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Marihuana en las terrazas

Muchos jóvenes de estratos altos y medios de Medellín aprovecharon la bonanza para meterse al negocio en las terrazas y techos de sus apartamentos.

20 de octubre de 2018

En una terraza de Medellín hay unas 20 matas de marihuana, fruto de una semilla prémium, mezcla de especies de Pakistán y de Afganistán. Un aroma a hierba y mango llena el aire, y dicen los que saben que al fumarla la garganta se llena de ese sabor, como si se tratara de una aromática. Para ese cultivo orgánico el dueño se toma el tiempo de cuidar cada mata, desmalezarla, quitarle las hojas amarillas, airear el moño, dejar que sus puntas verdes respiren, peluquearlo, porque en el moño está el centro del sabor, de la traba.

La marihuana caucana tiene su gran mercado en ollas como las del barrio Antioquia, donde un cigarrillo puede valer 2.000 o 3.000 pesos. Pero además en Medellín se expande un negocio de lujo: jóvenes que llevan una vida holgada, universitarios de vida saludable por Instagram, con gimnasio, tatuajes, paseos, carro, fiestas y tiempo libre, siembran sus matas o compran libras de marihuana orgánica cultivada con esmero, y así se pueden ganar 1 o 2 millones de pesos. Los neojíbaros, fumadores asiduos, en sus círculos sociales de clase media alta encuentran otros usuarios a quienes proveer.

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“Yo de una mata puedo sacar unos 70 gramos de marihuana, vendo cada bareto en 10.000 pesos y tengo 20 matas. Entonces saco unos 800 gramos y consigo 8 millones de pesos cada dos meses. Pero no es un negocio tan simple porque a veces las matas se pueden enfermar o les cae mucha luz, en fin, pueden pasar muchas cosas”, dice el dueño de las plantas que se bambolean en una terraza. Los clientes que no quieren apoyar ninguna mafia y que encuentran la calidad en el olor y en el sabor de la hierba persiguen esta marihuana prémium: “Ir a una olla es como ir a la Central Minorista a comprar tomates, uno consigue a buen precio, pero tiene venenos y todas esas cosas. Para conseguir los tomates puros, cuidados, vas a un mercado hípster, eso hago yo con la marihuana”.

El negocio cambió con el megaoperativo que la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá y la Fiscalía realizaron el 26 de abril en el barrio Antioquia y la comuna 15 (Guayabal) contra ollas de vicio. Participaron más de 400 uniformados con 29 órdenes de allanamiento: pusieron 39 bienes para extinción de dominio y capturaron 20 personas, entre ellas los cabecillas de la banda la 24, conocidos como alias Juangui y alias Ratón. Desde entonces los grandes expendios cambiaron sus bodegas para no arriesgar las inversiones.

“Por Medellín se mueve marihuana constantemente. Hay caletas en Manrique, Lovaina, Belén, muchas”, dice Camilo, un mensajero a quien suelen pedirle recoger paquetes y llevarlos al barrio Antioquia. “A mí me escriben al WhatsApp, me dicen que recoja dos pares de medias, o sea, dos libras de marihuana, en tal punto y eso hago, a mí me la pasan bien empacada, la llevo y por eso me pagan, es como en esa película ‘El transportador’, uno no pregunta ni sabe nada”. Camilo cuenta que la marihuana es una moneda de cambio, que una vez ya le pagaron 600.000 pesos con varias libras: “Yo me fui para la casa y armé baretos y después los vendí. A eso le saqué un buen dinero”.

Algunos de estos jóvenes ganan hasta 8 millones de pesos vendiendo marihuana

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Calculan algunos que a Medellín entran cada semana entre 4 y 6 toneladas de marihuana directamente desde el Cauca. Hace algunos meses había varios cultivos en invernaderos del oriente, a tan solo una hora de la capital paisa, pero con los sobrevuelos de la Policía han desaparecido lentamente. Por eso, la mayor parte de la hierba que se consigue viene del sur y una poca del Bajo Cauca antioqueño, donde el cultivo rey es la hoja de coca.

“Yo tengo mi trabajo, pero a principio de año invertí en una tonelada de marihuana, la traje en varios contenedores desde el Cauca. Es muy difícil traerla porque hay que encaletarla bien y también hay que dar mucha plata. Aquí la guardé en la casa de varios amigos, les entregaba 100 o 150 kilos, me demoré unos cuatro meses para venderla toda”, dice Mauricio, bien vestido, perfumado, un comerciante que vende tenis y camisetas y que un día, en busca de plata, quiso intentar con mercancía más rentable.

Mauricio cuenta que el negocio está cambiando y que ahora los muchachos de clase media quieren experimentar con los extractos de marihuana. Se fuman con un vaporizador que se reconoce fácilmente por un gran tubo por donde sube el humo y una punta donde se pone una pequeña gota del extracto. Solo dos ollas del barrio Antioquia venden el extracto, cuyo gramo puede valer hasta 80.000 pesos y puede rendir para 20 trabas. Solo lo prepara un químico de la ciudad, un único proveedor.

Según la Seccional de Investigación Criminal de Antioquia, al barrio Antioquia van unos 2.000 compradores todos los días que, en caso de gastar 3.000 pesos cada uno, representarían ventas por 6 millones de pesos. Y no es casualidad porque, según el Observatorio de Drogas del Ministerio de Justicia, en Medellín está el mayor número de consumidores de marihuana, cerca de 20.000 personas, una cifra que parece muy inferior a lo que se ve en las calles.

Sin embargo, en las charlas con quienes cultivan su propia marihuana, hay algo de romance: buscar nuevos cruces, nuevas semillas, matas bonitas, erguidas, aromáticas, y también estar lejos del gran comercio, del narcotráfico. El futuro de la marihuana, según parece, está en los patios y en las terrazas.