OBITUARIO

“Deseo que mi vida culmine libre de dolor e indignidad”: Tito Livio Caldas

El fundador de Legis, quien sufría de un agresivo cáncer, solicitó su eutanasia la semana pasada. Dejó un profunda reflexión sobre lo que significa este derecho.

23 de julio de 2016
Tito Livio Caldas. | Foto: Humberto Pinto

"Deseo que mi vida culmine, libre de dolor, de indignidad, en mi casa y rodeado de los míos”, decía una carta pegada en una pared en la entrada de la sala de la Funeraria Gaviria en Bogotá en la que reposaba el cuerpo de Tito Livio Caldas. Quienes eran cercanos al prominente empresario y editor no se sorprendieron de que hubiera elegido la eutanasia como su forma de decir adiós. Esa última voluntad reafirmaba la coherencia con la que el fundador de Legis había vivido toda su vida. Como señaló en el escrito, que él mismo quiso que todos conocieran, desde muy joven pertenecía “a un mundo intelectual racionalista” y había vivido “largamente la interesante etapa del mundo actual, rodeado de los que me aman y he amado”.  

Tito Livio Caldas fue uno de los más importantes librepensadores del mundo jurídico colombiano y así lo demostró, incluso en el conmovedor pero profundo texto que dejó como un manifiesto de esos principios. Creía con convicción que el Estado no debía inmiscuirse en la esfera íntima de sus ciudadanos y sostenía que uno de los pilares esenciales para ese propósito era garantizar la laicidad de los asuntos públicos.  Se definía a sí mismo como ateo y solía difundir esa forma de ver la vida pues consideraba que la sociedad necesitaba “un sacudón racionalista”. 

Desde su empresa, Legis, la editorial jurídica más importante del país, enarboló muchas de las banderas de las libertades individuales, incluso décadas antes de que la Corte Constitucional las reconociera. Caldas era uno de los mayores defensores de que los colombianos pudieran ser libres en todos los ámbitos de su vida. Tanto en los ámbitos sexuales y los religiosos, como en los patrimoniales. Consideraba vital que el país reconociera la libertad de asociación (fue uno de los creadores de las sociedades de acciones simplificadas) o la de testar, una potestad que en Colombia no existe.

Como editor, le entregó a Colombia varias de las más importantes obras en estos temas. En un Manual de Ateología reunió a una decena de personalidades que no creían en Dios. También publicó una guía del aborto para explicar cómo se ejerce ese derecho y un libro sobre las nuevas familias pues creía que hoy las parejas podían ser “de diferente sexo, del mismo sexo, bajo el mismo techo, o bajo diferentes techos, en ritual y compromiso de amor”. Hace varias décadas fundó la revista Ciencia Política que promovía la democracia en el continente y en la cual participaron Octavio Paz y Mario Vargas Llosa. El último libro en el que estaba trabajando, con sus más allegados como Francisco Reyes Villamizar, Juan Manuel Charry y Lina Zuluaga, entre otros, era un manifiesto por la modernidad de Colombia que pudiera entregarle al próximo presidente.

Esa faceta de su vida estuvo siempre presente en el rol de prominente empresario. Caldas terminó por las vueltas de la vida consolidando el mayor imperio editorial del derecho del país. Cuando se graduó de la Universidad Nacional intentó acceder a un puesto en la Rama Judicial y, como esa meta no se cumplió rápido, decidió montar una oficina jurídica.  Muy pronto se dio cuenta de que era muy difícil ejercer la profesión por el cambio vertiginoso de las leyes y la jurisprudencia. Los abogados solían pegar papelitos con colbón en cada artículo de los códigos para recordar que esa norma había sido modificada o derogada.

Caldas se propuso hacer ese trabajo por todos sus colegas. Comenzó con una revista llamada Legislación Económica y terminó en Legis, una multilatina que hoy tiene presencia en varios países. Por esa editorial han pasado varias generaciones de abogados, muchos de los cuales impulsaron sus carreras allí y han sido líderes de bufetes, ministros, magistrados, superintendentes, entre otros.  Por esa razón, Caldas gozaba de un enorme poder y un gran prestigio entre los abogados.

La semana pasada, el empresario llamó a Gustavo Quintana, médico reconocido por defender el derecho de los pacientes a la eutanasia. Caldas tenía con él una amistad de varios años. Patrocinaba y apoyaba lo que él consideraba el derecho humano, pleno y autónomo a una muerte digna. Consciente de que tenía “un cáncer agresivo que en esta hora de mi vida, con mayor razón, me produce pavor porque me vería sometido al sufrimiento de una enfermedad terminal y al deterioro indignante de mis facultades físicas y mentales”, decidió que esa era la forma como quería despedirse del mundo. Programó ese momento para el martes 19 de julio y lo citó a las nueve de la mañana. Hablaron por horas y a la 1:40 de la tarde le dijo “doctor, proceda”.

Este es el texto completo de su carta: 

Declaración de voluntad
Bogotá DC, julio 17 de 2016

Yo, Tito Livio Caldas Gutiérrez, mayor de edad y vecino de esta ciudad, identificado con cédula de ciudadanía # 92’785, consciente y en pleno uso de mis facultades mentales y, por otra parte, feliz y agradecido de haber vivido tan largamente la interesante etapa del mundo actual, rodeado de los que me aman y he amado, soy consciente de la larga vida cumplida y del derecho que me asiste de elegir, sobretodo a mis 94 años, de las condiciones en que deseo que mi vida culmine, libre de dolor, de indignidad, en mi casa y rodeado de los míos. Así lo he decidido, con mi libre voluntad, en pleno uso de mis facultades mentales y conocimiento pleno de todo lo concerniente a la eutanasia como derecho autónomo humano fundamental.

Si por algún motivo ajeno a mi decisión no se puede cumplir mi voluntad, expresamente, me rehúso a que se den cuidados a mi cuerpo en estado vegetativo o se mantengan indefinidamente mis funciones vitales por medios artificiales.

Tengo un cáncer agresivo que en esta hora de mi vida, con mayor razón, me produce pavor porque me vería sometido al sufrimiento de una enfermedad terminal y al deterioro indignante de mis facultades físicas y mentales. Desde muy joven pertenezco a un mundo intelectual racionalista y mi decisión es únicamente el resultado de mis propias convicciones, del ejercicio pleno de mi autonomía y libre voluntad y, en este caso, de la admirable jurisdicción de la Corte Constitucional que consagró a favor de los colombianos el derecho humano, pleno y autónomo a una muerte digna.

Tito Livio Caldas Gutiérrez