NARCOTRÁFICO
La hora de la marihuana en Colombia
Mientras Canadá acaba de legalizar el consumo de marihuana, en Colombia la lucha contra las organizaciones ilegales, que comercializan más de 900 toneladas anuales que se producen en el país, no da tregua.
El miércoles de la semana pasada Canadá y Colombia estuvieron unidos por un tema común: la marihuana. Ese día miles de canadienses hicieron largas filas y acamparon en las afueras de las tiendas autorizadas por el gobierno para comprar la hierba con fines recreativos. Con esa determinación, este país se convirtió en el segundo del mundo en adoptar tal medida, después de Uruguay en 2013, y el primero en hacerlo del grupo de países del G20.
Pero mientras centenares festejaban comprando y fumando tranquilamente porros en las calles canadienses, a miles de kilómetros de allí la situación era radicalmente opuesta. Ese mismo día, en Usme, una localidad de Bogotá, un grupo especial de inteligencia de la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional (Diran) terminaba un operativo contra una enorme organización dedicada a comerciar con marihuana.
Colombia produce 937 toneladas anuales de marihuana. En lo que va de 2018 la Policía ha decomisado 164 toneladas en diferentes regiones del país.
Después de varios meses de trabajos encubiertos y seguimientos, los oficiales detuvieron una volqueta en la que sabían que iba un cargamento. En la primera inspección no lo encontraron porque estaba perfectamente camuflado. Sin embargo, el olfato de un pastor alemán antinarcóticos le señaló a los uniformados la caleta. Había 2 toneladas de marihuana. Acababa de caer uno de los mayores alijos de esta hierba en el centro del país.
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Con esos 2.000 kilos, la Policía llegó a 164 toneladas decomisadas en el territorio nacional en lo que va de 2018. La cifra supera lo incautado en el mismo periodo del año anterior, por lo que este año seguramente superará ampliamente la marca de 191 toneladas decomisadas en 2017.
Las dos toneladas de Usme correspondían a la variedad llamada cripy, (por la palabra inglesa creepy, terrorífico), conocida por su alto contenido de tetrahidrocannabinol, el compuesto activo de la marihuana. La hierba había salido días atrás desde Corinto, Cauca, y tenía como primer punto de destino Bogotá, en donde los delincuentes la almacenarían para luego enviarla por varias rutas al destino final: Brasil. Los dueños de ese cargamento integran una organización de Caquetá que negoció el embarque, avaluado en 5 millones de dólares, con la temida agrupación narcoparamilitar brasileña conocida como Primer Comando Capital, que domina las actividades criminales en São Paulo.
Hace menos de un mes, el 4 de septiembre, otro operativo de la Diran, cerca del municipio de Garzón, Huila, descubrió el cargamento más grande de las últimas décadas. Ocultas en un carrotanque estaban 4 toneladas de marihuana. El envío, avaluado en casi 10 millones de dólares, pertenecía al disidente de las Farc conocido con el alias de Gentil Duarte, quien debía entregar la droga a narcos brasileños en Manaos.
Tres semanas antes, una tragedia había sacado del anonimato la verdadera dimensión del tráfico de marihuana hasta convertirlo en tema obligado de la opinión pública. El 14 de agosto un bus que partió de Cali se accidentó a pocos kilómetros de Quito, Ecuador. Más de 20 personas murieron y 12 resultaron heridas. Los pasajeros servían sin saberlo de fachada de un plan para transportar más de 300 kilos de marihuana, ocultos en la carrocería del autobús con destino final Chile. La cantidad de víctimas y las circunstancias pusieron la estrategia de los narcobuses en el centro de la atención de los medios. Pero ya había sucedido varias veces.
En efecto, solo este año las autoridades ecuatorianas habían detectado otros tres narcobuses cargados con 1.000 kilos de hierba, gracias a la información de sus colegas colombianos. “Siguiendo las instrucciones del señor presidente Duque de atacar todas las organizaciones criminales, por medio de Interpol y los canales de cooperación logramos intercambiar información con las autoridades de otros países para dar con estos cargamentos y sus responsables”, explicó el director de la Dijín-Interpol, general Jorge Vargas.
El miércoles de la semana pasada Canadá autorizó la venta de marihuana con fines recreativos, lo que generó grandes filas de consumidores en las afueras de las tiendas autorizadas. Ese mismo día en Usme la Policía decomisó 2 toneladas de esa hierba destinada a grupos criminales en Brasil.
Si bien durante gran parte del año el debate sobre el narcotráfico ha ocupado parte de la agenda, este se ha enfocado, con parte de razón, en el tema de la cocaína. No es para menos. Colombia llegó a un récord histórico al superar 200.000 hectáreas cultivadas de coca, lo que implica más de 1.000 toneladas de droga anuales. El debate sobre la penalización de la dosis personal también ha sido parte de la controversia. Sin embargo, en realidad la marihuana rara vez es objeto de discusión a pesar de sus dimensiones.
A comienzos de este año esa hierba fue noticia porque el gobierno expidió licencias a 21 empresas, con capitales nacionales y extranjeros, para cultivar y transformar el cannabis medicinal. Todas esas compañías surtieron rigurosos trámites, entre ellos, presentar sus proyectos de desarrollo que incluyen terrenos para los cultivos, equipos industriales y laboratorios de investigación. Y, adicionalmente, están sometidas a controles permanentes y rigurosos por parte de las autoridades. Es claro que ahí no está el problema, sino en las múltiples organizaciones ilegales que trafican con la hierba.
De acuerdo con las autoridades, en el país hay 234 hectáreas de cultivos ilícitos de marihuana. Aunque evidentemente es una cantidad pequeña comparada con los de coca, estos generan, con cuatro cosechas por año, 937 toneladas de esa hierba. El negocio está en los grandes márgenes de ganancias que se obtienen. “Producir un kilo de cocaína es algo costoso. Debe contar con infraestructura para los laboratorios, invertir en los insumos y una gran cantidad de personas, entre otros factores. Con la marihuana es distinto. Es prácticamente silvestre y no necesita grande infraestructura”, explica un investigador antinarcóticos. “En Colombia un kilo de marihuana vale 80 dólares, uno de coca, 2.000. Ese mismo kilo sube a 1.800 en Brasil, y el de coca allá está en 2.500. Ya en Chile el kilo de marihuana alcanza los 5.000 dólares y el de coca en el sur del continente llega a los 3.000 o 3.500 dólares”, explica.
La gran cantidad de decomisos, así como las casi 1.000 toneladas producidas y los márgenes de ganancias permiten afirmar que Colombia vive una nueva bonanza marimbera. Una época que recuerda los años setenta, cuando desde el norte del país mafias locales exportaban la mayor cantidad de marihuana que surtía al mundo. Hoy la realidad es diferente.
En efecto, en la actualidad los mexicanos, los mayores productores internacionales, dominan el enorme mercado estadounidense. “Frente a esa realidad del mercado, los colombianos decidieron simplemente mirar al sur del continente. Con la inmensa ventaja adicional para ellos que en caso de ser capturados y descubiertos, difícilmente serán extraditados”, afirma el investigador.
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“La marihuana cripy la alteraron genéticamente para causar mayores efectos y, por lo tanto, aumentar su precio en el mercado ilegal y expandirla en nuevas rutas hacia el sur del continente”, dice el director de la Policía Antinarcóticos, general Fabián Cárdenas.
El oficial afirma que no hay una nueva bonanza marimbera y que, por el contrario, “las investigaciones y el trabajo de inteligencia han permitido identificar todas las rutas y los modos de ocultamiento para afectar las organizaciones por lo que hemos incrementado las incautaciones de marihuana y la desarticulación de más estructuras”, afirma el general.
La gran mayoría de los cultivos y organizaciones ilegales están concentrados en diferentes regiones del Cauca. Allí, según las autoridades domina un capo desmovilizado de las Farc, conocido con el alias del Inválido, solicitado en extradición y quien el jueves pasado quedó incluido en la lista Clinton. (Ver: Marihuana en las terrazas)
Él es uno de los pocos rostros visibles de este millonario negocio ilegal de la marihuana. Parte de la dificultad consiste en que como no se necesitan grandes organizaciones, muchos de forma aislada, casi solitaria, pueden lucrarse de esta hierba. Así ocurre en Medellín, una de las ciudades con mayor consumo de marihuana, donde jóvenes de estratos medios y altos decidieron incursionar en este negocio ilegal (ver artículo).
Por ahora, es un hecho que el tema de la marihuana tiene dos caras en el mundo. Mientras que los países industrializados, como el reciente caso de Canadá, van por el camino de legalizarla, en Colombia por ahora la única ruta posible sigue siendo la persecución criminal.