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Mientras se habla de cese al fuego, la guerra estalla en Buenaventura: el Clan del Golfo y el ELN se disputan la zona rural a sangre y fuego
El Clan del Golfo y el ELN desde hace más de cuatro semanas sostienen una violenta disputa armada en zona rural de Buenaventura. Hay cuerpos decapitados, comunidades confinadas, miedo y zozobra.
Todo parece indicar que a la zona rural de Buenaventura, Valle del Cauca, no llegaron los mensajes de paz ni de diálogos, treguas y mucho menos intenciones de cese al fuego. En zonas como el Bajo Calima se vive una cruenta guerra entre una estructura del ELN y el Clan del Golfo. De tal grado han sido los enfrentamientos armados que hay miles de personas confinadas, aparición de cuerpos desmembrados aguas abajo y un presente que aterra hasta al más optimista.
Líderes de la zona que hablaron con SEMANA bajo la reserva de su identidad aseguran que, contrario a lo que ocurre en varias regiones del país, en el Bajo Calima se han intensificado los vientos de violencia. Las balaceras copan el largo y ancho de la espesa selva que conecta con el Chocó desde la mañana y terminan en horas de la madrugada. La tranquilidad se fue de ese lugar.
De acuerdo con el personero delegado para derechos humanos, José Luis Bernat Fernández, uno de los cuerpos hallados estaba sin cabeza y sin el brazo derecho. El cadáver flotaba en el río Calima ante la mirada de la población, que no podía hacer más que refugiarse en sus viviendas. “Hablamos con la comunidad que se encuentra desplazada y que retornó de manera voluntaria al Bajo Calima, se encuentran en un ambiente de miedo y zozobra.
Manifestaron que producto de unos enfrentamientos entre el ELN y el Clan del Golfo hay unos cuerpos abandonados. Inmediatamente, se hizo comunicación con la fuerza pública y la Armada Nacional. Luego, un barrido en la zona de Barranco Reyes y se encontró un cuerpo al que le hacen falta parte de sus extremidades”, aseguró.
Bernat añadió que la búsqueda de cuerpos continuará, ya que los habitantes de la zona indican que aún hay más. “Esperamos que las autoridades competentes que están en la zona puedan establecer el número de personas que han perdido su vida en ese confrontamiento, que se está dando entre estos grupos que operan al margen de la ley”, dijo.
“Mientras que en muchos rincones de Colombia se habla de paz, aquí no cesa la violencia. El ELN es el que tiene el dominio, pero parece que esta estructura no le hace caso al comando central. Son una especie de rueda suelta, son sangrientos y hacen lo que quieren”, le contó a SEMANA un líder de la zona.
El Bajo Calima es un corredor estratégico que conecta por el Pacífico al Valle del Cauca con Chocó y después con Panamá. Tradicionalmente, el ELN ha explotado en esa zona el uso de cultivos ilícitos, la fabricación de sustancias alucinógenas, así como el control de la minería ilegal, pero en los últimos meses el Clan del Golfo, herederos de los paramilitares, intenta llegar a este territorio para desplazar a esa célula guerrillera. En conclusión, la guerra en zona rural de Buenaventura es por el manejo y disposición de las rutas del narcotráfico.
Por eso, mientras el comando central del ELN da muestras tibias de paz, bloques como el de Bajo Calima cuidan el negocio. “Históricamente, eso ha llevado a que se perpetúen en el territorio disputas ilegales, que han generado que la población civil quede en medio del conflicto”, afirmó Bernat.
Agregó que a finales de año esto causó un desplazamiento masivo pocos días antes de Navidad, pero ante la complejidad de la vida en la ciudad más de 600 familias optaron por regresar a sus territorios. Esas mismas familias hoy están confinadas sin poder salir ni siquiera de sus casas.
“Las balaceras son constantes. No hay un día en que no escuchemos el estruendo de los fusiles: en la noche escuchamos los pasos de arriba para abajo, corren, caminan, hablan bajito, luego disparan y así se la pasan. Nosotros, mientras tanto, tratamos de meternos debajo de la cama o detrás de objetos pesados que puedan detener un disparo, porque la mayoría de casas son de madera”, señaló un habitante de La Mojarra, sector donde los combates tienen epicentro.
Manifestaron, además, sentirse desprotegidos y desamparados por el Gobierno nacional. “Lo que está ocurriendo aquí parece que no le importa a nadie, todo el mundo anda feliz con esa idea de paz. Desde hace varios días que no vemos patrullar al Ejército. Estamos a merced del más fuerte”, dijeron.
Para entender la dimensión de lo que está ocurriendo, basta con echarles un vistazo a los antecedentes más próximos. El pasado 21 de diciembre, un total de siete embarcaciones comunitarias hicieron el intento de movilizarse desde la zona alta del río con banderas blancas hasta la comunidad de Veneral del Carmen con la intención de recoger ayudas humanitarias gestionadas por la Fundación Alianza por la Solidaridad y el Programa Mundial de Alimentos. Sin embargo, en medio del trayecto, una lancha de un grupo armado se acercó a la caravana comunitaria y la atacó a disparos.
“El grupo de civiles quedó en medio del fuego cruzado. Gracias a Dios no hubo afectaciones a los civiles, pero el miedo y la incertidumbre son reinantes. Suplicamos ante Dios la no vinculación de la población civil en el conflicto entre los actores armados que operan en el territorio”, manifestó el Consejo Comunitario del Río Yurumanguí.
Otro de los líderes de esa zona le contó a SEMANA que algunos cabecillas del ELN se han dirigido a ellos para comunicarles que todo aquel que colabore con “personas extrañas” será declarado objetivo militar.
“Ellos nos dicen que la cosa va para largo, porque hasta que no saquen a esa gente (Clan del Golfo) la violencia aquí no parará. Nos dicen que lo mejor es que no salgamos de nuestras casas y esperemos pacientes hasta que todo termine”.
Guerra, hambre y miedo
A estos sangrientos enfrentamientos se suma la falta de víveres. La comunidad aseguró que los lancheros tienen miedo de ingresar a ese territorio, donde solamente se puede llegar a través de los ríos, por lo que al día de hoy (viernes 6 de enero) los alimentos, las medicinas y el combustible para las plantas eléctricas escasean.
“La fuerza pública está haciendo presencia en estos espacios para retomar la tranquilidad en la comunidad, pero realmente está siendo muy complejo y la gente poco a poco se ha ido desabasteciendo”, afirmó el padre John Reina, director de la Pastoral Social de Buenaventura.
Pero la barbarie no para ahí. Según el personero Bernat, hay una alianza criminal entre ELN y disidentes de las Farc que operan en la zona. Es decir, a falta de voluntad de paz, lo que hay es un coctel de criminalidad para defender el control ilegal y plantarle cara al Clan del Golfo.
“No sé si haya dado una instrucción a las células del ELN que operan en estos lugares (...), pero hay versiones que indican que el ELN tiene acuerdos con algunas disidencias de las Farc, se han unido en la zona del Calima, exactamente en sectores como La Mojarra, López y San Luis, lugares donde se están generando los enfrentamientos”, aseguró el personero delegado de derechos humanos.
Y como si fuera poco, el conflicto en la zona rural amenaza con trasladarse, nuevamente, al área urbana, donde el pasado miércoles fue asesinado Jhon Alexánder Hurtado Mosquera, alias Conyale. Este homicidio estaría relacionado con la posible reanudación de la disputa a sangre y fuego que sostienen los grupos Shotas y Espartanos, filiales del ELN y el Clan del Golfo en Buenaventura. El miedo vuelve a apoderarse de esta ciudad y los vientos de guerra parece que llegaron para quedarse.