas durante los primeros años. No le gustaban las cámaras ni los discursos. Y a pesar de tener uno de los cargos más alto de la Casa de Nariño, trabajaba como la esforzada hormiga.
Gutiérrez apaga todos los incendios y manejaba todas las crisis. Cuando el gobierno le pidió la renuncia a Tomás González, ella asumió el ministerio de Minas. Cuando hubo crisis en la Guajira, ella asumió el tema.
Sin buscarlo, María Lorena se convirtió en una pieza fundamental del equipo de Juan Manuel Santos. No hizo parte de la campaña presidencial de Juan Manuel Santos en el 2010, pero llegó a su gobierno de la mano de Fernando Carrillo, para la comisión de empalme con el gobierno Uribe.
Fue la artífice de la reforma del Estado, una de las más ambiciosas de los últimos 50 años. Después trascendió que evaluaba a los ministros con un tablero y un sistema de semáforos y que era la encargada de vigilar la ejecución presupuestal y de hacer seguimiento a las metas de cada cartera con indicadores concretos. Por eso, la han llamado la ‘reformadora‘, la ‘superministra‘, y hasta ‘la mujer detrás del trono‘.
Antes de llegar a Palacio, y durante seis años y medio, fue decana de Administración de Empresas en la Universidad de los Andes y, aparte de unas consultorías en el sector público, era ajena al mundo político. Sus preocupaciones eran modernizar el departamento, lidiar con los profesores titulares y lograr acreditaciones internacionales. Pero cuando le empezó a interesar la contienda política, quedó cautivada por Santos, a quien describe como un verdadero gerente. Empezó a comentar en reuniones sociales que le encantaría trabajar con él y el mensaje no demoró en llegar a la Casa de Nariño.
Su nombramiento no generó mayores expectativas. El título de su cargo, alta consejera para el Buen Gobierno y la Eficiencia Administrativa, indicaba que sería un puesto simbólico para demostrar el compromiso del presidente con una de sus obsesiones de más vieja data: el buen gobierno. También se pensaba que haría lo que se espera de los altos consejeros, una labor más encaminada a los diagnósticos que a las reformas de fondo.
La ingeniera industrial con maestría y doctorado en Administración y Finanzas demostró que lo de ella es la ejecución. Quienes la conocen dice que es simpática, frentera, sensata, sicorrígida, le encanta fumar, es alérgica a la burocracia, odia que le digan doctora, y practica lo que impone a los demás: es eficiente. Los ministros la consideraban una verdadera ‘cuchilla‘.
Nadie veía venir su salida de la Casa de Nariño. Su renuncia será la noticia política de la semana. Pero se dice que es el primer cambio en Palacio, pero no el único. Habrá sorpresas.