| Foto: John Hamón / SEMANA

ELECCIONES

"No da lo mismo, todavía se puede": la explicación de Mockus a su voto por Petro

Antanas Mockus escribió este texto para SEMANA. Según él, "la principal razón para votar por Petro es que hace más de dos décadas renunció unilateral e irreversiblemente al camino de las armas, optó por el camino de la democracia, y se ha mantenido".

12 de junio de 2018

La sociedad colombiana debe hacer suyos los acuerdos y la agenda de La Habana. Si los únicos beneficiaros y dolientes de los acuerdos se vuelven el presidente Santos, las Farc y la comisión que otorga los premios Nobel de Paz, se volverá imposible evitar el recrudecimiento de una violencia sin política. No estamos hablando de las 40.000 personas asociadas con la desmovilización de las Farc. Se trata de la paz entre 48 millones de colombianos que debemos aprender urgentemente a vernos y a escucharnos diferente para dejar de matarnos y tener crecimiento económico con equidad.

Para derrotar la violencia y la corrupción se necesita que una proporción muy alta de la población coordine sus decisiones y actúe sincrónicamente. Este domingo Colombia escogerá uno de dos caminos, la resurrección del uribismo o la construcción de una política innovadora, entre distintos sectores, incluyendo una izquierda no violenta. Los resultados de las últimas elecciones (Congreso y primera vuelta presidencial) muestran claramente que la temida entrega del país a las Farc no es real. Tampoco serán suficientes por sí solas, ni una izquierda renovada, ni el éxito temporal de nuevas formas de hacer política (Sergio Fajardo, Claudia López, Jorge Robledo y el suscrito, si se me interpreta con generosidad). Para lograr las transformaciones sociales que Colombia necesita, tenemos que encontrarnos todos el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar. Tenemos que movernos todos a un mismo tiempo y esto requiere de una gran dosis de altruismo, de visión, de desprendimiento. El cambio deseable es posible pero necesita un enorme y simultáneo voto de confianza en las instituciones y en las personas.

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Al caído caerle, es un sentimiento que está en el corazón de nuestra cultura. No da lo mismo castigar con ecuanimidad que castigar con resentimiento o ánimo retaliatorio. El país hizo una gran innovación de la cual no se siente aún suficientemente orgulloso y debería. En el proceso de paz colombiano se requiere verdad como condición para la justicia y la no repetición. A los perpetradores de la violencia que digan la verdad se les aplica una pena restrictiva de la libertad de entre cinco y ocho años. Quien no diga la verdad, puede ser sancionado con penas restrictivas de la libertad, de hasta veinte años. En consecuencia, no hay impunidad. Hay una Jurisdicción Especial de Paz para ponerle límite a un conflicto armado. Impresiona el hecho de que en varios momentos el uribismo hizo ofertas de justicia transicional más generosas que las finalmente acordadas. Tomar una actitud generosa a destiempo ha frenado el consenso indispensable para poner fin a la guerra.

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En mi caso, la principal razón para votar por Petro es que hace más de dos décadas renunció unilateral e irreversiblemente al camino de las armas, optó por el camino de la democracia, y se ha mantenido. Ha quedado claro en la primera vuelta que Colombia tendrá mayores probabilidades de superar la desigualdad, el clientelismo y la violencia sólo juntando a esa izquierda moderna con los sectores que han abrazado las nuevas formas de hacer política. Sólo sumando aritméticamente los votantes de la Coalición Colombia con los de la Colombia Humana, y convocando a los indecisos, se puede lograr la necesaria mayoría en la segunda vuelta.

Debemos comprometernos todos con evitar la combinación entre política e ilegalidad. Este domingo podemos ir en paz a votar y a ganar.