ENTREVISTA

“La polarización en Colombia no es izquierda-derecha": Miguel García

A esa conclusion, entre otras, llegaron académicos del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes y de la Universidad de Berkeley a partir del Barómetro de las Américas. Miguel García, uno de los autores, habló con SEMANA sobre el tema.

27 de abril de 2019
Miguel García | Foto: Juan Carlos Sierra

SEMANA: Álvaro Uribe y Gustavo Petro tuvieron una confrontacion la semana pasada, en la que el primero terminó diciéndole a Petro “sicario, sicario, sicario”. Con esa coyuntura, ¿cómo podría describir el comportamiento de las élites políticas en Colombia?

Miguel García: La confrontación en torno a las objeciones de la JEP hace parte de un proceso que viene de hace años, en el que los protagonistas principales de la política se dividen en torno a temas específicos, como el del perdón. Se trata de una disputa que busca más mover la emocionalidad, que discutir argumentos o razones. Más que un país polarizado, es un país con elites profundamente divididas, que trasladan esa polarización a la ciudadanía. Esto tiene que ver con la manera como se forma la opinión y en Colombia, las élites la forman.

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SEMANA: A partir de la información del Barómetro de las Américas 2018, ¿qué puede concluir acerca de la manera como se forma la opinión en Colombia?

M.G.: Que aquí, como en muchos otros países, el ciudadano promedio tiene unos niveles de conocimiento sobre temas políticos relativamente bajos. Y frente a temas complejos, que van desde el acuerdo de paz hasta asuntos tributarios, no tiene suficiente información. Sin embargo, la gente de todas maneras forma opiniones como si estuviera informada. Para hacerlo recurre a una suerte de ‘atajos mentales’ que le facilitan tomar decisiones.

SEMANA: ¿Qué atajos se identifican en el estudio?

M.G.: En Colombia los ciudadanos no forman su opinión política por pistas relacionadas con temas ideológicos ni afiliaciones partidistas. Sí lo hacen, en cambio, por las actitudes de las élites políticas. Se trata de atajos más primarios. El afecto o el rechazo que alguien tiene hacia una figura política lo traduce en aceptación o rechazo a aquellas cosas que esa figura política aprueba o desaprueba.

SEMANA: Según eso, ¿no es tan claro entonces que Colombia esté dividido entre izquierda y derecha?

M.G.: En el observatorio hicimos un ejercicio para mirar si hay diferencias en las opiniones de quienes se autodenominan de izquierda, de centro y derecha frente a temas como el papel del Estado en el manejo de la economía. Nos encontramos con la sorpresa de que efectivamente, sin importar en qué orilla ideológica se identifiquen, la mayoría de colombianos tiene exactamente la misma opinión frente al papel del Estado en el manejo de la economía. Eso ocurre en otros temas. Concluimos que la polarización no aparece en función de posiciones de izquierda o derecha, sino de campos políticos articulados a las posiciones que las élites asumen frente a temas emocionales, como pueden ser el perdón o la llamada ‘ideología de género’. La gente asocia los temas que los dividen con las elites políticas por las que sienten afecto. “Como me gusta un político, me gustan sus propuestas”, y no al revés. Los experimentos que hemos hecho alrededor de la encuesta demuestran que la gente no escoge los políticos por sus propuestas. Más bien respalda ciertas cosas porque las dicen ciertos políticos.

SEMANA: ¿Es imposible entonces, que los ciudadanos cambien de posición con el paso del tiempo?

M.G.: La mayoría cambia de posición cuando sus líderes lo hacen. En el estudio queda en evidencia, por ejemplo, que durante el Gobierno de Uribe, mientras tenía lugar el proceso que condujo a la desmovilización paramilitar, los uribistas respaldaban la salida negociada al conflicto. Incluso, un porcentaje muy alto respaldaba dialogar con las guerrillas. En el momento en que Uribe se distanció de Santos, entre 2012 y 2013, dejaron de hacerlo.

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SEMANA: Según el Barómetro, ¿cuándo comenzó la polarización en Colombia?

M.G.: En ese mismo momento, entre 2012 y 2013, cuando hay una ruptura de elites. Entonces un grupo importante de ciudadanos se distancia de otro frente a muchos temas como el perdón, la reconciliación, el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros. Esa fecha coincide también con un descenso en los niveles de satisfacción con la democracia. Esa cifra del 55,4 al 31,9 por ciento en 2013. Más que una relación entre niveles de polarización y niveles de legitimidad de las instituciones democráticas, queda claro que, como la polarización también se ha manifestado entre gobierno y opositores, quienes han perdido se han sentido menos satisfechos con el sistema político. Ven en el poder a su adversario.

SEMANA: Con Juan Manuel Santos por fuera de la escena política, ¿cómo muta esa polarización?

M.G.: Esa respuesta requiere insistir en que desde hace tiempo Álvaro Uribe se consolidó como el punto de referencia fundamental de la política colombiana. La polarización está determinada por la brecha entre uribistas y antiuribistas. Al haberse Santos marginado de la política y dejar de ser un vocero en el debate, la pregunta es quién se toma el liderazgo en el campo antiuribista. Como consecuencia de las elecciones, lo ha tomado hasta cierto punto Gustavo Petro.

"La polarización en Colombia no es de izquierda ni de derecha".

SEMANA: ¿Qué papel juega la figura del presidente Iván Duque en ese contexto de polarización?

M.G.: Duque le juega al diálogo, y no exclusivamente a la confrontación. Sin embargo, entra en ella exclusivamente en la medida en que hace parte del uribismo. La oposición a Duque es la oposición al uribismo y él no genera la misma emocionalidad que otras figuras como Petro, Uribe o el mismo Santos.

SEMANA: En términos de polarización, ¿se puede decir que hay dos países?

M.G.: Reitero, hay dos países frente a temas específicos, aquellos alrededor de los cuales se confrontan las elites. En muchos temas, como el manejo de la economía, en el que las elites coinciden en visiones conservadoras, no se ven esos dos países. Tampoco en lo concerniente al rol de la religiosidad en la vida cotidiana. El tema de la paz es el que más polariza y otros que en el discurso político se han ligado a ese aspecto, tales como el matrimonio gay o la dosis mínima. Es paradójico además que, en términos sociales, y excepto diferencias regionales entre Antioquia y Bogotá, por ejemplo, o de edad, los votantes del campo político uribista y antiuribista incluso se parecen. Quienes votaron por Petro y por Duque tienen características similares en términos de distribución por género y nivel socioeconómico.

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SEMANA: En la izquierda y en la derecha hay elites que modelan la opinión pública, ¿qué pasa con estas en el centro del espectro político?

M.G.: Creo que en el centro no existen esas elites capaces de movilizar, en la medida en que la emocionalidad en este lugar del espectro es menor. Creo que Fajardo logró movilizar un montón de gente en la elección pasada, pero que ese fenómeno no es permanente. Aunque según el Barómetro hay muchos colombianos que uno podría ubicar en el centro, también es cierto que terminan ubicados en uno de los dos campos: en el que apoya la institucionalidad del momento, o el que la crítica. Asocian a ‘tibieza’ lo afectivo que se mueve en los extremos y en el centro.

SEMANA: En un contexto tan radicalizado, ¿cómo cerrar este ciclo de polarización?

M.G.: Es muy difícil responder esa pregunta. Desde la academia debería decir que hay que informar mejor a la gente acerca de la política para que forme sus propias opiniones. Pero como dije, en Colombia la información no tiene un impacto muy fuerte en el proceso de formar opinión. Por ahora no es fácil buscar una salida.