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“En Samaniego autoridades han sido incompetentes”: padre de víctima de masacre/Foto: AFP | Foto: Foto: AFP

ORDEN PÚBLICO

Masacres: ¿Por qué hay tantos casos en Cauca y Nariño?

Un informe de SEMANA sobre lo que ocurre en las faldas de la cordillera occidental, muestra un panorama marcado por el narcotráfico y estrategias de miedo para controlar a la población.

4 de octubre de 2020

Varias de las masacres que han ocurrido este año en el país tienen un común denominador: los municipios en donde ocurrieron están ubicados en las faldas de la cordillera occidental, la principal entrada de los departamentos de Cauca y Nariño hacia el Océano Pacífico.

En un informe publicado en la más reciente edición de la revista SEMANA, se habla de varias razones sobre por qué en los últimos meses han confluido tantas masacres en esta ubicación. Estas son algunas de ellas:

1. Ubicación estratégica para los grupos armados

Estos municipios tienen una ubicación estratégica para los grupos armados dedicados al narcotráfico, pues son un paso obligado para llegar por tierra hasta el Pacífico colombiano. Este es el negocio: disidencias de las Farc, ELN, Clan del Golfo y pequeñas estructuras criminales compran la hoja de coca a un bajo precio a los campesinos, procesan el producto en cocinas en medio de la selva y, posteriormente, la despachan hacia el océano, donde esperan emisarios de carteles mexicanos, que disponen de semisumergibles para enviar el alcaloide a Centroamérica. Quien tenga control de los territorios tiene una ruta asegurada y más de la mitad del negocio en el bolsillo.

2. El control de la población

Una de las mejores maneras de controlar a la población es el miedo. El miedo no permite ningún asomo de construcción de procesos sociales y perpetúa la siembra de coca como único recurso para subsistir. Antes de la reciente oleada de masacres (en septiembre ocurrieron 12, el mes con más casos) los grupos armados asesinaron a líderes sociales, dirigentes campesinos, presidentes de juntas de acción comunal y excombatientes que lideraban procesos de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos. Sus muertes frenaron procesos de proyectos productivos.

3. La pandemia hizo más efectiva la operación de los violentos

Ante la ausencia del Estado en la ruralidad, grupos armados empezaron a tomar el control total de la población civil. Obligaron a los habitantes a cumplir el confinamiento, a transitar solo en horarios específicos y a no aglomerarse. Por ejemplo, en Suárez, Cauca, asesinaron a un padre y sus hijas de 5 años y 9 meses. Lo hicieron por violar una orden de no salir los fines de semana impartida por la disidencia de las Farc Jaime Martínez, comandada por el sanguinario Johany Noscúe, alias Mayimbú, por quien ofrecen una recompensa de 1.000 millones de pesos. Él y sus hombres los obligan a encerrarse en sus casas después de las dos de la tarde, y quien no lo haga se muere.

Más de 50 masacres en lo corrido de 2020 ¿Qué está pasando en Colombia?/Foto: AFP | Foto: Foto: AFP

4. La lucha por el negocio del narcotráfico

El narcotráfico es tan jugoso en Cauca y Nariño que cada tanto llega un nuevo jugador a pelear por la ruta de este comercio ilegal. En el puerto, los mexicanos hasta ahora operan como un agente pasivo que compra la droga a quien se comprometa a depositarla en aguas del Pacífico. Pero en los últimos meses se han dado cuenta de que puede resultar más rentable armar pequeñas estructuras para comprar la hoja de coca directamente a los campesinos. La masacre de ocho jóvenes en Samaniego, Nariño, ofrece algunas pistas de esa hipótesis, ya que al parecer se trata de una nueva estructura narcotraficante financiada directamente por mexicanos.

| Foto: David Estrada Larrañeta