Poncho Zuleta, la leyenda vallenata, despide a su amigo del alma, el maestro Jorge Oñate. Habla por primera vez, desde esta partida, de su huella en la música y del vacío que dejará. “Ahora me va a tocar cantar por Jorge y cantar por mí”.

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“Mejor me hubiera muerto yo”: Poncho Zuleta despide a su amigo Jorge Oñate

Poncho Zuleta, la leyenda vallenata, despide a su amigo del alma, el maestro Jorge Oñate. Habla por primera vez, desde esta partida, de su huella en la música y del vacío que dejará. “Ahora me va a tocar cantar por Jorge y cantar por mí”. 

6 de marzo de 2021

SEMANA: Algunos lo están criticando porque no estuvo en la despedida de Jorge Oñate. ¿Le ha dolido?

Poncho Zuleta: Imagínese. Pocas personas lo han querido como yo lo quise, lo quiero y lo querré. Para mí, obviamente, fue muy duro no acompañarlo en su partida. Sufrí un accidente el 6 de enero y fui sometido a una fuerte cirugía. Me hicieron un reemplazo de hombro y de húmero. Estoy convaleciente, pero me estoy recuperando. Y por eso no pude acompañar a mi compadre.

Semana: ¿Usted habló con él en estos tiempos de enfermedad?

P.Z.: Sí. Hablé con él. El 15 de enero me llamó a las 9:40 a. m. Él ya estaba en la clínica de Valledupar. Él estaba preocupado por mí. Lloramos. Nosotros somos una galleta de soda. Esa fue la última vez que hablamos. Estuve muy pendiente. No pensé que mi compadre se iba a ir todavía. Estoy muy dolido.

Semana: ¿Cómo se enteró de esa partida?

P.Z.: Estuve muy pendiente de su enfermedad, día y noche. Siempre hablé con su familia y amigos en común. Él murió a medianoche. Mi familia, mis hermanos, nadie me quiso decir nada por encontrarme en esta circunstancia. Lo supe hasta las seis de la mañana. Esa noticia para mí fue un balde de agua fría y un balde de agua caliente.

Semana: ¿Cómo recuerda a Jorge Oñate?

P.Z.: Como un excelente amigo. Lo conocí en 1968 en Bogotá. Yo estudiaba en Tunja con mi hermano Emiliano y me iba los fines de semana para la capital. Lo recuerdo como un campeón de la música, como un gran compadre y como un verdadero ruiseñor. Tengo mucho para recordar.

Semana: Hay un video en el que usted le dice a Oñate: “Ahora le toca el turno a usted”, y por eso afirman que predijo su muerte. ¿Lo recuerda?

P.Z.: Sí, eso fue después de la muerte de Diomedes. Yo se lo dije, pero es que nosotros nos mamábamos gallo, nos hacíamos maldades, inventábamos chistes. Ahora, como los dos estábamos enfermos, yo le dije: “Ojalá nos muramos el mismo día para que ninguno de los dos sufra guayabo”. En el fondo, mejor que me hubiera muerto yo.

 “Le pido a mi compadre Jorge que lo que le quedó en la garganta me lo mande a mí para no fallecer musicalmente”, dijo Poncho Zuleta al darle el adiós a Oñate.
“Le pido a mi compadre Jorge que lo que le quedó en la garganta me lo mande a mí para no fallecer musicalmente”, dijo Poncho Zuleta al darle el adiós a Oñate. | Foto: León Darío Peláez

Semana: ¿Le tiene miedo a la muerte?

P.Z.: No hay persona en el universo que no le tema a la muerte. Yo no quiero morirme, pero me tengo que morir. Voy a morir tranquilamente, en paz con Dios, pero siendo pecador como todo ser humano. Pero yo sé que voy a vivir muchos años, primero, porque el folclor me necesita y, segundo, porque estoy en buenas condiciones. Ahora me va a tocar cantar por Jorge y cantar por mí.

Semana: ¿Quién era mejor cantando?

P.Z.: Él era mejor.

Semana: ¿Qué era lo que más le gustaba de Oñate?

P.Z.: Para mí, él y yo estábamos parejos. A pesar de que él era una persona con temperamento fuerte y bastante polémico, para mí, él era excepcional. En los escenarios jamás hubo celos. Siempre fuimos solidarios, confidentes. En tarima cada quien trata de superar a su contendor, pero en el fondo nunca hubo rencores entre nosotros.

Semana: Cuénteme la historia de los 200 pesos que Oñate le pidió prestados para hacer una grabación.

P.Z.: Resulta que yo grabé con el maestro Colacho Mendoza a principios de 1969, haciendo bachillerato en el colegio de Tunja. Emiliano y yo éramos internos. En esa época no había contratos con las disqueras y nosotros no teníamos plata. Él solo tenía dos bluyines. Y, para grabar, me dijo que necesitaba comprar ropa y yo le presté 200 pesos, que aún no me los ha pagado. Cuando me encuentre con él en el cielo, me los pagará con cariño.

Semana: ¿Usted siente que se encontrarán pronto en el cielo?

P.Z.: Me siento con mucha vitalidad y salud. Le pido a Dios que me dé muchos años para seguir cantando. Porque se me fueron mi compadre Diomedes y mi compadre Jorge. A mí me toca echarme el vallenato tradicional al hombro. He quedado solo. Quiero encontrarme con él para abrazarlo, pero no quiero irme de la Tierra para cantar unos años más.

Semana: El día que se encuentre con él, ¿qué le va a decir?

P.Z.: Que me pague los 200 pesos y que me cante No voy a Patillal y El cantor de Fonseca.

| Foto: GUILLERMO TORRES

Semana: ¿Cómo es la historia de que un día usted se separó de Emilianito y él se fue con Oñate?

P.Z.: Sí. Hace 30 años, el conjunto de los Zuleta ya estaba muy fuerte. Mi compadre Diomedes estaba apenas creciendo. Mi compadre Emiliano y yo tuvimos una discusión boba por plata. Y él me dijo: “Yo me voy”. Me tocó terminar el show con Calixto Rueda y Alfredo Gutiérrez, y mi compadre se devolvió en un bus para Valledupar. Yo grabé con Colacho Mendoza, y Jorge se llevó a Emiliano. Pero la sangre llama. A los dos años ni Emiliano ni yo aguantamos. Él se me fue encima en llanto, y él le dijo a Jorge: “Busca tu charco, babilla”.

Semana: ¿Es cierto que Jorge Oñate era competitivo?

P.Z.: En ese sentido era celoso. Era peligroso en la competencia. Pero yo nunca caí en esa trampa. Siempre manejé todo de una manera muy cariñosa y por eso él me quiso tanto.

Semana: ¿En qué sentido era peligroso en la competencia?

P.Z.: Duramos en los escenarios casi 40 años. Antes ningún cantante quería comenzar el espectáculo. Cada músico quería que lo dejaran de último para esperar que la caseta estuviera llena. A uno no le convenía comenzar, porque al músico lo engrandecen son los aplausos. Mi compadre Jorge era fregado. Ahora hay conciertos de cinco canciones y hasta luego, pero antes eran cinco salidas en una noche. Entonces él era tan avispado que llegaba a medianoche. En eso fue campeón: en subirse tarde al escenario.

Semana: ¿Diomedes u Oñate?

P.Z.: A ambos les tengo mucho respeto. Lo que le faltaba al uno le sobraba al otro. Diomedes es incalculablemente grande. Mi compadre Jorge, muy grande. Yo en el fondo de mi corazón tengo un preferido, pero eso no lo puedo decir (risas).

| Foto: GUILLERMO TORRES

Semana: ¿Quién era el más buenmozo de los tres?

P.Z.: Considero que yo (risas). A mi edad todavía hago cosquillas.

Semana: ¿Era muy enamorado Jorge Oñate?

P.Z.: Como todo. Por ahí dicen “El niño que es llorón y la mamá que lo pellizca”... Las noviecitas son inevitables, pero, por supuesto, siempre respetando su hogar. Un hogar muy querido. Todos brincamos y saltamos y caemos en el mismo puesto.

Semana: ¡Qué sinvergüenzas!

P.Z.: Un poquito… Tampoco se puede perder la simpatía por las mujeres. Eso es algo que se lleva en el alma.

Semana: ¿Le gustaba el trago? ¿Era necio?

P.Z.: No. No era de esos tomadores empedernidos. Para nada. Pero cuando se ponía a tomar de verdad, yo le tenía miedo. Nosotros tocábamos mucho y a veces durábamos diez días seguidos de concierto en concierto.

Semana: ¿Y drogas?

P.Z.: Nosotros en eso fuimos muy cuidadosos. Nosotros era Old Parr. El artista que se descuida, por supuesto, que se lo lleva el diablo. Nosotros no caímos en esa trampa.

Semana: ¿Le gustó que Jorge Oñate se metiera a la política?

P.Z.: Era respetable. Tenía vocación. La política es hermosa, pero a mi modo de ver el artista no debe participar en ella, pues se resiente un sector. Unos lo aplauden, y otros lo resienten.

Semana: ¿Estuvo usted con él cuando se enredó en ese proceso judicial?

P.Z.: Él era mi amigo. Buscó mi respaldo y, obviamente, lo tuvo. Yo estuve muy preocupado y sé que esa circunstancia lo afectó mucho. Él era un hombre sano. Yo siempre fui solidario con él.

Semana: ¿Qué le diría hoy a Jorge Oñate si lo escuchara?

P.Z.: Yo soy un hombre de Dios. A mi compadre lo he llorado mucho. Sigo llorándolo. Lo sigo queriendo, valorando sus enseñanzas hermosas. Y le pido a mi compadre Jorge que lo que le quedó en la garganta me lo mande a mí para no fallecer musicalmente.