Néstor Humberto Martínez pasa por su peor momento desde que llegó al cargo de Fiscal. | Foto: Juan Carlos Sierra

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Néstor Humberto Martínez contra las cuerdas

Las revelaciones de ‘Noticias Uno’ tienen al fiscal acorralado. Varios sectores piden su renuncia. ¿Qué va a pasar?

17 de noviembre de 2018

El fiscal Néstor Humberto Martínez ha tenido momentos difíciles desde que se posesionó hace dos años, pero ninguno como el que está viviendo ahora. En círculos políticos se preguntaban la semana pasada qué iba a pasar con él: si renunciaba, si lo tumbaban o si se quedaba. La respuesta a estos interrogantes es que se queda, pero el costo va a ser muy alto.

Las grabaciones que reveló Noticias Uno el lunes pasado lo pusieron contra las cuerdas. Lo menos grave que tenían era la procacidad del lenguaje, pero le hizo daño. Aunque es verdad que el número de madrazos superó el promedio, se trataba de una conversación privada. Sin embargo, el problema no era la forma, sino el fondo. El fiscal ha dicho que se trataba de una charla “entre amigos”, pero lo primero que queda claro es que eso no era lo que sentía Pizano. Al fin y al cabo, uno no graba clandestinamente a un amigo.

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La conversación tuvo lugar en 2015. Pizano, entonces controller del consorcio de la Ruta del Sol, denunció irregularidades en las finanzas de esa obra ante el fiscal, quien en ese momento era asesor jurídico del Grupo Aval. En lo que se escuchó en los audios de Noticias Uno, Martínez con tono irónico planteó hipótesis e hizo preguntas. En el momento cumbre increpó a Pizano enérgicamente “¿Esto son coimas? ¿Sí o no?”. Este contestó: “Hombre… pues no tengo certeza”. Esa frase le ha servido al fiscal para defenderse de la acusación de que sabía de los sobornos. Para los detractores de Martínez la conversación con Pizano lo hunde, para él, lo salva.

Martínez hizo ronda de medios para dar su versión: 1) él no tenía la menor idea de lo que le contaba Pizano. 2) Tan pronto se dio cuenta de la gravedad, alertó a Luis Carlos Sarmiento. 3) Por tratarse de indicios y no de certezas, no acudió a las autoridades. 4) Cuando se descubrieron los desfalcos, Sarmiento lo contrató como abogado para recuperar la plata. 5) Cumplió esa tarea con éxito y estructuró el contrato de transacción. 6) Esta Fiscalía tiene resultados contundentes en el caso de Odebrecht y ha encarcelado a varios de los responsables.  

Muchos no quedaron satisfechos con esas explicaciones. Ha quedado claro que Jorge Enrique Pizano era una piedra en el zapato para sus superiores. En circunstancias normales, a un funcionario que descubre cómo están robando a sus jefes lo aplauden y no lo ignoran. Menos aún si su función era justamente verificar la transparencia de las cuentas. A Pizano nadie quería recibirlo. Por alguna razón sus denuncias incomodaban. Para los que creen en una conspiración, él estaba denunciando ante sus jefes algo de lo cual ellos tenían conocimiento y preferían que nadie lo supiera.  

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Para los críticos, Martínez intuía de qué se estaba hablando y simplemente le estaba picando la lengua con cinismo a Pizano. ¿Por qué no hizo una denuncia oficial? Su principal argumento es que no había certeza de nada y que así no se podía acudir a las autoridades. Desde el punto de vista jurídico el tema es debatible. En la práctica, sin embargo, los particulares no tienen la obligación de denunciar todo lo que oyen y menos cuando se trata de un abogado amigo. Al que le tocaba contarle en realidad era a Luis Carlos Sarmiento, y lo hizo.

Sin embargo, para sus críticos algunas frases en los audios enredan al fiscal. En un aparte en que barajan las hipótesis de los ilícitos, Martínez exclama “si hay corrupción, se la están robando ellos, de hijueputas ladrones... Pero, entonces, no sea hijueputa, son unos pícaros, marica, entonces... se putió esta compañía, esta compañía se putió, hermano”. Esa afirmación va en contravía de sus pronunciamientos posteriores en los cuales ha profesado ignorancia sobre las irregularidades. El fiscal ha dicho que para ese momento nadie conocía el escándalo de esa multinacional brasileña. Sin embargo, dos meses antes de la conversación con Pizano se había producido el arresto de Marcelo Odebrecht y la revelación de su red de sobornos había sido una noticia mundial, aunque todavía no se había destapado el capítulo Colombia.

En una situación parecida se encuentra el Grupo Aval. Ante las autoridades financieras norteamericanas declararon no tener conocimiento de las andanzas de Odebrecht. Sin embargo, el propio Martínez en la conversación con Pizano dice que hay que alertar a Luis Carlos Sarmiento y se le oye gritarle a la secretaria que lo llamen. Eso lo ha repetido en todas las entrevistas de los últimos días. Esa situación le ha generado problemas a Sarmiento. En su defensa argumenta que una cosa es descubrir que un socio lo está robando a uno y la otra que existe una red de sobornos. Se trataría de dos situaciones diferentes en momentos distintos. Al hacerse públicos los sobornos, la empresa se declaró víctima, como socia minoritaria del consorcio, por no tener conocimiento de estos.   

Todo lo anterior no hubiera llegado a las proporciones de hoy de no ser porque Martínez llegó a ser fiscal general de la Nación. Se le critica no haber aportado la información que recibió de Pizano para fortalecer la investigación contra Odebrecht. Teniendo en cuenta que era el testigo clave, no se entiende cómo no recogieron con rapidez su testimonio y todo un acervo probatorio. Al respecto, Martínez tiene una defensa técnicamente válida, pero no convincente: como el caso no ha llegado a juicio, no había por qué llamarlo. Eso no es del todo verdad. Durante la etapa de investigación la información es igual o más importante que durante el juicio. Además, si el conocedor de los hechos tiene cáncer terminal, más razón para convocarlo.

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En la última grabación que reveló El Espectador de una conversación entre Pizano y Martínez, el controller hace denuncias concretas que demuestran que el consorcio firmó contratos ficticios con empresas que tenían vínculos con funcionarios del antiguo Inco.  

El propio Martínez en esa grabación lee un concepto que un penalista le envió para enumerar los posibles delitos que se pudieron haber configurado en el caso de un desfalco a Luis Carlos Sarmiento por parte de Odebrecht: “Mire todos los delitos que se han cometido... Soborno, lavado de activos, falsedad en documento privado, administración desleal, abuso de confianza, estafa, hurto agravado... peculado por apropiación”. Ante esa evidencia, el ahora fiscal debía tener clara la gravedad de los hechos.

La frase anterior desvirtúa la supuesta ignorancia de Martínez sobre los posibles sobornos. Pero hay otros temas sobre los cuales sus críticos no comen entero. Uno de estos es su argumento de que metió a todos los responsables a la cárcel. Ahí hay más mandos medios que peces grandes y, de pronto, uno que otro inocente, como Luis Fernando Andrade. El escándalo gira alrededor de coimas por cerca de 50.000 millones de pesos y la verdad es que todavía no hay claridad en muchos casos acerca de quién las ordenó y a dónde fue a parar esa plata.

Néstor Humberto Martínez se declaró impedido en abril de 2017 y ha dicho que todas las investigaciones sobre el caso están a cargo de la vicefiscal o de los fiscales respectivos. Ante los que no creen en la independencia de esos funcionarios, él señala que la Constitución estipula claramente la autonomía de los fiscales frente a su jefe. Pero una cosa es la normatividad y otra la práctica. A nadie se le pasa por la imaginación que un fiscal subalterno tome una decisión trascendental sin el beneplácito de su jefe.

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Eso ha llevado a muchos a pedir un fiscal ad hoc. Es decir, alguien ajeno a la entidad nombrado por la Corte Suprema de Justicia para ese caso específico. El propio Martínez presentó un proyecto de ley en ese sentido y el Congreso lo hundió. En eso tiene razón. Pero también tienen razón los que creen que él está demasiado involucrado para ser imparcial y que se requiere el fiscal ad hoc. Si hubiera voluntad política, a través de una ley, ese problema podría ser resuelto rápidamente.

Los últimos desarrollos les están dando la razón a los que advirtieron que Néstor Humberto Martínez tenía demasiados conflictos de interés para ser fiscal. En su momento esas alarmas fueron tildadas de exageradas con el argumento de que para ser fiscal se necesita ser un abogado exitoso y para ser un abogado exitoso se necesita haber tenido clientes en su vida laboral. Y, sin duda, es uno de los mejores abogados del país y un hombre con toda la experiencia en el manejo del Estado. El problema es que Martínez tenía demasiados clientes y muy poderosos. Había trabajado para casi todos los gobiernos y casi todos los magnates. Eso llevó a que hubiera protagonizado muchos de los casos que le tocaría investigar posteriormente como fiscal y que acabaron siendo los más emblemáticos de los últimos años.

Después de haber sido uno de los hombres claves en la campaña de Juan Manuel Santos, le correspondió investigar las presuntas irregularidades de esta. Luego de haber dado un concepto favorable como abogado para la adición de Ocaña-Gamarra como abogado del Grupo Aval, hizo parte como superministro del Conpes que aprobó esa adición, que ahora investiga su Fiscalía. Algo parecido sucedió con el caso de Carlos Mattos, de quien fue abogado en el pleito contra Hyundai y ahora el proceso está en manos de su Fiscalía. Hay otras ramificaciones de Odebrecht como Navelena, de la cual declaró poco después de posesionarse que no había absolutamente nada que investigar.  

De no ser por todos esos conflictos de interés, el país podría fijar su atención en los resultados de su gestión, que han sido muchos, sobre todo en la lucha contra la corrupción de los políticos. Por lo pronto, sin embargo, la gente solo habla de sus enredos y él está dedicado a defenderse. 

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