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Niñas indígenas son inducidas a consumir bóxer para abusar de ellas en Meta

Varias pequeñas del pueblo jiw, al sur del Meta, son drogadas y abusadas sexualmente por colonos de la región. La situación empezó en 2015, dice la comunidad, y los responsables siguen libres.

25 de abril de 2019
Varias pequeñas del pueblo jiw, al sur del Meta, son drogadas y abusadas sexualmente por colonos de la región. | Foto: SEMANA

El 7 de abril las autoridades volvieron a ser advertidas de la tragedia que viven las niñas del pueblo jiw en Puerto Concordia, Meta, desde hace cuatro años. Alguien de la comunidad llamó para avisar que dos de ellas, de 12 y 14 años, estaban siendo abusadas en una casa de un caserío cercano en ese mismo instante. La comisaria del municipio y la policía acudieron de inmediato. Esta vez, a diferencia de otras alertas anteriores, encontraron al agresor.

Eran casi las 10 de la noche de ese domingo cuando las autoridades entraron a una habitación donde un hombre abusaba de las niñas. Ambas estaban bajo el efecto alucinógeno del bóxer. Desvariaban, tenían las pupilas dilatadas, estaban al borde del desmayo. La Policía capturó al agresor, pero él quedó libre cuando la diligencia iba a ser legalizada ante un juez. Las autoridades del municipio están a la espera de entregarle un informe a la Fiscalía de Villavicencio para que, con lo recopilado, finalmente se frene el abuso.

Todo comenzó en 2015, cuenta un profesor de la escuela indígena de la comunidad jiw de Luna Roja, adonde asisten las niñas. Los colonos de la región empezaron a abordar a algunas pequeñas, de hasta 8 y 10 años. Las volvieron dependientes del bóxer. Las recogían, y aún la hacen, a la salida del colegio para luego abusar de ellas. El profesor se ha reunido con las madres, quienes temen denunciar. La precariedad del Estado es patente en este rincón del Meta, en límites con el Guaviare, que pese al conocimiento público de los hechos, los abusadores no han sido sometidos a la justicia y el padecimiento de las pequeñas se ha alargado.

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"Yo tengo dos estudiantes niñas de 11 y 12 años que llegan a clase y se les siente el olor (a bóxer) cuando hablan, es muy penetrante. Llegan como borrachas. A veces no hacen caso, hacen lo que se les da la gana. Salen cuando quieren", cuenta Alejandro Gil González (Hano, en lengua jiw), un profesor la escuela. Las pequeñas están atrasadas en su proceso escolar: cursan segundo y tercer grado. En otros salones hay otras cuatro niñas que pasan por lo mismo. Y las primeras víctimas hoy ya rondan los 16 años. En total, al menos ocho menores indígenas han sido abusadas así, según las denuncias de la comunidad.

"Yo tengo dos estudiantes niñas de 11 y 12 años que llegan a clase y se les siente el olor (a bóxer) cuando hablan, es muy penetrante. Llegan como borrachas".

Esta comunidad del pueblo jiw llegó a Luna Roja, una finca en Puerto Concordia, hace un par de años. Fueron desplazados de los alrededores del río Guayabero por actores armados y allí, finalmente, encontraron un espacio para alrededor de 53 familias. Sin embargo, ese nuevo lugar está lleno de carencias. Por ejemplo, no tienen agua potable y en los meses de verano, el caño del que beben se seca, y el poco líquido que les queda suele llegar en mal estado, tanto que enferma a niños y madres.

La escuela a la que asisten los niños indígenas también tiene carencias. "Que nos ayuden a acabar esta problemática. A montar una biblioteca en la escuela para que ellos se entretengan leyendo y yo como profesor leerles cuentos en español y traducírselos a la lengua. O montar un salón para parcticar danzas de la comunidad, cantos, artesanías", pide Hano, que a sus 19 años ya tiene encima la responsabilidad de guiar a estos niños en un entorno tan difícil.

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Hano cree que si tuviera más recursos para sus alumnos, podría alejarlos de los peligros que los rodean. Frente a las niñas abusadas de su salón, asegura: "Todavía hay tiempo de ayudarlas". Pero se siente solo en ese propósito.

**Si usted quiere contactarse con la escuela de Luna Roja para prestar ayuda, puede escribir al correo jflorezs@semana.com