OBITUARIO

Murió el padre Francis, el emblemático rector del Colegio San Carlos

Llegó de Estados Unidos cuando tenía 31 años y se quedó para educar a generaciones de colombianos. SEMANA revive la entrevista en la que el padre Francis cuenta su historia.

31 de julio de 2017
| Foto: Daniel Reina

SEMANA: Usted era un monje benedictino en North Dakota, Estados Unidos, tenía apenas 31 años. ¿Cómo llega a Colombia?

Francis Wieri: Por la fe. Me hicieron una invitación para venir al San Carlos en Bogotá cuando esta era una ciudad desconocida. Solo conocíamos el café de Colombia, el que hacía la tradicional empresa Maxwell House. Mi plan era quedarme dos o tres años.

SEMANA: ¿Y cómo terminó quedándose 45 años?

F.W.: Mi superior, el padre Abad, me ofreció esto para salir de Estados Unidos. Y poco a poco me fue bien y nunca pedí regresar, no tengo razón para hacerlo. En 2007, Francisco Santos me otorgó la ciudadanía colombiana y cada día estoy más feliz acá.

SEMANA: ¿A su llegada qué encontró?

F.W.: Adaptarme a otra cultura fue un reto. Yo venía de una educación muy estricta y una de las cosas que yo no podía entender era la necesidad de tomar onces después de haber estudiado tres horas. Traté de quitarlas, pero la reacción de los profesores y estudiantes fue terrible. Ahora me encantan y soy el primero en la cafetería a las nueve de la mañana.

SEMANA: ¿Los jóvenes han cambiado en algo en 50 años?

F.W.: Jóvenes son jóvenes. Todos tienen sus errores, como escaparse de clase, decir groserías, pelear, etcétera, pero, como diría una profesora, en el fondo todos son buenos.

SEMANA: ¿Por qué nunca han tenido uniforme?

F.W.: Una opción era prohibirles todo y la otra pensar que era una etapa de la vida y que era mejor que la quemaran acá. Hemos tenido todas las modas. Hace dos años se ponían los pantalones muy abajo, antes tuvimos la moda punk, los piercings, etcétera. Últimamente veo mucho pelo corto y estoy sorprendido, ya no veo mechas largas como antes.

El padre Francis junto a sus alumnos. Foto: Daniel Reina / SEMANA.

SEMANA: Cuál ha sido la clave para poder consolidarse como uno de los mejores colegios del país?

F.W.: Los preparamos para que tengan éxito en su vida profesional. Y eso solo se hace exigiéndoles más. No van a llegar a ningún lado sin esfuerzo. A los jóvenes les gusta la competencia y por eso les digo "vamos, muéstrenme de qué son capaces".

SEMANA: Pero es un hecho que este colegio siempre figura en los primeros lugares en el examen del Icfes y sobre todo en matemáticas. ¿Cuál es el secreto?

F.W.: Mi antecesor me explicó que el examen de admisión que les hacemos para que entren al San Carlos era un indicador de la capacidad para los números y la lógica y desde pequeños se las cultivamos. En comparación con otros colegios sí hay más énfasis en matemáticas. Los jóvenes hacen casi diez horas a la semana y siempre van a las Olimpiadas de Matemáticas. Es una prioridad.

SEMANA: Y además de ser muy buenos con los números, tienen una larga tradición deportista. ¿ Esta es otra prioridad?

F.W.: A través del deporte les enseñamos a jugar limpio, a trabajar en equipo y a que aprendan a compartir. Desde chiquitos los ponemos a correr, a jugar fútbol y mucho básquet. Pero siempre hay competencia con los otros colegios. Por ejemplo, ahora en básquet tenemos que competir fuertemente con Los Nogales.

SEMANA: Después de 45 años y más de tres mil alumnos graduados, ¿cómo hace para recordar todos los nombres?

F.W.: Vivo muy contento con mi memoria. Creo que esa es mi manera de mostrar interés en las personas. A las que me encuentro me gusta explicarles cuál es el papel del colegio, quién ha pasado por él y recordar las mejores anécdotas.

SEMANA: ¿Usted sigue en contacto con sus exalumnos?

F.W.: Claro. Todas las semanas hay exalumnos jugando básquet por las noches, y los fines de semana llegan a jugar fútbol. En las últimas vacaciones de Navidad, no hubo un día que no llegara visita. Ellos saben que el padre siempre está en la casa.

SEMANA: Cuentan por ahí que cuando usted se pone bravo, las orejas se le ponen rojas. En todos estos años, ¿quién es el que más se las ha prendido?

F.W.: Nunca voy a olvidar a Felipe Santos. Era la temporada de la Copa del Mundo y él se escapó de clase para ir a la casa del celador donde había una televisión para ver el partido. A mí me pareció que uno no tenía por qué entrar a la casa de nadie a tocar sus cosas personales y me puse muy bravo. Lo tuve que sacar del colegio faltando pocas semanas para que se graduara.

SEMANA: ¿Y como se portaban los demás Santos, ya que casi todos son del San Carlos?

F.W.: No alcancé a conocer a Luis Fernando porque fue la primera generación que se graduó y yo no había llegado. Rafael era muy juicioso, Francisco era indisciplinado e inquieto, pero una excelente persona. Camilo, el piloto, también salió de acá y era buen deportista. Y al presidente Santos solo lo conocí cinco meses porque poco después de mi llegada, decidió irse a la Armada en Cartagena, cuando tenía 16 años. Tengo entendido que era excelente estudiante.

SEMANA: ¿Cómo presidente como le parece que le ha ido?

F.W.: Unos dicen que seguimos en luna de miel. Pero vendrán los tiempos difíciles y ese es el momento para poner los pies en terreno firme y tener carácter para enfrentar los problemas. Es la única forma de seguir por el camino que se ha trazado.

SEMANA: Otro expresidente sancarlista es Andrés Pastrana. ¿Cómo lo recuerda?

F.W.: Uno no se puede olvidar de Andrés. Una vez, la profesora Antoinette, de Geometría y Álgebra, citó a los papás y hasta aquí llegaron el presidente y doña Maria Cristina. Las quejas eran varias. En clase de matemáticas, siempre estaba hablando con su buen amigo Jaime Ruiz. Otros profesores decían que se dormía en clase y que a pesar de que tenía una ruana sobre la cabeza, sus cuadernos estaban llenos de notas. Era muy buena persona, no era el más aplicado, pero le encantaba la Historia.

SEMANA: Y ahora tiene a dos exalumnos -Gabriel Silva y Mauricio Rodríguez- como embajadores en Estados Unidos e Inglaterra.

F.W.: Gabriel era buenísimo, sobre todo en Sociales, y también era muy curioso. Una vez se fue a explorar el teatro, se cayó de las escaleras y se le llenó de sangre la cara. Cuando lo vi pensé que alguien le había pegado, pero fue por inquieto. Gabriel fue un buen profesor acá. Por su parte, Mauricio y sus hermanos fueron muy estudiosos.

SEMANA: A otro que le ha ido muy bien es a Luis Alberto Moreno, el actual presidente del BID...

F.W.: Él era excelente. Sus abuelos eran los vecinos de nuestro colegio, la casa de ellos era pegada y entonces era casi de la familia. Siempre fue de los más chiquitos de la clase, no puedo decir que fuera un deportista destacado, pero sí era muy aplicado.

SEMANA: Luis Carlos Sarmiento Jr. también creció en este colegio...

F.W.: Me acuerdo de ver a don Luis Carlos y a doña Fanny, muy elegantes, por acá por el colegio. Cuando lo veo ahora junto a su padre en fotos no me sorprende que le haya ido bien. No se graduó porque se fueron a Estados Unidos, pero de mí recibió las mejores recomendaciones.

SEMANA:¿Qué tienen planeado para la celebración de los 50 años?

F.W.: Muchas actividades como conferencias, un gran bazar, juegos de básquet, un bingo y una fiesta. Pero lo que a mí me tiene más emocionado es la reunión de los exalumnos, para que se vean, sepan qué están haciendo sus compañeros y haya un momento para que recuerden que la mejor época de su vida la pasaron en este colegio.

SEMANA: ¿Qué cree que los alumnos recuerden de usted?

F.W.: Ellos dicen que yo soy muy querido, aunque saben que tengo mi temperamento. Muchos recuerdan cuando yo entraba a la clase y señalaba a alguien para que viniera a mi oficina. Ahí sabían que algo había pasado. También creo que me tienen confianza.

SEMANA: ¿Siente que su misión está cumplida?

F.W.: Todavía no. Yo quiero seguir. Pero la experiencia ha sido buena, y estoy muy satisfecho.

SEMANA: ¿Después de tantos años se siente más alcahueta?

F.W.: Una vez le dije a Luisa Pizano, de Los Nogales: "Yo me siento como un abuelo, ya todo me parece bien. Tengo que ser como usted, más estricto, tengo que dar ejemplo". En la noche, Luisa le comentó a su esposo: "Estoy preocupada, no sé si el padre Francisco esté cansado o enfermo". Él me comentó a mí y me morí de la risa.

Así fue el retiro del padre Francis Wehri del colegio San Carlos

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