Nación
“No vinimos en busca de riqueza”: líder indígena contó cómo ayudó a encontrar a niños en la selva del Guaviare
SEMANA conversó con los líderes indígenas que participaron en la Operación Esperanza. Contó cómo fueron los días de búsqueda de los cuatro menores y qué harán ahora las comunidades que ayudaron a las Fuerzas Armadas.
La noche del pasado viernes, 9 de junio, Colombia recibió quizá la mejor noticia de los últimos tiempos. Una noticia que, como pocas veces ocurre, unió en lugar de dividir y puso a celebrar a todos por igual.
Los cuatro menores que estaban perdidos en la selva entre Guaviare y Caquetá hace 40 días, fueron hallados por indígenas y miembros de las Fuerzas Militares, que juntaron sus manos para sacar adelante la Operación Esperanza.
Fueron más de 350 personas las que buscaron, desde el pasado 1 mayo, a los menores que se extraviaron en la selva tras un siniestro de una avioneta en el Caquetá. Entre los cielos del suroriente colombiano, huían de la violencia protagonizada por grupos armados en su territorio, con tan mala fortuna que la aeronave no voló entre nubes, sino que se hundió en la espesura de la selva. Por cuenta del accidente murieron la madre de los niños, el piloto y un líder indígena.
La búsqueda comenzó con uniformados de las Fuerzas Militares, pero con el paso del tiempo se unieron voluntarios de la ONU y miembros de las comunidades de indígenas, los encargados de aportar su sabiduría ancestral para hallar a los cuatro menores.
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Uno de los indígenas que participó en la hazaña que hoy tiene la atención de todo un país, contó a la periodista Salud Hernández-Mora los pormenores de lo ocurrido.
“Vinimos indígenas Andoke, Uitoto y Muinane, se incluye el pueblo Murui en Putumayo. Se hizo conjuntamente una coordinación para la búsqueda. Con mucha fe logramos encontrar a los niños con vida. Ya los tenemos y están en recuperaciones”, dijo.
Los Andoke, que se autodenominan “gente del hacha”, se localizan en la región del Araracuara, en el sur de la Amazonía colombiana; según la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), se trata de una comunidad que pasó de los 10.000 habitantes a solo 597.
La Onic también informa que los Uitoto, quienes también contribuyeron en la búsqueda, representan apenas el 0,5 % de la población indígena de Colombia; de ellos se derivan los Muinane, es decir, “la gente del oriente” de la Amazonía.
¿Cómo contribuyeron? Ayudando a los oficiales de las Fuerzas Militares a caminar la selva, pidiéndole permiso, haciendo pagamentos para honrarla, como les enseñaron sus ancestros. De ahí no solo el éxito de la Operación Esperanza, sino que durante los cuarenta días de búsqueda todos se mantuvieran juntos, sin extraviarse; todos salvo Wilson.
Fidencio, el abuelo de los niños, afirmó que estuvieron bajo el cuidado de los duendes, y a su vez, le explicó al presidente Gustavo Petro que todo dependía de la selva y de sus espíritus, si querían o no devolverlos.
De acuerdo con Luis Acosta, coordinador nacional de la Guardia Indígena, quien encontró a los cuatro pequeños fue un guardián indígena, luego de beber Yagé, una medicina tradicional del Putumayo, a la que los jóvenes de la ciudad ahora acuden por moda. Por supuesto, en la proeza también influyó la tecnología de punta de las Fuerzas Militares ; el avión fantasma que los guio en la noche a través de bengalas, por ejemplo.
Y ahora, ¿qué sigue? La lucha diaria. Los cuatro menores permanecen en recuperación en el Hospital Militar, en Bogotá. Manuel Ranoque, el padre de los niños, denuncia públicamente que está amenazado por las disidencias de las Farc que operan en el sur de Colombia, las mismas que adelantan conversaciones con el Gobierno en busca de la ‘paz total’. Entretanto, los miembros de las comunidades indígenas regresarán a sus territorios.
“No vinimos en busca de riqueza, no vinimos a explotar madera, ni a explotar minerales. No estamos matando sus crías, como decir los animales, no. Solo vinimos a esto. Lo logramos y partimos a nuestros territorios de origen. Eso es y eso es lo que hicimos”, dijo uno de los integrantes indígenas del grupo de búsqueda a Salud Hernández-Mora.
¿Duendes estuvieron junto a los niños perdidos en la selva? Conozca los testimonios recopilados por Salud Hernández-Mora desde el corazón del Amazonas
El país sigue conmocionado por el rescate de los cuatro niños en medio de la selva amazónica, los cuales estuvieron a la deriva durante 40 días. Mientras tanto, se siguen conociendo detalles sobre como sobrevivieron en las precarias condiciones.
En la noche del pasado viernes 9 de junio, Colombia recibió la noticia que venía esperando desde hace más de un mes y fue el rescate de los cuatro niños indígenas en la selva del Amazonas en medio de una operación del ejército que llevaban semanas buscándolos después de que la avioneta en la que viajaban se estrellara y tres de los tripulantes fallecieran, incluyendo la madre de los menores.
Salud Hernández-Mora se adentró en medio de la selva colombiana para descubrir lo que vivieron los niños durante su travesía por la selva, recopilando varios testimonios de los habitantes de la zona que revelaron distintos datos sobre lo que es la vivencia en el Amazonas y la supervivencia de los niños durante los 40 días que estuvieron perdidos.
De acuerdo con Salud Hernández-Mora, quien en conversación con los indígenas amazónicos del Araracuara en el departamento de Putumayo, indagó aspectos clave para la aparición de los menores. “Por escéptico que seas, te impresionas con su espiritualidad, su manera de interpretar los signos de la selva y sus costumbre ancestrales”.
Hernández-Mora al parecer no fue la única que experimentó de primera mano la importancia de las creencias indígenas, pues según reveló “los militares respetaron la espiritualidad y las creencias ancestrales de los indígenas y atendieron todo su requerimientos. Cuando dijeron que necesitaban el yajé, que habían preparado en Puerto sábalo, a tres horas por río de Araracuara, no dudaron en ir a recogerlo y llevárselo a la selva”. Esto demostró el compromiso de las Fuerzas Militares en la búsqueda de los niños, pues siguieron al pie de la letra todas su indicaciones.
Además, se conoció que “los indígenas pensaban que unos duendes eran los que cargaban los niños”, reveló Salud tras su conversación con ellos, por eso, “le pidieron al duende que los alimentara y que los mantuviera vivos, pero el duende no es bueno”. Sin embargo, como explicó la periodista de SEMANA “estos indígenas, intentaron convencerlo de que los suelten, pues la búsqueda no se iba a detener, y la fe no iba a desaparecer”
Salud, cuenta que antes de la aparición de los menores presenció el ritual de la toma del yajé. “Manuel el papá de los niños hizo una primera toma de viaje, pero no obtuvo respuestas”. A la mañana siguiente el padre afirmó que los niños aguantarían aún más ―en ese momento llevaban 38 días buscándolos―. El jueves de esa semana, el sabio y mayor de grupo, Don Rubio, hizo la toma de la bebida sagrada y según comenta la periodista “me dijo sin asumo de duda: los espíritus me dirán dónde están los niños y daré las indicaciones para recogerlos”.
Además, Uno de los indígenas del grupo, le comentó a Salud que cuando el sabio dijo “esta noche me tomo el último cartucho (de yajé) y mañana encontramos a los niños, no puedo decir a qué hora, pero mañana así los encontramos” y tuvo razón, pues al día siguiente los encontraron.
Otro de los indígenas, le explicó a Salud que el yajé era el último recurso que tenían para encontrar a los niños. “En la cultura de nosotros, los indígenas del medio Caquetá, la bebida del yajé es bastante fuerte, por lo tanto, una sola persona hace el rito. Esto es para visionar y direccionar. Ese era el último recurso que teníamos nosotros para la búsqueda de los niños. Entonces el señor Rubio hizo ese rito. Él nos dijo: el viernes los encontramos y el viernes estaban con nosotros.”
Hernández habló con uno de los miembros del escuadrón de búsqueda de los menores y este le explicó que la alegría que sintieron no se podía explicar en palabras. “Salimos a las 8 de la mañana y como a las 3 de la tarde ya encontramos a los niños. Estaban en un campamento que tenían, un cambuche pequeño. Ahí seguimos las instrucciones del mayor y le tomamos nos recomendó. Le soplamos tabaco, le echamos agua bendita, mambeamos y los cargamos a los niños, hasta el punto de encuentro”.
Ante la pregunta de Salud Hernández-Mora “¿Qué fue lo primero que le dijeron los niños?”, él respondió: “no dijeron mucho, solo pedían comida, que tenían mucha hambre. El niñito además, preguntaba por su mamá, preguntaba si estaba muerte y se ponía a llorar. Nosotros le cambiamos el tema para que no se pusiera triste”.
Otra cosa sorprendente que constató la periodista era el estado de los menores. Hernández-Mora preguntó a los indígenas que encontraron a los niños, si estos tenían picaduras o heridas y estos le respondieron que no. “Estaban como si nada, solo muy débiles por la falta de alimentación”. Los indígenas revelaron que los menores solo lograron encontrar uno de los kits que arrojó el Ejército, y que de resto habían sobrevivido gracias a unas pepitas de fruta.
La periodista además preguntó por qué por fin después de tantas súplicas los duendes decidieron soltarlos, y ellos respondieron “Fue un trabajo espiritual muy duro, muy duro. Además, esta selva es muy diferente. Nosotros hemos recorrido la selva, pero no como esta. Es muy diferente, muy dura para uno andar, porque digamos, usted va recorriendo y siente que otra persona lo va siguiendo, no se puede explicar.”
Estas fueron algunas de las revelaciones quela periodista de SEMANA Salud Hernández-Mora logró recopilar en sus días junto a los indígenas amazónicos que acompañaron la búsqueda de los menores desaparecidos.