NACIÓN
El Nobel solo a Santos, ¿una excepción a la regla?
En los premios del comité noruego a negociadores de paz, en varias ocasiones el galardón ha ido a parar a ambas partes.
Hasta antes del resultado adverso en el plebiscito, la mayoría de los entendidos pronosticaban que el Premio Nobel de este año iría a parar a manos de los artífices del proceso de paz colombiano. Todos le apuntaban a un reconocimiento compartido a las dos partes de la negociación, como ha tendido a ser la tendencia en este tipo de distinciones cuando se entregan a una negociación en concreto. Hasta el propio Nelson Mandela compartió su Nobel con su contraparte, Frederik de Klerk. Pero el sorpresivo Nobel de este año fue solo para Juan Manuel Santos, no hubo premio compartido con Rodrigo Londoño, mejor conocido como Timoleón Jiménez, el jefe de las FARC, como se alcanzó a especular.
“Con la concesión del Premio de la Paz de este año para el presidente Juan Manuel Santos, el Comité Nobel Noruego desea animar a todos aquellos que se esfuerzan por lograr la paz, la reconciliación y la justicia en Colombia”, reza el ya famoso comunicado que reveló la noticia. “El propio presidente ha dejado claro que seguirá trabajando por la paz justo hasta su último día en el cargo”, recordó el comité.
Santos, en su breve declaración tras enterarse de la noticia, lo recibió a nombre de las millones de víctimas, y solo después se refirió “a los negociadores de ambas partes, y a tantas otras personas e instituciones que nos han apoyado en este proceso”.
¿Qué tan común es que el Nobel se vaya a una sola de las partes?
Al repasar los ganadores del Premio Nobel de los últimos 10 años, ninguno fue formalmente para los negociadores de un proceso de paz, si bien Barack Obama lo recibió en 2009 "por sus esfuerzos extraordinarios en vías de reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos". En el 2002, Jimmy Carter también fue reconocido por sus esfuerzos “para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, impulsar la democracia y los derechos humanos y fomentar el desarrollo económico y social”. Pero hace falta remontarse un poco más, al siglo pasado, para llegar a los más insignes negociadores, aunque no necesariamente con un final feliz.
El Nobel de 1998 fue otorgado conjuntamente al republicano John Hume y el unionista David Trimble por su labor para encontrar una solución pacífica al conflicto en Irlanda del Norte. Trimble era el líder del partido protestante y Hume el del partido católico, así que de algún modo ese premio reconocía a distintas fuerzas del acuerdo de Viernes Santo firmado por las principales fuerzas políticas, aunque no necesariamente a todas las partes que negociaron. Ese galardón dejó por fuera al líder del Sinn Fein, Gerry Adams, el bando más vinculado al ejército republicano irlandés, el IRA.
Cuatro años antes, en 1994, el Nobel también fue otorgado a un proceso de paz, quizás el más espinoso de cuantos hay en el mundo, el de Israel y Palestina. En ese entonces, los galardonados fueron el recientemente fallecido Shimon Peres, para la época ministro de relaciones exteriores israelí, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin -asesinado en 1995- y el presidente palestino Yaser Arafat, el histórico enemigo, muerto en 2004. Es decir, ese premio que recompensaba "los esfuerzos por crear la paz en Oriente Medio" reconoció a las dos partes.
"Dejamos atrás la era de beligerancia y avanzamos juntos hacia la paz", dijo Peres al recibir el premio por los acuerdos de Oslo firmados el año precedente. Pero la profecía del dirigente israelí no se cumplió, y hoy el objetivo de la paz está más lejos que nunca.
Ese Nobel se originó en los acuerdos de Oslo, firmados en Washington y auspiciadas por el presidente estadounidense Bill Clinton, que se quedó por fuera del galardón.
El acuerdo de 1993 terminaba con la primera Intifada. Pero tras el fracaso de los acuerdos estalló una segunda Intifada, que provocó la muerte de miles de hombres, mujeres y niños palestinos e israelíes en sucesivos ciclos de violencia, guerras, atentados suicidas, asesinatos selectivos y represión militar. Los palestinos siguen a la espera de fundar un estado independiente, aunque algunos albergan la esperanza de que la elección este año de Hillary Clinton pueda salvar los acuerdos de Oslo.
Precisamente, el del 1993 es otro de los Nobel de paz más recordados. Ese año, el Comité noruego decidió atribuir el premio a Nelson Mandela y Frederik de Klerk, los artífices de un final pacífico del apartheid, el añejo sistema de segregación en Sudáfrica.
La estatura de coloso de Mandela, considerado un estadista en toda regla, es indiscutible. Pasó cerca de 27 años en prisión pero salió libre de resentimientos, dispuesto a perdonar a sus carceleros afrikáner (la minoría blanca en el poder), conquistar su corazón, evitar que los sueños de igualdad se ahogaran en sangre y ser elegido el primer presidente negro de su país. Y sin embargo, su Nobel fue compartido con la contraparte con la que negoció el desmonte del apartheid.
Vale la pena recordar que para el año en que recibió el Nobel Mandela todavía no había sido elegido presidente, eso ocurrió en 1994, y el momento simbólico en que terminó de sellar la reconciliación llegó hasta 1995, con la final del Mundial de Rugby que ganó Sudáfrica en casa, cuando los negros apoyaron sin reservas al equipo que era símbolo de la minoría blanca.
El listado de ganadores del Nobel incluye otros meritorios nombres relacionados con países que vivieron procesos de negociación, mediación o mantenimiento de paz, como el costarricense Oscar Arias (1987), la guatemalteca Rigoberta Menchú (1992), la birmanesa Aung San Suu Kyi o los propios cascos azules de Naciones Unidas (1998), pero los ejemplos más claros de negociadores son los de Irlanda del Norte, Sudáfrica e Israel.
De vuelta al caso de Colombia, ¿por qué solo a Santos?
El premio corresponde formalmente a tres criterios, pues distingue a la personas que hayan hecho el mejor trabajo por la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos enfrentados o por sostener y promover las conferencias de paz, como recuerda Jorge Restrepo, director del CERAC.
“Básicamente no se lo dieron a las FARC porque no cumplen con esos criterios y no han hecho lo suficiente por reducir la violencia. La iniciativa y el liderazgo no salió de ellos”, apunta Restrepo. “Igual pasó en Guatemala y en Irlanda, donde no se lo dieron a los líderes de la Unión Revolucionaria de Guatemala ni a los líderes del IRA”, agrega.
En la rueda de prensa en la que anunciaron los resultados, la presidenta del Comité Nobel noruego, Kaci Kullmann Five, aseguró que no podía explicar la razón por la cual no había incluido a Timochenko pues "nunca comentamos nada sobre quienes no ganan el premio".
Santos fue quien tomó la iniciativa de este proceso y lo ha hecho avanzar consistentemente, explicaron voceros del Comité noruego. Es muy importante que el jefe de Gobierno demuestre un compromiso político con la paz, y él demostró esa convicción incluso después de aceptar la enorme derrota electoral que le asestó el triunfo del No en el plebiscito. Es un premio a las víctimas y a los colombianos, como dijo el propio Presidente, pero por encima de todo es un impulso para concretar ese monumental esfuerzo de seis años, tras más de medio siglo de conflicto. Y con sus virtudes y defectos, nadie lo personifica como Santos.