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Mocoa: Un año después, la familia Hoyos pudo llorar a su último muerto

La avalancha que vivió Mocoa dejó cuerpos desaparecidos entre los escombros y los ríos, otros quedaron enterrados en fosas comunes a la espera de ser identificados. Israel Hoyos fue uno de ellos. Una llamada les avisó a sus familiares que la espera había terminado.

30 de marzo de 2018

Justo faltando tres días para que cumpliera el año de fallecido, Israel Hoyos fue identificado y enterrado junto a su esposa y sus dos hijos. Todos, víctimas de la avalancha que arrasó con gran parte de Mocoa durante la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril.

Su familia no había cesado la búsqueda. Día tras día llamaban al Instituto de Medicina Legal con la esperanza de encontrar una respuesta, de recibir algún tipo de información que les diera señales de su ser querido. Durante 12 largos meses, solo querían encontrar y enterrar “cristianamente” a su muerto.

Él era uno de los 20 cuerpos que yacían en una fosa común del cementerio municipal de Mocoa, esperando a ser identificado. Además, era el único de la familia que no había sido, a la fecha, encontrado.

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Los Hoyos se reunieron desde el fin de semana pasado para celebrar juntos la Semana Santa y aprovechar que los festivos coincidían con la fecha de aniversario de la tragedia para orar por quienes partieron en esa noche de angustia y dolor.

Angie, la nieta de Israel, sobrevivió a la avalancha junto a su hija de 4 años y su hermana de 8, fueron las únicas de su familia que se salvaron. La niña menor fue la primera en llegar con vida al Hospital José María Hernández. A ella no se sabe quién la rescató o cómo sobrevivió, pues esa noche el papá de Angie, quien murió, era el que llevaba cargada a la menor para intentar salvarla.

“Esa noche murieron mi papá, mi tía, mi abuela y mi abuelo que quedó desaparecido. Hoy ya damos como finalizada esa etapa de incertidumbre y de dolor. Me da alegría que ya al fin van a estar juntos porque nos daba mucha tristeza llegar al cementerio y ver el huequito, el espacio sin llenar”.

"Hoy ya damos como finalizada esa etapa de incertidumbre y de dolor".

La familia vivía en el barrio Los Pinos, uno de los que fueron altamente afectados. Todos estaban durmiendo en la misma casa cuando los levantaron los estruendos, ahí fue cuando notaron que estaban inundados. Pero la avalancha no les dio tiempo de reaccionar, cuenta Angie.

Ella dice que su abuelo era un hombre noble, que no era machista ni autoritario como muchos abuelos, que al contrario era su esposa quien mandaba en la casa. Afirma que por ser tan bueno era que les daba mayor tristeza no encontrar su cuerpo. “Era un hombre entregado a Dios y saber que murió de esa manera y que se perdió, era inconcebible. Nos preguntábamos cada día por qué le había pasado a él, por qué no pudo tener otro final. Fueron meses muy duros”.

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Israel fue identificado por ADN, el lunes 26 de marzo. Y el 28, en presencia de sus familiares, de Medicina Legal y el apoyo psicosocial de la Cruz Roja, su cuerpo fue exhumado y enterrado en el cementerio Normandia de Mocoa junto al resto de sus seres queridos. A la familia le avisaron por teléfono que los restos que estaban en la fosa coincidian con sus datos.

“La noticia nos cogió por sorpresa, estábamos en ese momento en el que se pierde la esperanza, estábamos llenos de frustración. Dudabamos de si algún día, finalmente, lo encontraríamos. De hecho, llegamos a creer que de pronto se había caído en un río o que quizá había quedado perdido debajo de una piedra”, asegura Jeimy Tovar, otra de las nietas.

Aseguran que pese a haberlo visto en un estado de descomposición, luego de tanto tiempo, como familiar al fin pueden “sentir paz”.

"Hace un año buscábamos a un familiar, lo encontrábamos, lo enterrábamos y seguíamos con el otro".

“Para nosotros hace un año todo fue muy rápido, éramos buscando a un familiar, lo encontrábamos, lo enterrábamos y seguíamos con el otro. Por eso no pudimos hacer un proceso de duelo, además, no habíamos podido cerrar el ciclo porque nos faltaba el abuelito”, manifiesta Jeimy.

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Aunque la espera fue larga, sostienen que este es un mejor y tranquilo momento para enterrarlo comparado con el que les tocó a sus otros familiares.

“A nosotros nos tocó hacer los huecos y encargarnos del entierro de ellos. No pudimos velarlos, darles su misa, sus flores y eso nos dolió mucho. Por lo menos nos da tranquilidad saber que con nuestro abuelo sí pudimos organizarlo, darle su espacio y tener hasta tiempo de llorarlo”.

Como Israel, aún hay muchos cuerpos a la espera de ser identificados y entregados. Y como los Hoyos, hay quienes todavía esperan desesperadamente conocer el paradero de sus seres queridos, que les aseguren que su familiar falleció y poder ir a un lugar preciso a llorarlos. Para muchos la espera continúa, el ciclo de duelo no termina y en cambio se preparan para una búsqueda que, a un año de la tragedia, pareciera que apenas empieza.

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