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No es la primera vez que el arzobispo Monsalve envía duros mensajes contra el partido de Gobierno por su férrea oposición a los diálogos de paz. | Foto: foto: Luis Ángel Murcia

POLÍTICA

La hoguera de monseñor Darío de Jesús Monsalve

Las durísimas declaraciones del arzobispo de Cali levantaron una polvareda política en el Valle del Cauca. Mientras algunos dirigentes piden su traslado, la Santa Sede lo desautoriza.

18 de julio de 2020

El arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, tuvo una salida en falso la semana pasada que poco enriquece el debate sobre las dificultades que atraviesa la implementación de los acuerdos de paz. Muchos colombianos están preocupados por las falencias del Estado en ese frente. Pero los líderes de reconocimiento nacional bien pueden emitir sus opiniones y preocupaciones sin necesidad de echar mano de agravios o mensajes polarizantes que no vienen ha lugar.

El religioso dijo que “el Gobierno nacional busca una venganza genocida para destruir lo pactado en La Habana”. Esa afirmación salida de tono, en vez de dejar en evidencia una realidad preocupante sobre las dificultades en el territorio, la incapacidad del Estado, los embates de la violencia y los torpedos políticos, empobrece el debate y lo lleva al terreno de las pasiones, la ideología o los prejuicios.

Con esa actitud que mostró el arzobispo, como era de esperarse, se desató un intenso debate entre el Centro Democrático y la Iglesia católica. No es la primera vez que monseñor Monsalve critica duramente al partido de Gobierno, pues en el pasado se mostró inconforme con la animadversión de ese grupo político a los diálogos con el ELN y las Farc. Pero en esta oportunidad se le fue la mano. Monsalve ha defendido los acuerdos y es un hombre de carácter y se ha ganado el respeto de muchos sectores sociales por su compromiso en el posconflicto.

En un país tan creyente, los líderes religiosos deben usar su voz y su influencia para ponerles la lupa a esas problemáticas no resueltas, llamar a la reflexión y a la acción, y tratar de acercar a los distintos sectores en un ambiente de polarización y tensión política.

Aun cuando Iván Duque durante la campaña fue un crítico asiduo de varios de los puntos pactados en Cuba, una vez elegido presidente moderó su discurso. Así como se ha comprometido a implementar la paz en los territorios trató de modificar la justicia especial para la paz en el Congreso y fue derrotado. Sin embargo, las declaraciones del arzobispo señalan al Gobierno de estar en una cruzada deliberada para acabar con los avances logrados hasta ahora. En un principio, Monsalve dijo que “desde la campaña electoral se sentía un espíritu de venganza contra el Gobierno Santos que inició estos procesos (con las Farc y el ELN), y, lo más grave, de venganza contra los mismos excombatientes que se acogieron al proceso. Una venganza genocida para desvertebrar y desmembrar completamente la sociedad, las organizaciones sociales y la democracia”.

Evidentemente, tan pronto salieron al público esos fogonazos, hubo un pedido de rectificación. A pesar de esto, Monsalve ratificó su postura. Días después afirmó lo siguiente: “Me da pena que esto genere tormenta (…) Hay que ser sinceros, es una vergüenza histórica mundial que se esté buscando destruir ese acuerdo. La fidelidad del Evangelio no nos permite ser tibios ni mudos”.

La firmeza y tono de las declaraciones del arzobispo cayeron como una patada en el uribismo vallecaucano. El senador Gabriel Velasco, recientemente nombrado vocero oficial del Centro Democrático, le envió una carta al nuncio apostólico para que aclarara si esa era la postura de la Iglesia sobre el Gobierno. La Nunciatura respondió que esas palabras “no corresponden a la visión de la Santa Sede y solo comprometen a quien las emitió”.

Por eso, algunos pidieron al nuncio trasladar a monseñor para remediar lo acontecido. “Fue la gota que llenó la copa”, argumentó el senador Velasco. Incluso, Diego Martínez Lloreda, director de Información del diario El País de Cali, realizó un sondeo por Twitter para tantear la posibilidad del cambio de arzobispo.

Para el senador Velasco, el uribismo vallecaucano y algunos otros sectores, el obispo Darío de Jesús Monsalve está usando su sotana para emitir opiniones politizadas, temerarias y cargadas de ideología. “Yo dije lo que muchos caleños sentían, porque la respuesta en redes sociales es que hay un rechazo muy grande a la gestión y al trabajo del arzobispo en la ciudad”, afirmó el senador.

Más allá del calor de la coyuntura y de los efectos políticos que desataron las declaraciones del arzobispo de Cali, de este episodio quedan varias reflexiones. Nadie duda que las falencias en la implementación son, por decir lo menos, preocupantes. En Colombia siguen matando a los líderes sociales y a los excombatientes, los proyectos productivos no han fluido como se esperaba y la restitución de tierras está enredada. Sin embargo, no se puede afirmar que todo obedezca a una cruzada genocida orquestada desde la Casa de Nariño. En un país tan creyente, los líderes religiosos deben usar su voz y su influencia para ponerles la lupa a esas problemáticas no resueltas, llamar a la reflexión y a la acción, y tratar de acercar a los distintos sectores en un ambiente de polarización y tensión política.

Cuando estas críticas involucran una mirada constructiva, y no por eso menos contundente, realmente enriquecen y nutren el debate nacional. De nada sirven los insultos y los señalamientos a estas alturas del partido. Con estas opiniones emitidas desde la pasión y no desde la razón, el arzobispo de Cali dio pie para que algunos digan que la suya es una mirada política y sesgada y no la de un hombre genuinamente preocupado por el destino de la paz.