NACIÓN
Así hablaba del Centro de Memoria el que podría ser su director
"Dicho centro es otra de esas estructuras infiltradas, pagadas por el Estado para deslegitimar al mismo Estado", dijo recientemente en una columna Mario Javier Pacheco. Junto a Alfredo Rangel y Eduardo Pizarro el historiador aparece en la baraja de candidatos más opcionados a ocupar el cargo.
Un gran revuelo se generó este jueves por los nombres de los candidatos a asumir la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica. Al igual que le ocurrió al gobierno con la postulación de Claudia Ortiz en la Unidad Nacional de Protección no cayó nada bien el nombre de uno de los canditatos que esta semana entregó su hoja de vida: Mario Javier Pacheco
Se trata de un historiador y periodista egresado de la Universidad de Bucaramanga. Aunque durante muchos años se desempeñó como "miembro correspondiente de la Academia de Historia de Santander y Norte de Santander", un par de columnas suyas poniendo en duda el papel que ha desempañado el Centro Nacional de Memoria Histórica sembraron especialmente la molestia.
"Acuden a las cifras del CNMH para sostener su argumento contra paramilitar. Es bueno advertir que dicho centro es otra de esas estructuras infiltradas, pagadas por el Estado para deslegitimar al mismo Estado y que sus informes lujosos y voluminosos, están cargados de omisiones tendenciosas que pretenden minimizar los horrores de las Farc y echar la culpa de los mismos al Estado y al extinto grupo criminal de las AUC", manifestó hace ocho días en su Carta abierta a Márquez y al Paisa, de las Farc, publicada en el portal Kien y Ke.
Durante los últimos ocho años el Centro de Memoria, en cabeza de Gonzalo Sánchez, se convirtió en un faro moral para tratar de entender qué había pasado en Colombia tras 50 años de guerra. Con más de 120 informes publicados, esa ha sido la única vía oficial que ha tenido el país para reunir y recuperar material documental y testimonial sobre el conflicto armado. En especial, relativos a las violaciones del artículo 147 de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
Según otro artículo publicado por Pacheco el 9 de septiembre en su portal web, "se está haciendo una perversa manipulación de la violencia, que muestra a los malos como buenos y a los buenos como malos" y arremete contra varios de los investigadores que durante estos años han venido liderando el trabajo del CNMH.
"El revisionismo cultural e histórico de los criterios tradicionales sobre la paz, propiciada por Santos, llenó al CNMH de investigadores sesgados, como se evidencia en más de una decena de sus publicaciones, donde las versiones de víctimas de los paramilitares y del Estado, son mucho más que las de la guerrilla. La sola Federación Colombiana de Víctimas de las Farc, recoge unas 150 mil, que no fueron tenidas en cuenta por el CNMH. De esta forma también se desinforma", agrega al final de la columna.
Aunque todavía no hay decreto y no se ha hecho oficial su designación, su nombre es uno de los que más eco tienen junto a Alfredo Rangel y Eduardo Pizarro. Para varias fuentes consultadas por SEMANA, esto sería en razón de que Pacheco hizo parte del equipo de Luigi Echeverri y estuvo en el empalme del Ministerio de Cultura. Según le informó otra fuente a SEMANA el historiador es muy cercano al exministro Fernando Londoño y ha participado en varios de sus programas en La hora de la verdad.
Lo que más preocupa a personas cercanas al CNMH es que las posiciones que ha dejado ver en sus columnas como periodista "son contrarias al enfoque, trabajado y cosechado en la institución", le explicaron varias fuentes a SEMANA y con su perfil lo que muchos sienten es que se quiere "reescribir la historia del conflicto" en Colombia".
"El lenguaje de Santos en el CNMH deberá redireccionarse, corrigiendo la tendencia de culpar al Estado, y en los cuerpos de memoria de las Fuerzas Armadas, y sus oficinas jurídicas, queda la tarea de estudiar los delitos que se les imputan, para que sean desvirtuados o juzgados por las autoridades competentes", manifestó, por ejemplo, en su columna: La delgada línea entre conflicto armado y bandidaje