| Foto: Alejandro Acosta

POLÍTICA

¿Vargas Lleras o el general Naranjo?

Los candidatos más opcionados a la Vicepresidencia de Santos son igual de cercanos a él. No será fácil decidir.

1 de febrero de 2014

En poco tiempo se sabrá quién es el número dos de Juan Manuel Santos. Los finalistas son el exministro Germán Vargas y el exdirector de la Policía el general Óscar Naranjo. Se ha dicho que el presidente de la República ha conformado una comisión de cinco personas en cuyo criterio confía para que evalúen los pros y los contras de cada uno de estos nombres. La idea sería darle una recomendación la semana entrante para que él decida y anuncie el ganador.

No se sabe si lo de la comisión es verdad o quiénes son sus integrantes. Los que conocen al primer mandatario saben que no es muy dado a delegar decisiones trascendentales que en el fondo solo él toma. Lo que sí es verdad es que cada uno de los candidatos tiene pros y contras, y la evaluación de los mismos debe estar sobre el escritorio presidencial en este momento.

El general Óscar Naranjo sorprendió la semana pasada con unas declaraciones en el periódico El País, de Madrid, en las cuales notificaba que si Santos quería que él fuera su segundo a bordo, él aceptaría gustoso. La declaración llamó la atención pues los políticos en el país por lo general se hacen los desinteresados como estrategia para buscar un cargo. El general, por su formación policial, llama las cosas por su nombre, sin estrategias de comunicación. Al responder no es que estuviera pidiendo el cargo. Simplemente dijo lo que pensaba cuando le preguntaron sobre el tema. La respuesta puede haber sido considerada políticamente incorrecta pero Naranjo es una figura atractiva para el electorado precisamente por encarnar la antipolítica. Siempre ha aclarado que apoya al presidente y que, donde lo pongan a trabajar por la paz, será un soldado raso.

Si el general se la está jugando por el presidente, es porque Santos en el pasado se la jugó por él. Cuando Álvaro Uribe lo nombró ministro de Defensa, Santos llamó a calificar servicios a 11 generales para poder nombrar a Naranjo director de la Policía. Era una jugada audaz que no fue muy bien recibida en la cúpula policial. Sin embargo, los resultados fueron espectaculares. Los golpes que le dieron en ese momento a la guerrilla, a los paramilitares y al narcotráfico constituyeron la base del triunfo presidencial de Juan Manuel Santos. Por cuenta de estos y de su identificación con Uribe, el actual presidente pasó de ser el candidato del margen de error a obtener la mayor votación en la historia de Colombia.

No era fácil para Óscar Naranjo jugársela tan de frente por el actual presidente. Tenía una encrucijada en el alma entre Santos y Álvaro Uribe, quien era el jefe de ambos. La relación de los dos siempre ha sido excelente y Uribe lo cortejó para que se pasara a su lado. El general, que era igual de cercano a sus dos jefes, se inclinó por el actual gobierno y aceptó formar parte del grupo negociador de La Habana. Para Uribe, cuya obsesión es desprestigiar ese proceso, la decisión de su antiguo subalterno podría haber sido interpretada como una bofetada. El hecho de que las relaciones entre ambos no se hayan deteriorado es una muestra inequívoca de que el general inspira mucho respeto.

También es una muestra inequívoca de que tiene pocos enemigos. Esa es una de sus principales virtudes en su mano a mano con Vargas Lleras. Durante mucho tiempo fue la figura con la imagen más favorable en el país en encuestas, y a nivel político ningún sector lo critica. Sin embargo, no solo está en esta lista de finalistas por ser popular. El hecho de ser considerado el mayor experto en seguridad ciudadana en el país y de haber sido reconocido con la distinción del ‘mejor policía del mundo’ tuvo mucho que ver con que Santos haya pensado en él como compañero de fórmula. Y no tanto porque captura bandidos, sino porque sus conocimientos de seguridad serían muy útiles en el proceso del posconflicto. En el segundo gobierno de Santos esa sería la prioridad nacional. Las negociaciones con las Farc –y posteriormente tal vez con el ELN– entrañarán múltiples aspectos en los cuales la experiencia de Naranjo podría ser clave. En temas como desarme, minas quiebrapatas, narcotráfico (rutas, cultivos, laboratorios, etcétera) paramilitares y bacrim, el mejor policía del mundo podría aportar mucho.

Tal vez el mayor problema que tiene el general es que su contrincante sea Germán Vargas Lleras. Este inicialmente había rechazado cualquier posibilidad de ser vicepresidente, pero ha cambiado esa posición. Desde el momento en que decidió ignorar los cantos de sirena de quienes lo presionaban para lanzarse ya a la Presidencia, se la ha jugado lealmente por este gobierno. Eso lo ha puesto a pensar qué hacer con su vida en los próximos cuatro años si Santos es reelegido. El sector privado está descartado pues nadie se lo imagina a él de banquero, gerente de una empresa o dirigente gremial. Él lo que sabe es hacer política y ejecutar. Y esos dos atributos son unos activos enormes para cualquier gobierno.

Tradicionalmente, la antesala de la Presidencia de la República había sido la embajada en Washington. Incluso la de España, que fue la que escogió Ernesto Samper, consciente de que como la mayoría de los parlamentarios no hablan inglés, todos quieren ir a Madrid a visitar a un candidato opcionado. Allá, atendiéndolos de uno en uno, armó el tinglado que lo llevó a la Casa de Nariño. Vargas, desde un inicio, dejó saber que no había nacido para el mundo diplomático. Él no se siente de champaña y sacoleva, sino de cerveza y guayabera, que es lo que le ha tocado en las giras. Por eso se había pensado que era más probable que aceptara un ministerio. Se habló del de Transporte por los billones de pesos de presupuesto que tiene esa cartera o de la Cancillería para darle a Vargas un toque de estadista internacional.

Él contempló esas posibilidades, pero últimamente ha decidido no descartar la Vicepresidencia. Esto siempre y cuando el cargo no sea un papel protocolario como lo ha sido en algunas ocasiones en el pasado, sino con áreas de responsabilidad concretas que le delegue el presidente. Como Vargas es un ejecutor, estas podrían incluir transporte y vivienda, y lo que el primer mandatario considere conveniente. En esas no solo hay presupuesto sino que el látigo de Vargas es más feroz que el de Santos y eso no le sobraría a un gobierno que ha sido criticado por la falta de ejecución. Al presidente le podría interesar una fórmula de esta naturaleza pues le permitiría concentrarse en la paz y en el posconflicto sabiendo que los frentes de ejecución estarían bajo control.

La anterior es la parte buena, pero también hay una mala: Vargas tiene muchos enemigos. El Partido Liberal y el Partido de la U no lo quieren. El Partido Conservador no tiene esas prevenciones, pero por ahora está fuera de la mesa de Unidad Nacional. En Cambio Radical, que es su propio partido, obviamente sí, aunque eso no tiene mucho misterio. El presidente Uribe lo detesta, pero eso a estas horas no le importa mucho a Juan Manuel Santos. El hecho es que el nombramiento de Germán Vargas Lleras, en términos políticos, es más lo que divide que lo que une.

En parte el cúmulo de distinciones que el presidente le ha venido otorgando ha producido esa animadversión. Ha sido el ministro estrella, el presidente de la Fundación Buen Gobierno y ahora el director estratégico de la campaña. Eso ha generado fricciones entre los Benedettis y los Roy Barreras de La U, y en Simón Gaviria y en uno que otro liberal, que ven una falta de equilibrio en la repartición de la mermelada. No obstante, ningún partido va a pararse de la mesa de Unidad Nacional porque Vargas Lleras sea vicepresidente. Y Santos ha demostrado durante sus primeros cuatro años de gobierno que le importan más los resultados que las susceptibilidades individuales. Y si bien Vargas despierta resistencias en el ámbito político, también despierta gran simpatía en el empresarial, donde su nombre es considerado un activo importante. Para los empresarios, el binomio Santos-Vargas es una fórmula ganadora para un segundo gobierno.

Como el exministro ha llegado a ganarle al presidente en algunas encuestas, es evidente que su nombre aportaría votos. Esa, sin embargo, no es una consideración de vida o muerte para Santos pues como se ven las cosas hoy, con todos sus contrincantes con menos de diez puntos, su triunfo está asegurado con o sin Vargas. Dados los pros y los contras de cada candidato, la decisión no será nada fácil para el primer mandatario. En todo caso, en pocos días se sabrá.