Nación
“Me ofreció trabajo en el Kremlin”: colombiano que conoció a uno de los espías rusos
SEMANA conoció la increíble historia de un asesor del sector energético que se dio cuenta de que Aleksandr Belousov quiso reclutarlo como fuente humana.
Esteban (nombre cambiado por petición de la fuente) conoció a Aleksandr Belousov en 2019, durante un evento oficial de la Cancillería de Colombia. Según su relato, ese día la delegación rusa participó del lanzamiento de la estampilla que se celebró con un cóctel en el cual el diplomático se le acercó a él y a sus amigos para entablar una conversación en la cual lo único que parecía interesarle a Belousov era qué hacía Esteban, en qué sector se movía y con quién trabajaba. Al final intercambiaron sus números de teléfono. Pasaron pocos días y el espía ruso hizo el primer contacto. “Yo vi la noticia en SEMANA y me causó cierta impresión, porque yo conocí a Aleksandr Belousov”.
Ese primer contacto, fue la invitación a tomar un café, nada sospechoso. El diplomático le puso cita en el centro de Bogotá y le expresó que estaba buscando amigos en Colombia, que quería conocer el país y su cultura. “Me dijo que si le podía aclarar algunos temas. Me preguntó cosas muy light, trataba de desviar, luego me preguntó sobre infraestructura energética, yacimientos de gas y petróleo. Le dije que esa información estaba en internet, que Ecopetrol era muy transparente y podía consultar la página”.
Esteban quiso cultivar una amistad en la que veía una oportunidad de aprender mucho de geopolítica y economía internacional, temas que le apasionan, así que los encuentros continuaron sin nada que le hiciera sospechar que había sido perfilado por un espía ruso y que buscaban reclutarlo como fuente humana.
Belousov le empezó a hacer todo tipo de invitaciones a restaurantes muy costosos, a bares y hasta a pasar el fin de semana con todos los invitados que quisiera llevar, incluida su novia, a lugares de clima caliente cerca de Bogotá. Según Esteban, el diplomático tenía acceso al Club Militar, al cual acudía de manera asidua porque “le encantaba la piscina y hacer deporte en esas instalaciones”. Incluso, este hombre asegura, en alguna oportunidad el diplomático le contó que había conocido el Club Militar de Melgar al cual tenía acceso y en el que pasaba la noche.
“En una oportunidad me dijo que me invitaba al Club Militar de Melgar, que fuera con mi novia y mis amigos, que él pagaba, que ya me tenía la reserva. A mí me pareció raro, yo le dije que me daba vergüenza, que no podía ir”. Para que Esteban creyera que el acceso a dicho lugar y la invitación eran muy serias, Belousov le mostró su carnet de entrada al Club. Allí, Esteban pudo leer que en realidad el ruso era militar. Incluso en medio de la cuarentena que trajo la pandemia, y las dificultades para hacer desplazamientos, el espía le puso a la orden un helicóptero y los carros diplomáticos de la embajada.
Hoy, este colombiano, que no sale de su asombro, ata cabos y hace memoria, porque en algún momento Belousov trascendió las conversaciones triviales y le preguntó si tenía influencia en el Gobierno para que estos contemplaran la posibilidad de comprarle a Rusia armamento, helicóptero y hasta gas. “Me contó que a raíz del conflicto con Ucrania, ellos habían perdido unos contratos de venta de gas y que tenían mucho para la venta, que si existía alguna posibilidad de que el gobierno ruso pudiera venderle gas a Colombia. Yo le dije que no creía y le recomendé que hablara con el presidente o con el ministro de Defensa”.
Esteban asegura que nunca le ofreció dinero, pero como él pertenece al sector energético y tiene acceso a importantes personajes del país, del mundo político y del Gobierno, Belousov era muy insistente en preguntarle por temas del poder y por aquellos que toman grandes decisiones en Colombia. Dice: “De Petro no hablaba cosas explícitas, pero daba a entender que le convenía al país. Hablaba mal del presidente Iván Duque y decía que estaba manejando mal las cosas. Alguna vez me aseguró que otro funcionario de la embajada se reunía con un importante congresista de la comisión que trata los temas energéticos, me dio nombre propio”.
El ocho de diciembre a las cinco de la tarde, Aleksandr Belousov tuvo que salir del país por orden del Gobierno colombiano. Hoy Esteban mira su teléfono y cuenta por lo menos veinte o treinta llamadas perdidas del espía ruso, no pudo contestar porque estaba ocupado y solo se enteró de la noticia, el día que la leyó en SEMANA. Sin embargo, no olvida el comportamiento enigmático y misterioso de ese diplomático que siempre andaba solo, usaba gorras en las noches y en lugares cerrados, hablaba un español enredado pero eficaz y “siempre cargaba una maletica chiquita donde, ahora que lo pienso, debía tener el arma”. El espía ruso nunca dejó que Esteban lo acercara hasta su casa y siempre prefería, al despedirse, desplazarse caminando.
En una de las citas, Belousov llegó con un carro diferente, Esteban le preguntó que dónde había dejado su carro de siempre y él le aseguró que después de un fuerte accidente automovilístico, cerca de Villeta, Cundinamarca, había tenido que comprar esa Nissan. “Ya no le creo que haya tenido un accidente, simplemente cambiaba de carros permanentemente”, así como hacen los espías en las películas y justo lo que detectó la inteligencia militar colombiana en la Operación Enigma.
Ahora, mientras sigue con atención toda la historia del espionaje ruso que llegó a las calles de Bogotá, Esteban recuerda la oferta que, quizá, fue la más sorprendente que Belousov le hizo: “Me ofreció trabajar en el Kremlin bajo una condición: aprender a hablar ruso”. Aunque nunca se consideró una fuente humana de alto valor para el diplomático espía, Esteban cree que debe aparecer en muchos de los videos que la inteligencia colombiana grabó cuando seguía a Aleksandr Belousov y Aleksandr Paristov, a quienes consideraba unos simples diplomáticos, pero tiene la tranquilidad de que no cayó, solo creyó tener unos buenos amigos rusos.