JUSTICIA
Martín Mestre: un padre, 26 años tras el asesino de su hija
Martín Mestre no dejó de buscar a Jaime Saade Cormane, quien mató a su hija en uno de los crímenes más sonados en la Barranquilla de la década de los noventa. Esta semana se conoció la imagen del hombre capturado en Brasil. La labor de este padre fue determinante en el caso.
Por: Rainiero Patiño M.
Colgó la llamada y sintió que quedó sin aire. Una emoción fuerte, pero extraña, lo sobrecogió. No podía respirar, tuvo que salir al jardín de su oficina. Allí, junto a la calle, Martín Mestre se echó a llorar de forma desconsolada. El 28 de enero pasado, el oficial de la Interpol a cargo lo llamó desde Brasil para decirle que Jaime Saade Cormane, el condenado y prófugo asesino de su hija Nancy había sido capturado 26 años después de cometer el crimen.
Llamó a su hijo Martín Eduardo para contarle y, por coincidencia, estaba ahí su exesposa, la madre de Nancy. En la distancia se unieron a su llanto, como un coro del paso al acto final de la tragedia que marcó la familia, el cierre de una búsqueda dolorosa que terminó por convertirlo, a pulso y oficio, en un agudo investigador.
La primera señal la recibió a finales de diciembre del año pasado. No se preocupe señor Mestre que pronto le vamos a dar buenas noticias —le dijo un oficial. Aunque se inquietó, Martín prefirió tomar el anuncio con calma, porque varias veces antes, él mismo les había entregado información sobre ciertas personas en Brasil que parecían dar el perfil, pero que luego eran descartadas.
Nancy Mestre Vargas, días antes de ser asesinada por Jaime Saade en Barranquilla.
Esta vez, sin embargo, las sospechas iban más allá y le dijeron que solo faltaba confirmar las huellas digitales. La operación tomaba un rumbo definitivo. La Interpol y la Policía Federal de Brasil estaban desde hace dos años tras la pista de un hombre llamado Henrique dos Santos Abdala, residente en Bello Horizonte.
Esa noche
La primera imagen que tiene de Saade es de aproximadamente un mes antes del crimen, cuando llegó un día a saludar a su hija. Su esposa, le dijo que era del grupo de amigos comunes a las compañeras del Colegio Marymount. Se presentó como un joven de 24 años, pero después del crimen descubrieron que tenía más de 30.
La noche del 31 de diciembre de 1993, los cuatro integrantes de la familia brindaron con él en el cuarto de Martín Eduardo, el hijo mayor, quien se recuperaba de una operación en una pierna. Martín padre recuerda todo con exactitud, pues lleva años repitiendo la historia.
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Nancy pidió permiso para salir después “de pitos” porque Saade la había invitado a casa de unos familiares. En tono de broma, Martín Eduardo dijo que la dejaran ir, que a la joven “la tenían muy tesa”. Accedieron con el compromiso de llegar a la 3 de la mañana. Saade pasó por ella alrededor de la 1. "Le recomendé que me la cuidara —dice Martín— lo normal que todo padre diría".
A todos los venció el sueño. A las 6 de la mañana se despertó sobresaltado y preguntó por la niña. No había llegado. Salió a buscarla preocupado. Pasó por la discoteca Baja Beach, que estaba de moda entre los jóvenes y funcionaba en la Vía al Mar. Llegó al lugar con el compromiso de no regañarla. No los halló. Se fue para la casa de la familia Saade, en el norte de Barranquilla.
Fotos del archivo familiar: Nancy junto a su madre (izq.), junto a su hermano Martín Eduardo (centro) y en sus primeros años del colegio.
Al llegar encontró a la mamá de Jaime lavando el lugar donde ocurrió el crimen, un apartamento contiguo a la casa familiar. Su hija sufrió un accidente y está en la Clínica del Caribe, le dijo. En la puerta del centro médico estaba Alberto Saade, el papá de Jaime, quien le dijo que Nancy había intentado suicidarse. Martín no le creyó: sabía que Nancy no era capaz de algo así. Cuando la vio, ya estaba vendada y un neurólogo le revisaba la herida de bala que tenía en la cabeza. Al salir a confrontar a Alberto Saade, este ya se había ido. Llorando fue a buscar a su esposa y le avisaron a la familia.
Desde el mediodía de ese primero de enero, en la puerta de la clínica se aglomeró la gente. La prensa también llegó. En una entrevista, Martín pidió que rezaran por su hija. Líderes judíos, islámicos, católicos y cristianos, entre otros, llegaron. En broma alguien dijo que el lugar se había convertido en una “ONU de las religiones”. Esos momentos son los que llama “un verdadero viacrucis” porque durante nueve días los médicos lucharon para que Nancy sobreviviera.
Las esperanzas se fueron apagando. El 9 de enero, en la sala de espera de la UCI, un hermano médico se le acercó y le dijo que “ya iba llegando el momento”. A Martín aún se le quiebra la voz al contarlo. Rodearon la cama de Nancy para despedirse. Estuvieron cantándole canciones de cuna hasta que las máquinas de signos vitales dejaron de sonar.
Una enfermera le relató a Martín que Nancy había llegado envuelta en una sábana, sucia de rastrojos de malezas y cadillos. Eso lo hizo caer en cuenta que las cosas no cuadraban, que la familia del asesino había modificado la escena del crimen y que ninguna autoridad había intervenido. Luego se enteró de que ese mismo día Jaime Saade se había fugado. Entonces con la ayuda de una red de amigos empezó a recopilar datos.
A finales de marzo de 1995, la fiscal segunda de la Unidad de Vida, Carmen Marina Collante, dictó auto de llamamiento a juicio a Saade, sindicado de los delitos de homicidio y acceso carnal violento. Durante el proceso, la familia Saade argumentó que Nancy se había suicidado, pero las pruebas técnicas de balística determinaron que la joven no había accionado un arma de fuego. Aunque fueron hallados restos de pólvora en la mano izquierda, se concluyó que como ella era diestra, la joven la usó para defenderse del ataque. En 1996, Jaime Saade Cormane fue condenado en ausencia a 27 años de prisión. En 1998 fue emitida una circular roja de Interpol.
Una vida falsa
Bruno Samezima, director de Interpol Brasil dijo, en declaraciones al programa ‘Domingo Espetacular‘, que desde el año siguiente del crimen Saade ya estaba en ese país, pero fue en 1998 cuando asumió su nueva identidad y en 1999 sacó su licencia de conducir.
Construyó una nueva vida, era dueño de una lavandería, desde 1995 vivía con su actual pareja y tuvo dos hijos, ahora de 24 y 17 años. Sorpresivamente, en los registros de nacimiento de estos, Saade usó su nombre verdadero, igual que en la legalización de su matrimonio que hizo este año, días antes de la captura.
El movimiento definitivo fue que, durante los seguimientos, uno de los investigadores obtuvo un vaso de vidrio en el que Saade se había tomado un refresco en una cafetería. Constataron el registro dactilar. Luego, estos datos fueron enviados a Colombia donde fue confirmada la identidad.
Parte del archivo de prensa del caso de su hija que Martín Mestre ha acumulado durante estos 26 años.
La persistencia inagotable de Martín tuvo recompensa. Él señala que la paciencia de la gente de Interpol, que los supieron sobrellevar, y el apoyo de la prensa fue indispensable para mantener el caso vigente. Mi historia ahora se divide en el antes de la captura, de incertidumbre y búsqueda constante con las autoridades, y un después —dice—.
Imágenes de algunos de los retratos hablados de Jaime Saade que Martín Maestre fue guardaando en su archivo personal.
Durante más de 25 años recibió constante información. En eventos sociales, en la calle, alguien le decía algo o le compartía una fotografía. Desarrolló una habilidad para descartar y seleccionar. Clasificaba la información como mentirosa y regular, pero mucha la hizo llegar a las autoridades. Eso —reconoce— hizo que se cometieran imprudencias con algunas personas.
Extradición y encierro
Los primeros años fueron duros porque las verificaciones eran muy difíciles y el crimen se volvió un tema común en la ciudad. Algunos le dijeron que habían visto a Saade en Venezuela y luego en Estados Unidos, en donde se contactó con el FBI. A los tres años empezó a tomar fuerza la fuga a Brasil.
Tiene claro que sin el salto tecnológico del mundo hubiese sido imposible seguirle la pista, gracias a las páginas de Facebook que creó pudo ayudar en la investigación. Pero no tiene dudas que este final tiene algo de providencial, porque nunca pensó en darse por vencido, estaba dispuesto a invertir hasta la última gota de vida. Le preocupaba era el paso del tiempo por el vencimiento de términos, faltaban solo tres años para eso.
"El final correcto debe ser el encierro en una celda de máxima seguridad en Colombia, porque es un fugitivo peligroso, que cometió un crimen muy cruel y todos estos años engañó a las autoridades", Mestre.
Ahora recuerda cómo cada vez que se enteraba que algún conocido llegaba a un alto cargo, como en la Fiscalía, Procuraduría o el desaparecido DAS, lo visitaba para pedirle ayuda. En su mente se revuelven los nombres las personas a quien visitó y todas las puertas que tocó.
Imagen actual de Jaime Saade Comane publicada por el programa ‘Domingo Espetacular‘ en la televisión de Brasil.
Saade ahora está en una cárcel de Brasilia. El viernes pasado la Corte Suprema del país tuvo la primera reunión para definir la extradición. Martín les envió a los magistrados una carta de ruego pidiendo justicia. Cree que el final correcto debe ser el encierro en una celda de máxima seguridad en Colombia, porque es un fugitivo peligroso, que cometió un crimen muy cruel y todos estos años engañó a las autoridades. Ese es el llamado que hace al gobierno nacional y directamente a la ministra de Justicia, Margarita Cabello.
La pregunta que aún le queda es si alguien más participó en los hechos, porque en el expediente siempre quedó claro que los investigadores hallaron dos tipos de sangre en la escena. O positivo, que compartían Nancy y Saade, y A negativo, que correspondería a alguien más. No tiene planeado pedir un encuentro cara a cara con Saade, porque tiene ira e intenso dolor acumulados de 26 años. No, no lo puedo perdonar. Su obligación —dice— era buscarlo y hallarlo, como lo hizo.