Rodrigo Lara habla del asesinato de su padre el exministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla
Rodrigo Lara habla del asesinato de su padre el exministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla | Foto: Instagram de Rodrigo Lara Restrepo

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“Murió solo, sabiendo que lo iban a matar”: Rodrigo Lara habla del asesinato de su padre por orden de Pablo Escobar

El senador le hace un homenaje al exministro de Justicia, quien fue acribillado hace 37 años, cuando tenía 37 años. “Su sacrificio fue un acto de amor supremo”, dijo.

30 de abril de 2021

Con un mensaje de Instagram, Rodrigo Lara recuerda el inmenso dolor que aún siente por el asesinato de su padre. El exministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, se había convertido en una piedra en el zapato para el imperio criminal de Pablo Escobar, quien ordenó asesinarlo.

“Hace 37 años fue asesinado mi padre, Rodrigo Lara Bonilla, cuando tenía 37 años de edad. Luchó y murió solo, sabiendo que lo iban a matar. Nunca se amilanó, nunca cedió al poder de los peores criminales. Su sacrificio fue un acto amor supremo por Colombia, de fe y esperanza”, escribió este viernes su hijo.

Durante años, la muerte de Rodrigo Lara Bonilla ha representado una de las caras más tristes de cómo el poder judicial sucumbió a punta de asesinatos a la maldad de Escobar. Tras declararle la guerra al capo y lograr que lo expulsaran de la Cámara de Representantes, fue acribillado dentro de su vehículo en el norte de Bogotá por un grupo de sicarios.

Rodrigo Lara Restrepo no suele hablar mucho de la pérdida de su padre, asesinado el 30 de abril de 1984 ni siente que haya escogido su carrera política para honrar su memoria. Pero eso no significa que no sea una luz permanente en su vida.

Hace unos años, el senador habló con SEMANA extensamente de lo que significa el duelo y ese vacío para un especial que narraba la vida de quienes perdieron a su padre. Este fue su testimonio:

“Yo era un niño cuando murió mi padre. Pero ese es un tema del que no hablo mucho. Por eso de pronto no voy a ser muy locuaz. El duelo ante una situación tan traumática, con una desaparición violenta como la de mi padre, fue muy difícil por las circunstancias. Yo estuve presente después de que lo asesinaran. Lo acompañé, lo llevé a la clínica y eso es indiscutiblemente, muy duro. Es duro porque el dolor y el traumatismo embargan completamente la vida y la existencia de la persona.

Es un dolor que invade, un dolor omnipresente. Cuando una persona vive esas circunstancias su vida queda desorientada. Se pierde un poco el norte o la estabilidad misma porque los pilares en el hogar son el padre y la madre y ellos le dan sentido y razón de ser al mundo y la existencia de un niño. La primera fase del duelo fue procesar ese dolor Intenso y profundo. Ese sentido de vacío y ausencia que toma un tiempo, unos cinco o seis años. A mí en lo personal me ayudó mucho el hecho de haber salido casi inmediatamente del país y de haber reiniciado una vida distinta en un país como Suiza, que es muy tranquilo.

Vea a Rodrigo Lara contar lo que significó para él perder a su padre siendo un niño

Yo lo acompañaba mucho y él me llevaba. Tengo recuerdos de un padre muy cariñoso, pero un padre fuerte al mismo tiempo. Tenía las dos caras. Y esa fue la gran enseñanza que nos logró inculcar: aprender a valernos por nosotros mismos y la única forma de hacerlo era siendo muy exigentes con la educación. Siempre se esforzaba por despertar algún tipo de interés, de curiosidad intelectual. Nos regalaba libros, nos explicaba, hablaba, le gustaba mucho transmitir y enseñar.

Él era un hombre muy inteligente. Era un profesor universitario y cultivaba ese amor por el estudio. Tenía su biblioteca y la cuidaba. Crecer sin el padre tiene dos caras. Una positiva y una mala. El padre es el padre, puede castrar. Ese es un temor que siempre he tenido. Crecer sin el padre indiscutiblemente priva a un niño de la orientación. Solo, pues toca valerse por uno mismo. Caerse y volverse a parar.

“Mi trabajo no es una expresión de duelo”

No es algo que pueda desligar naturalmente de mi padre, ni más faltaba, pero mi trabajo no es una expresión de un duelo. Yo no estoy haciendo esto para lograr una reivindicación o retomar sus banderas. Nunca lo he entendido de esa manera y si lo hubiera entendido así hubiera preferido ser médico o corredor de bolsa, donde también hay altos niveles de adrenalina. Lo que pasa es que yo vi esta actividad desde muy pequeño en mi casa y me gustaba lo que hacía mi padre. Lo admiraba profundamente.

Aunque tenía 8 años cuando murió, lo viví con cierta intensidad hasta donde pude. Entonces desde muy pequeño entendí que la única manera en la que yo podía realmente ser feliz o tratar de hacer algo en la vida más adelante, era seguir. No despojarme ni mucho menos de su presencia, ni ignorarlo, pero sí encontrar mi propio camino. Y eso lo pude ubicar a través de las enseñanzas que él me daba. Por eso pensé en qué le hubiera gustado a mi padre y me dije que sin duda, ser yo mismo.

El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla | Foto: Foto: Archivo SEMANA

Creo que le hubiera parecido un fracaso indiscutible que yo tratara de emularlo en todas sus acciones, o que me dedicara básicamente a vivir aferrado a un pasado como una figura anacrónica, recitándolo a él o interpretando el presente con sus circunstancias del pasado. Esos son los dos ámbitos del duelo y yo creo que así es que lo he procesado.

Para mí, mi padre es un asunto muy privado. Nunca lo he querido convertir en un asunto público. Es casi una disciplina que me he impuesto. No lo menciono en discursos a menos que sea una referencia histórica necesaria. Es algo también muy interno y privado. Es un poco una concepción protestante. Tal vez calvinista, por el tema de que en Suiza el dolor es un asunto privado, no un evento público. En las sociedades católicas el dolor se vive de manera más pública, pero para mí es asunto privado. Así lo he procesado y así lo llevé. No me gusta mucho exteriorizarlo. Por eso de pronto no siempre es fácil referirse al caso. Si me piden que explique cómo se llevó el duelo yo lo puedo hacer, si me piden que hable de mí relación personal con mi padre, no.

Pero si me piden, como usted lo está haciendo, que explique cómo se lleva o se procesa un duelo, lo puedo explicar porque es un tema que no atañe a mis sentimientos. Pero el duelo nunca va a terminar. Eso naturalmente emerge. Son fantasmas que permanecen. Son cosas que están adentro. Lo importante es que siempre exista la capacidad de racionalizarlo. El dolor siempre va a existir porque con la muerte de un ser querido una parte de uno mismo se muere.

La impunidad hace mucho más difícil el proceso de duelo. El duelo termina de cerrar cuando hay verdad, justicia y reivindicación. Eso de cierta forma puede tranquilizar el alma. Es difícil hablar de un perdón cuando hay impunidad. Yo hice un esfuerzo hace un tiempo con el hijo de uno de los asesinos y los autores intelectuales de mi padre que fue Pablo Escobar. El hijo de Pablo Escobar me mandó una carta pidiendo perdón por un crimen que cometió su padre.

Yo le respondí y le di la mano. Le deseo lo mejor, que pueda tener una vida distinta, en últimas él también fue víctima. Espero que a los colombianos esto les sirva un poquito también. Es posible no repetir la violencia sobre la sangre de quienes nos han causado dolor.

“Mi papá es una luz en mi camino”

Tengo muchos recuerdos pero no me gusta hablar de episodios precisos. Tengo mucho, de la vida, de toda la vida pero es un asunto privado. El hecho de que no pretenda emularlo a él no significa que lo borre. Mi padre está ahí permanentemente. Es una luz que ilumina mi camino. No es el camino, pero es una luz que cuando me pierdo la miro. Es un referente.

El problema que hay en Colombia es que nosotros hemos vivido ciclos muy intensos de violencia. Hemos tenido a esas víctimas en el anonimato más absoluto, que es casi una forma de revictimización. Eso termina siendo una forma de desconocer el dolor de tantos.

Por eso los ciclos de violencia en los años 50 y 60 se cerraron sin que existiera una sola mención por las víctimas. Ese dolor que existió en el campo colombiano se recicló muy fácilmente en otras formas de violencia. La herencia más probable de la violencia es la siguiente violencia. Entonces cuando no hay procesos de verdad y reconocimiento, no termina de cerrar el ciclo. Uno cae fácilmente en más violencia porque fue lo que vio en el hogar. Es durísimo.