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MinDefensa verificará incidencia de las creencias religiosas del director de la Policía, tras explosivas declaraciones a SEMANA
El general Henry Sanabria se despachó en la edición impresa de la revista sobre exorcismos, la comunidad LGBTI en la Policía y hasta el uso del condón. La entrevista ha generado polémica.
No para la polémica por la entrevista dada por el director de la Policía, el general Henry Sanabria, a SEMANA, en la que habló de sus creencias religiosas y sus posturas personales en temas espinosos como su visión de la población LGBTI y hasta exorcismos, pese a ser la máxima cabeza de la institución.
El alborotó llegó al Ministerio de Defensa, pues para los críticos no se pueden separar las convicciones personales del director Sanabria con su rol de director de la Policía, al punto que fue el mismo ministro Velásquez el que dio su opinión.
“Frente a esas declaraciones, el ministro de la Defensa, Iván Velásquez, anunció una verificación de las creencias religiosas en el manejo de la institución”, señalaron desde la cartera.
El director de la Policía dijo, por ejemplo, que importantes operaciones de la Policía en las que cayeron peligrosos criminales fueron exitosas gracias a un exorcismo; o, por ejemplo, que no estaba de acuerdo con el uso del condón, porque se podría considerar como un método abortivo.
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El ministro de Defensa @Ivan_Velasquez_ hará una verificación de la incidencia de las creencias religiosas del director de @PoliciaColombia, Henry Sanabria, en el manejo de la institución. pic.twitter.com/bKPX8kdDFs
— Mindefensa (@mindefensa) March 27, 2023
El director de la Policía recuerda que una de las promesas matrimoniales es: “¿Aceptaréis los hijos que Dios te mandará?”, frente a los cuales siempre se contesta sí.
El director de la Policía habló extensamente con SEMANA. En su charla con la directora, Vicky Dávila, reveló detalles inéditos de cómo se han hecho las grandes operaciones que han dado de baja a los más temidos criminales del país. Pero también contó lo que piensa de muchos temas de actualidad nacional y sus más íntimas convicciones religiosas y personales.
Sobre el uso del condón tiene reservas. “Personalmente no (creo), porque es un método abortivo, sobre todo para los casados por la Iglesia. Una de las promesas matrimoniales es: ‘¿Aceptaréis los hijos que Dios te mandará?’, y uno dice: ‘Sí, acepto’”, puntualizó.
Aseguró que no se mete en las directrices que tiene la institución en ese sentido. “En su momento, cuando reunía a la gente de mi equipo, les decía: “Hay que tener cuidado, porque los invitan a fiestas, las llamaban ‘la fiesta verde’, una cosa así. Eso se presta para la ingesta de licor, para muchas cosas. Mi recomendación es no asistir a ese tipo de situaciones, cuídense mucho”. Pero ya en esto de los programas específicos de protección sexual, se encarga la Dirección de Sanidad”, concluye.
Sin embargo, sí habló de una preocupación: el alto número de casos de policías con VIH. “Estamos hablando de unos 12.000 policías aproximadamente.”, dijo Sanabria a Vicky Dávila.
“Hay una comunidad LGBTIQ grande en la institución”, confesó en SEMANA. Según las cifras, del 100 % de uniformados de las fuerzas armadas de Colombia, el 47 % pertenece a la Policía Nacional.
Su opinión no la antepone a los programas de la Dirección de Sanidad, aunque entre risas dice que no tiene mucho conocimiento sobre los planes que desarrolla dicho programa.
Entrevista
Vicky Dávila (V. D.): general, veo que en su oficina lo acompañan un crucifijo y muchas vírgenes. Algunos lo han criticado por ser tan religioso, pero eso a usted no le importa.
Henry Sanabria (H. S.): no. Firmeza en la fe. Según el artículo 19 de la Constitución, todos somos libres de profesar nuestra fe de manera libre. Incluso, la Corte Constitucional se ha pronunciado fuertemente sobre eso, aduciendo que los servidores públicos también tienen la posibilidad de profesarla de manera pública o privada.
V. D.: cuando lo atacan por eso, ¿qué pasa?
H. S.: me encanta.
V. D.: ¿por qué?
H. S.: por tres razones: la primera, porque llegan más seguidores; la segunda, porque más personas sienten ganas de leer la Biblia y, tercero, porque me santifica.
V. D.: ¿lo santifica?
H. S.: claro.
V. D.: ¿por qué?
H. S.: en San Mateo 5, en las bienaventuranzas de Nuestro Señor, se dice: “Bienaventurados todos los que están perseguidos por causa de mi nombre, porque cuando sean calumniados y criticados habrá un premio para ellos en el cielo”.
Pie de foto: “Dios no se pone bravo ni triste. Él es el poderoso, el dueño de todo. Pero si hay alguien que hace el trabajo del mal, es decir, el que se enfrenta a Dios, este lo ataca”.
V. D.: veo muchas imágenes de la Virgen en su oficina. ¿Qué significado tiene la Virgen para usted?
H. S.: la santísima Virgen María es la madre del Salvador. Ella estuvo siempre acompañando a su hijo, Nuestro Señor Jesucristo. De hecho, el tipo de sangre de Nuestro Señor es AB+, que es el mismo de la Santísima Madre, la bienaventurada, la que nos escucha a todos y, por medio de ella, llegamos a Nuestro Señor. Ella es la patrona de las Fuerzas Armadas de Colombia.
V. D.: han dicho que usted no se mueve de Bogotá si no lleva a la Virgen. ¿Eso es verdad?
H. S.: no es verdad. Pero a donde llego, está.
V. D.: ¿la lleva en el avión?
H. S.: no, en el avión no, pero la cargo conmigo. Tengo aquí una imagen de la Santísima Madre (se toca el bolsillo). Lo que sí es cierto es que, a donde llego, los policías ponen la imagen de la Santísima Virgen María. Pero no se da una orden. Es iniciativa de ellos.
V. D.: en un momento volvemos a hablar de esto, que me parece muy interesante. En Caquetá asesinaron a un policía y secuestraron a otros 78. Para usted, ¿eso fue un secuestro, un cerco humanitario, como dijo el ministro Alfonso Prada, o una retención?
H. S.: por supuesto, un secuestro extorsivo, como lo establece el Código Penal. La Fiscalía está tratando de establecer si hubo presencia de un grupo armado ilegal, porque eso cambiaría la connotación y podría ser una toma de rehenes. Lo del cerco humanitario fue una expresión utilizada con el propósito de garantizar la vida de los policías. Fue una exigencia que los secuestradores le hicieron al ministro del Interior, quien valientemente estuvo en el sitio. Él, en varias oportunidades, tuvo en riesgo no solamente su libertad, sino su vida.
V. D.: es decir, no fue un cerco humanitario.
H. S.: no. Cuando los policías fueron atacados, hubo una asonada y posteriormente, al ser privados de su libertad, fueron secuestrados.
V. D.: cuando el ministro Prada explicó públicamente por qué había hablado de un cerco humanitario, dijo que las personas que tenían a los policías solo quisieron protegerles la vida. Pero los uniformados aseguraron que siempre los amenazaron con matarlos.
H. S.: sí, había una intención de agredirlos. Varios fueron golpeados. Tuvimos seis policías con lesiones en la cara. A algunos les quitaron las prendas, intentaron desnudarlos. Lo que ocurrió fue una situación grave.
V. D.: general, cambiar el lenguaje es muy inconveniente. Lo que es secuestro es secuestro.
H. S.: así es. En este caso, el ministro del Interior jugó con eso ante un pedido y una exigencia frente a la libertad. Le dijeron: “Cambie eso del secuestro o no los liberamos”. Fue una decisión del señor ministro que apoyamos. Le dije: “Mire, señor ministro, eso va a tener un costo, pero hay que hacerlo para la libertad de los policías”.
V. D.: ¿o sea, usted le dijo: “Cambie la palabra, estoy de acuerdo”?
H. S.: sí. Yo le dije: “Señor ministro, lo que haya que hacer para liberarlos. Tenemos listos los comandos para ir a rescatarlos, pero si usted logra la liberación de los policías con esa expresión, hagámoslo que eso tendrá explicación”.
V. D.: ¿cómo explicarle a la gente que eso no es arrodillarse y someterse ante los delincuentes?
H. S.: siempre es fácil criticar desde un escritorio, desde un vehículo escuchando las noticias, pero estando en el sitio es otra cosa. Ante miles de personas, rodeando a un grupo de policías, hay una situación en la que se ponen en riesgo muchas cosas. El ministro del Interior, valientemente, entró allá porque ellos exigían la presencia del presidente. Su vida corrió riesgo, su libertad, y allá en el lugar solo los que estuvieron saben qué pasó. De ahí en adelante lo que se diga es especulación.
V. D.: el presidente reconoció, en una entrevista, que sí estuvo en riesgo la libertad de los ministros. Cuéntenos ese episodio.
H. S.: en medio de las exequias del subintendente Monroy Prieto hubo unas llamadas de los policías que estaban en el sitio, acompañando al ministro del Interior y al ministro de Transporte. Se nos dijo: “Aquí lo que están diciendo afuera del centro comunal es que van a secuestrar a los ministros para presionar la llegada del presidente. Tenemos que prepararnos porque parece que se los van a llevar. De hecho, están diciendo que traigan vehículos. Ya alertamos al ministro del Interior y creo que la situación es compleja”.
Entonces, inmediatamente, el presidente ordenó el alistamiento de nuestras fuerzas especiales y del Ejército. Estuvieron listas para ir hasta allá, pero el ministro dijo: “Yo manejo la situación acá, denos un espacio de tiempo, creo que tengo el control de la situación”. Y así fue. A la hora nos llamó y nos dijo: “La situación ya está calmada”.
Hubo un momento difícil. Lo que pasó fue que los que protestaban llegaron, en medio de la reunión, con un cadáver. Nos lo pusieron en medio de la junta. Ese muchacho murió por la inhalación de unos gases tóxicos cuando se destruyeron unos contenedores. Atribuían la muerte al Estado. Eso caldeó los ánimos y por eso se habló, en un momento dado, de secuestro.
V. D.: ¿del secuestro de los ministros?
H. S.: de los ministros, claro.
V. D.: ¿por qué los militares que estaban allí no defendieron a los policías?
H. S.: fue una situación compleja. Los militares estaban en una base al frente de la empresa. Eran unos 30 soldados al mando de un mayor. Cuando se presentaron los hechos, al ver la cantidad de personas con armas contundentes y cortantes que estaban agrediendo a los policías, tenían dos opciones: disparar o replegarse. La más conveniente fue la de replegarse.
V. D.: ¿es decir, usted estuvo de acuerdo?
H. S.: claro. Si hubiesen disparado, podría haber 10 o 20 muertos inicialmente. Pero una reacción en masa hubiera sido una situación más grave con réplicas en otras partes del país. Los militares optaron por quedarse en protección de la base. La empresa Emerald quedó en manos de la Policía, nada más.
V. D.: ¿para qué llevan a unos policías desarmados a una zona tan peligrosa?
V. D.: pero al final tampoco sirvieron las armas de los militares…
H. S.: exactamente.
V. D.: ¿tienen razón aquellos que dicen que llevaron a los policías como carne de cañón de los criminales?
H. S.: no. Fuimos a proteger a un grupo de soldados que estaba cubriendo un punto estratégico.
V. D.: ¿pero proteger cómo? ¿Sin armas?
H. S.: con armas menos letales, porque los militares tenían sus fusiles y decían: “Si nos atacan, ¿cómo vamos a responder?”. Nos pidieron refuerzos con armas menos letales.
V. D.: el presidente Petro dijo que les había dado la orden a los militares de no actuar.
H. S.: en el momento de los hechos no recibimos ninguna instrucción ni a favor ni en contra. Actuamos de acuerdo con los protocolos que tenemos institucionalmente. Frente a esa orden militar no la conozco.
V. D.: voy a aprovechar para preguntarle lo que dicen algunos sectores. Dicen que usted está entregando a los policías. ¿Eso es verdad?
H. S.: cuando asumimos el reto de ser policías, tenemos esa posición de riesgo. Cuando entré a la institución, nos enfrentábamos al terrorismo, al narcotráfico, a la guerrilla y la situación no ha cambiado mucho. Por ejemplo, en el Bajo Cauca antioqueño, frente a mil policías formados, les dije: “Dé un paso atrás quien no quiera ir”. Todos avanzaron hacia adelante. Dijimos: “Vamos a enfrentar un riesgo muy grande porque no sabemos qué va a pasar en esta vía, explosivos, francotiradores…”.
V. D.: ¿pero cree que alguien se iba a echar para atrás?
H. S.: la fácil era quedarse quietos.
V. D.: pero si el director de la Policía les pregunta a los uniformados quién se echa para atrás, ninguno lo va a hacer.
H. S.: se hubieran podido quedar quietos, pero avanzaron hacia adelante.
V. D.: ¿no cree que al policía se le ha querido quitar valor?
H. S.: depende de donde esté. Hay municipios donde al policía lo valoran, lo quieren y lo respetan. Somos los que hacemos cumplir la ley y mucha gente no se satisface. En esa integración de esfuerzos de las autoridades siempre habrá alguien que se moleste.
Los delincuentes rechazan a los policías o el que haya tenido una mala experiencia con un policía. Y eso no es solo de ahora. Cuando era subteniente, le dije a una subgerente de un banco: “Lo que necesite, a sus órdenes”, y me dijo: “No quiero nada con la Policía”. Eso fue en 1990.
V. D.: ¿siente que el presidente Petro quiere a la Policía?
H. S.: por supuesto. El presidente se soporta mucho en la Policía.
V. D.: pero también ha sido muy crítico de la institución. Así fue en la campaña.
H. S.: claro. Cuando fue alcalde tenía sus posiciones fuertes frente al cumplimiento de la ley. Siempre lo escuchaba hablando del cumplimiento de la Constitución y la ley, y nos exige eso.
V. D.: pero hay gente que dice que el presidente no quiere tanto a la Policía.
H. S.: no. Yo siento el aprecio por parte del presidente y del Gobierno.
V. D.: uno habla con policías como periodista y algunos están desmoralizados, ¿ha percibido eso como director?
H. S.: no. La verdad no he sentido eso. El tema es siempre el temor a actuar, pero no es de ahora. Siempre ha sido así.
V. D.: el presidente Petro había prometido que, en el primer día de su gobierno, el Esmad se acabaría. Pero eso no ocurrió.
H. S.: toda nación necesita un grupo especial que contrarreste motines, disturbios, eso es normal. Cuando no teníamos el Esmad, estaba la Fuerza Disponible y los resultados no eran los mejores porque no estaba entrenada, equipada, capacitada, ni psicóloga, ni físicamente. Ahora tenemos un grupo de 5.000 hombres y mujeres que les puede caer una granada al lado y saben qué hacer.
V. D.: ¿por qué el presidente cambió de opinión frente al Esmad?
H. S.: por la realidad, por supuesto. Él lo sabe. El presidente me lo dijo: la idea es que el Esmad sea la última opción y así se está haciendo. Primero enviamos a un grupo de fuerza disponible. En el 90 % no es efectivo. Luego entra esa unidad de diálogo y mantenimiento del orden.
V. D.: general, cambiando de tema, ¿cómo es el tema de los exorcismos en la Policía?
H. S.: es un tema bien complejo. Con el solo hecho de mencionarlo ya el maligno se pone bravo.
La existencia del diablo es cierta. Lo he visto, lo he percibido, para muchos es una fábula y otros no creen. Y eso está bien porque, digamos, el diablo lo dice, él se niega a sí mismo.
Pero veo la presencia de él en muchas situaciones. Déjeme contarle algo. En las pasadas protestas, unas 2.000 o 3.000 personas pasaron al frente de siete policías que estaban solamente con chaqueta, casco y escudo. Llegué a apoyarlos junto con un mayor, una patrullera y un patrullero. Es decir, éramos diez. Cuando los muchachos de la primera línea pasaron por el frente, eran unos 34, los alcancé a contar esa vez. Saqué mi crucifijo y lo puse encima.
V. D.: ¿por qué sacó el crucifijo?
H. S.: porque detrás de toda acción violenta hay una presencia del mal.
V. D.: ¿el mal es el diablo?
H. S.: podemos decir que sí. Detrás de toda acción maligna hay una acción demoníaca, sí, pero la libertad del hombre lo lleva a hacer el bien o el mal.
V. D.: cuando sacó ese crucifijo, ¿qué pasó?
H. S.: ellos levantaron todo y se fueron. Los policías me miraron. No se atrevieron a preguntarme qué había pasado. El miedo que tenían varios de ellos, sobre todo las mujeres, fue mayúsculo.
Era mucha gente y ya habían atacado a otros que estaban en un centro comercial, a unos 300 metros. Por radio nos decían: “Nos coparon”. Y sí, efectivamente, los coparon, tenían armaduras, gases, pero estos no tenían nada, solo los escudos y por eso los apoyé. Llegué al sitio y levanté mi crucifijo porque tengo una fe enorme. Mi fe es muy grande.
V. D.: pero hábleme de los exorcismos en la Policía para perseguir a los grandes delincuentes.
H. S.: una vez, en Medellín, estábamos en la persecución de unos delincuentes. A uno de ellos lo apuñalaron y lo arrojaron del carro. Preferimos ayudarlo que seguirlos persiguiendo. Le tomamos el pulso y ya estaba muerto.
Cuando estábamos esperando la unidad de levantamiento y de inspección del cadáver, el cuerpo empezó a arrastrarse. Eso fue sobrenatural. Un agente, de esos antiguos de Medellín, me dijo: “No, mi teniente, espere y verá”. Entonces empezó a buscarle por todo el cuerpo. Efectivamente tenía enrollado un amuleto, se lo cortó y ahí murió. Ese tema existe desde hace muchos años y data de miles de años atrás. Aquí en la Policía lo hemos hecho, por supuesto, con el acompañamiento del obispado castrense. Gracias a Dios tenemos un obispado castrense, como otros cuerpos de Policía, que nos ayuda en ese trabajo de lucha contra el mal.
V. D.: entiendo que no ha sido el único general que ha estado de acuerdo con practicar exorcismos en la Policía para las grandes operaciones.
H. S.: sí, aunque no se metieron tanto como yo. He estado en los exorcismos desde 2007. ¿Qué es el exorcismo? Es un ministerio de la Iglesia que significa básicamente el actuar contra la acción del diablo en su poder extraordinario. Posesión, opresión, lo que entenderíamos como obsesión demoníaca, la infestación demoníaca o la acción directamente contra el cuerpo que afecta a la persona de alguna manera y que es visible y que se llama vejación. Hay personas a las que les aparecen rasguños en la noche y moretones. No duelen. Se lo han soñado y al otro día amanecen con eso.
V. D.: o sea que eso existe.
H. S.: existe. Si uno va al Vaticano, allá encuentra un museo donde se hace ver no solamente la presencia de las almas del purgatorio, que son las buenas, sino también la acción demoníaca a través de sus entidades malignas. Eso existe y, gracias a la valentía de muchos sacerdotes, hemos logrado contrarrestar ese mal en la Policía. Por ejemplo, la operación contra el Mono Jojoy. Eso fue exorcismo.
V. D.: ¿cómo fue? Por favor cuénteme…
H. S.: la Policía hizo varias operaciones contra él y no pasaba nada. Un sacerdote dijo: “Mire, es que ustedes no le están pidiendo a Dios. Si ustedes no ponen sus actos en manos de Dios, eso no va a funcionar”. Entonces realizamos las sagradas eucaristías con ese propósito y, desde Bogotá, se hizo el exorcismo. Es decir, cuando el capitán romano les dice a los ancianos: “Díganle a nuestro señor que cure a mi siervo”, Jesús le respondió “vamos”. Y el capitán le contestó: “No, no es necesario que vayas. Con una palabra que tú digas bastará para sanarme”. Ahí se crean los exorcismos a distancia. Entonces Nuestro Señor desde ahí ordena y queda curado.
V. D.: ¿y así cae el Mono Jojoy?
H. S.: aquí desde Bogotá se dijo: “Bueno, entonces vamos a hacer una operación”. Los policías que participaron en eso hicieron una oración con ellos. El sacerdote bendijo las armas del Estado con las cuales iba a ser objeto de persecución y funcionó. Claro, porque es la acción de Dios.
V. D.: ¿el director era el general Naranjo?
H. S.: sí, estaba mi general Naranjo.
V. D.: ¿él sabía que estaban haciendo un exorcismo para dar de baja al Mono Jojoy?
H.S.: Claro. En unas interceptaciones, que se las mostramos a mi general Naranjo, hablaba una bruja. La bruja decía: “Mire, el de las naranjas y el de los pajaritos no han caído. Los otros ya cayeron, los tienen pintaditos. El otro, el de los barquitos, ya cayó. Pero los otros no han caído”.
¿A quién se refería? A mi general Naranjo. Le mostramos ese audio a él. A la bruja la capturamos porque formaba parte de una estructura de las Farc, con la cual ella también hablaba. Se hacía referencia a eso.
Entonces nos preguntamos: “¿Por qué mi general Naranjo no cayó y el de la Fuerza Aérea tampoco?”. La respuesta fue: “Porque rezan, o alguien reza por ellos”. Efectivamente, la mamá de mi general Naranjo reza el santo rosario todos los días. Lo mismo la mamá de mi general Vargas.
H. S.: él conoció eso. Precisamente era el general de las operaciones cuando pasó lo del Mono Jojoy. Al principio, por supuesto, todos son incrédulos. Pero ya cuando se les muestra… Por ejemplo, al director de Inteligencia alguien le dijo: “Mire, allá en la Dipol están haciendo unas cosas en el auditorio, para que usted se dé cuenta. Eso como que es malo”. Entonces me mandó a llamar y me dijo: “¿Usted qué es lo que está haciendo en el auditorio?”. Yo le contesté: “No soy yo, mi general. Quien lo está haciendo es el sacerdote”. Me dijo: “¿Pero qué es? ¿Exorcismo?”. Le dije: “Pues algo parecido a los exorcismos, que es la liberación”. Entonces sacó un libro y me dijo: “Mire, esto se lo traje de Roma”. Me lo entregó y decía Exorcismos. Yo lo ojeé y me dijo: “Me lo leí de Roma hacia acá, sé lo que están haciendo. Síganlo haciendo”. Le devolví el libro porque el diablo existe y nuestro señor lo ataca, por supuesto.