NACIÓN
Márquez y Santrich llegan a atizar la guerra en el Cauca
La Segunda Marquetalia acaba de llegar a ese departamento para pelear los cultivos ilícitos y las rutas del narcotráfico con otros disidentes, el ELN y las Autodefensas Gaitanistas. El miedo y el terror se apoderan de la zona.
Hace un año, cuando Iván Márquez y Jesús Santrich anunciaron su regreso a las armas con el nacimiento de la disidencia Segunda Marquetalia, en Cauca la espiral de violencia ya estaba en sus máximos escalones. Las cosas no podrían empeorar más, pensaron. Pero se equivocaron. Hoy ese departamento vive sus peores días en materia de orden público. Días tan oscuros que cualquier habitante juraría que la historia se mueve en círculos y despertaron nuevamente en los años 90 con los cruentos combates de minutos, horas y hasta semanas.
Las autoridades no saben con exactitud cuándo llegaron, pero ya no hay dudas de que los hombres de Márquez, Santrich y El Paisa están ahí. Seguramente atravesaron pasos porosos entre Putumayo y Nariño. Al Cauca arribaron por el sur, por la subregión del Patía, en la cordillera Occidental. Los primeros enfrentamientos en esa zona fueron con sus antiguos compañeros en armas, el frente disidente Carlos Patiño, integrado por exmiembros de las Farc que nunca se acogieron al proceso, y para quienes todos los que se sentaron a negociar en La Habana, Cuba, son unos traidores a la causa.
Ellos —junto con las disidencias Dagoberto Ramos y Jaime Martínez— ya libraban una guerra contra el frente José María Becerra del ELN y las Autodefensas Gaitanistas. El botín en el Cauca es codiciado: marihuana tipo creepy en el norte del departamento, coca en el sur, rutas para sacar la droga al Pacífico por la subregión del Naya y el cañón del Micay —muy cerca de Argelia—, montañas para camuflar su operación criminal, pequeños cascos urbanos sin mucha presencia militar, procesos comunitarios golpeados por el asesinato de líderes, pocas oportunidades laborales, olvido estatal y procesos de sustitución de cultivos a la deriva.
Estos grupos armados se matan entre sí. Y de paso también arremeten contra líderes sociales, presidentes de juntas de acción comunal, dirigentes campesinos y la guardia indígena. Los asesinan solos, junto a sus familias o en medio de la comunidad para acabar de cultivar el terror. La Segunda Marquetalia opera igual: no hay diálogos con nadie y todo aquel que le dé posada o permita el paso de sus rivales se convierte en su enemigo, y el pago es la muerte.
La comunidad de los municipios Patía y Balboa ha quedado en medio del fuego —y acusaciones— cruzadas. Paramilitares los matan por guerrilleros y las disidencias los asesinan por paracos. “El pasado 10 de agosto, el frente Carlos Patiño nos obligó a salir en grupo y retuvieron a tres muchachos. Los torturaron y luego fueron asesinados”, le contó a SEMANA un líder de la zona. Todo ocurrió en la zona rural, dice. Un hermano de una de las víctimas intentó reclamar el cuerpo, pero también lo mataron. “El grupo armado obligó a suspender el wifi en toda la cordillera y utilizan a la comunidad como escudo humano”, concluye.
Esas despreciables maniobras de defensa son para ahuyentar a la Segunda Marquetalia, que cada día gana más terreno por su poderoso armamento y sevicia criminal. La lucha no es ideológica, sino narcotraficante. Márquez, Santrich y El Paisa quieren ser el único jugador para negociar la droga con los carteles mexicanos que esperan el cargamento en aguas del Pacífico caucano.
La Segunda Marquetalia en sus primeros días en el Cauca ha mostrado suficiente poderío para abrir varios frentes de batalla. Con las Autodefensas Gaitanistas los combates se trasladaron al caserío de Leiva, frontera con Nariño; allí hubo enfrentamientos durante un día entero. Los disidentes acorralaron a los paras y estos se refugiaron en casas y fincas. La orden era asesinar a cualquier extraño que entrara al pueblo. Incluso niños. Cristian Caicedo y Maicol Ibarra, de 12 y 17 años, caminaron desde Balboa para entregar una tarea en el colegio San Gerardo, pero a muy pocos metros de la puerta del instituto, los mataron. Creían que eran disidentes que venían en búsqueda de información.
“Lo que está pasando es preocupante”, dice el secretario de Gobierno del Cauca, Luis Angulo. Ni él ni las autoridades saben cuántos hombres tiene la Segunda Marquetalia. Lo único cierto es que ya están en todas partes. Al mismo tiempo que se enfrentan con los paras y el frente Carlos Patiño en el norte, sostienen tiroteos con la columna disidente Jaime Martínez en Buenos Aires, norte del departamento. Entre este municipio y Patía hay al menos cuatro horas en carro. La nueva guerra en el Cauca está en todas partes. Y ahora todo es mucho peor.