MEDIOAMBIENTE
Mosquera: la tragedia de aprender a vivir con el agua sucia
Mosquera fue noticia nacional por la inmensa nube de espuma que cubrió viviendas del barrio Los Puentes, a orillas del río Bojacá. Este municipio, al occidente de Bogotá, lleva años con la cruz a cuestas de la “ropa sucia” que lavan sus vecinos.
La mañana del 24 de abril, Flor Alba Rodríguez se acicaló y se amarró el delantal. Corrió el cerrojo de la puerta de su negocio, Tienda Doña Flor, y echó a andar una nueva jornada de trabajo desde temprano, incluso los domingos, como ha sido tradición en su familia. Hace 40 años se instaló a pocos metros de un río de aguas cristalinas, en lo que hoy es el barrio Los Puentes del municipio de Mosquera. “El agua era limpiecitica”, dice.
Recuerda cómo era la laguna La Herrera, en el río Bojacá, el lugar que hace casi medio siglo atrás la conquistó. Al abrir la puerta de metal, creyó que su tienda estaba en el Polo Norte, convertida en un iglú. Un manto blanco de casi 3 metros de altura se coló dentro de su local. La nubecilla cubrió las neveras, la greca y el mostrador del negocio. Intentó espantarla con cartones y periódicos. “Se nos vino encima, nunca la pudimos dominar”. La “espuma contaminante” tardó poco en llegar a los titulares de prensa.
Los videos difundidos por medios nacionales y redes sociales crecieron como espuma hasta hacerse virales. El lunes 25 de abril, medio país amaneció hablando de Mosquera, pueblo fundado en 1861 y bautizado por los conservadores de Cundinamarca en honor a Tomás Cipriano de Mosquera, presidente del Nuevo Reino de Granada (1845-1849) y los Estados Unidos de Colombia (1861-1864 y 1866-1867).
No hubo motivo para sacar pecho. Flor Alba y sus paisanos sentían un puñal en el corazón al ver la forma en que hablaban de su pueblo, casi que con tapabocas o máscaras de oxígeno puestos, en lugar de referirse a la tierra del Chocorramo y los toros bravos de Mondoñedo, los mosquerunos más famosos y reconocidos en el país.
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Parte de la región Sabana Occidente, paso obligado de cientos de miles de bogotanos que han buscado calor y color bajo los rayos del sol de los balnearios de La Vega, Cundinamarca, Mosquera es uno de los 47 municipios de la cuenca alta, media y baja del río Bogotá, a los que, junto con el Distrito Capital, una sentencia de 2004 les ordenó la descontaminación de la fuente hídrica que nace en Villapinzón y desemboca, 380 kilómetros hacia el sur, en el Magdalena, a la altura de Girardot.
El fallo de la entonces magistrada del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, Nelly Villamizar, estuvo diez años sin efectos por los múltiples recursos jurídicos de apelación. Solo en 2014 entró en vigencia, tras ser ratificado en segunda instancia.
Tres años después, en el Campo de Gigantes, como los mosquerunos llaman su terruño, se levantó uno: la PTAR, planta de tratamiento de aguas residuales, la más efectiva fórmula científica para cumplir con la mencionada sentencia. Con una inversión de 27.000 millones de pesos y capacidad para 200 litros de agua por segundo, la PTAR Mosquera entró en operación en enero de 2021, y se ocupa exclusivamente de lo que Flor Alba llama “aguas negras” de origen doméstico, similares a las que provocaron la espuma en la laguna del barrio Los Puentes.
Helmuth Cárdenas, gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Mosquera (Eamos), le abrió las puertas de la planta a SEMANA. En un recorrido de apenas una hora, tomó una muestra de las aguas que reciben desde la glorieta del monumento a los toreros maletillas y una muestra de las aguas que entregan en el río Subachoque.
La imagen parece milagrosa, el color del lodo se transforma en lo más transparente posible (ver foto). Si las aguas tratadas por la PTAR Mosquera hubieran sido las vertidas en La Herrera, ni una sola burbuja se hubiera levantado de la laguna del barrio Los Puentes, coinciden los lugareños, con mirada de toros bravos, como los que tienen a menos de 100 metros pastando en Mondoñedo.
A Luz Mariela Gómez Díez, por ejemplo, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio, no le da miedo alzar la voz y embestir a quienes considera responsables: “Aquí nos cae el agua sucia de los vecinos”, dice, enumerando a los municipios de Madrid, Bojacá y Facatativá. La llamada “espuma contaminante” se levantó como reacción a lo que podría ser un coctel explosivo.
La explicación de la autoridad ambiental a la que por jurisdicción le corresponde la limpieza de La Herrera, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), es que este hecho ocurrió tras la mezcla de partículas de tensoactivos y grasas animales –componentes físicos y químicos de jabones y detergentes domésticos e industriales– con el buchón vegetal –sábana de musgo que se tiende sobre los espejos de agua por la oxigenación–, y la fuerza que imprimieron casi dos días de intensas precipitaciones, como si se tratara del diluvio universal.
Muchos bogotanos recordarán que por esos días briznó, lloviznó, llovió y en algunos sectores granizó casi que por 48 horas seguidas, entre el lunes 25 de abril y el martes 26, cuando en Los Puentes aún se removía la espuma. En la capital, sin embargo, nadie explicaba que un palo de agua hubiera provocado tan particular emergencia.
Las explicaciones de la CAR, que llevaba días sin remover el buchón, según los habitantes consultados por SEMANA, dejaron muchos interrogantes flotando como espuma por el cielo sabanero. “Habría que preguntarse por la calidad de las aguas que están vertiendo aguas arriba sobre el (río) Bojacá”, es lo que plantea Fabián Castillo, secretario de Ambiente y Desarrollo Agropecuario de Mosquera, como forense que intenta buscar pruebas por los 6,8 kilómetros del río.
La magistrada Nelly Villamizar, quien preside las audiencias mensuales de seguimiento al cumplimiento de la sentencia del río Bogotá, no ha incluido a Mosquera en la lista de municipios que reciben continuas observaciones y advertencias. SEMANA conoció que, en la sesión virtual que se adelantó el 5 de mayo, la jueza les pidió explicaciones a las autoridades de los municipios que vierten sus aguas en el río Bojacá para establecer responsabilidades por lo sucedido desde el 24 de abril.
La CAR se comprometió a entregar los resultados de los análisis científicos a la espuma que se levantó en Los Puentes. Una de sus conclusiones (conocida de forma extraoficial) reitera que los elementos, no las partículas, no eran tóxicos y no produjeron afectación a la salud de los habitantes.
Durante la emergencia, se atendió un caso de dermatitis leve en una menor de 16 años, y el de un niño que registró un cuadro agudo de diarrea. Tras los correspondientes exámenes de laboratorio, la Secretaría de Salud del municipio aseguró que ningún caso estuvo relacionado con la espuma.
Los mosquerunos ruegan que caiga del cielo otro tipo de maná, pero la única garantía que tienen es que sea en forma de espuma, pues las fuentes de agua que los rodean tienen elevada contaminación.
Aunque hayan sido señalados y salpicados, Mosquera presenta sus pruebas para declararse víctima en lugar de victimario, y despojarse de la cruz a la espalda que supone cargar con toda el agua sucia, incluida la de sus vecinos. Puede que la espuma haya sido el milagroso maná caído del cielo, que lleve a los seres humanos que habitan o pasean por la región Sabana Occidente a pensarlo dos veces antes de arrojar basura a la más básica fuente de vida del planeta, el agua.