PROCESO

La paz sin Uribe

Una renegociación sin las propuestas del expresidente parecía imposible para salir de la crisis del plebiscito. Ahora se advierte posible un nuevo acuerdo de paz, pero sin el jefe natural del Centro Democrático.

26 de octubre de 2016
| Foto: Fotomontaje SEMANA

Álvaro Uribe Vélez no sólo fue el gran triunfador del plebiscito, sino que esa misma noche del 2 de octubre se convirtió en el mayor vocero de los 6,4 millones de colombianos que dijeron No a los acuerdos de paz firmados por el Gobierno y las FARC.

Y como el resultado del plebiscito trajo un limbo jurídico, además de una incertidumbre política, el exmandatario emergía, junto al presidente Juan Manuel Santos, como los dueños de la fórmula para resolver este entuerto.

Precisamente, en su primera reacción tras el plebiscito, en Rionegro (Antioquia), Uribe mencionó a los principales dirigentes que acompañaron su causa. Mencionó a sus tres precandidatos, Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes Trujillo e Iván Duque; a su exministro Fernando Londoño, al columnista Plinio Apuleyo Mendoza y a su ex vicepresidente Francisco Santos.

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También dedicó agradecimientos al expresidente Andrés Pastrana, al exprocurador Alejandro Ordóñez, al exalcalde Jaime Castro, al exmagistrado José Gregorio Hernández y a su exministra de Defensa Marta Lucía Ramírez.

La suerte del proceso de paz, en aquellos días de incertidumbre, pasaba exclusivamente por un acuerdo entre Santos y Uribe. No se advertía otra solución. Pero tres semanas después, cuando Uribe y Santos nada que llegan a un punto de encuentro para salvar el acuerdo de paz, en las calles los colombianos se hacen una pregunta de la que hasta el momento nadie sabe, a ciencia cierta, la respuesta: ¿Qué va a pasar?

Aunque han sido tres semanas desprovistas de resultados concretos, han sido veinte días en los que ha pasado de todo.

Desde aquella famosa reunión del 5 de octubre en la Casa de Nariño, con la que prácticamente se dio inicio al diálogo entre el Gobierno y los voceros del No, hasta la carta que el pasado lunes 24 de octubre, Pastrana, Ramírez y Ordóñez dirigieron al Gobierno -por su cuenta, y sin la firma de Uribe-, exigiendo un vocero en la mesa de ‘renegociación’ entre el Gobierno y las FARC en La Habana.

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Para el gobierno Santos, Uribe pasó de ser el líder del No, en aquellos días de resaca plebiscitaria, a ser uno más de ese universo de votantes que rechazaron la refrendación. El presidente abrió espacios con cada uno de los sectores, oyó observaciones y propuestas. En total, recibió 445 propuestas de ajustes y precisiones al acuerdo de paz.

En su alocución del pasado jueves, Santos dijo que hay muchas propuestas que coinciden y que son razonables; otras son difíciles, pero no imposibles; “y hay otras que son totalmente inviables porque parten de la base por ejemplo de que no hay conflicto que solucionar y que –por consiguiente- no se puede aplicar ni el derecho internacional humanitario, ni la justicia transicional que se creó precisamente para ayudar a resolver los conflictos armados”.

Cuando el presidente Santos y el Gobierno hablan de “propuestas inviables”, una de las principales propuestas de Uribe es la que parece señalada. En el documento de 26 páginas, titulado “Bases de un Acuerdo Nacional de Paz”, que el Centro Democrático le entregó al Gobierno, se propone la eliminación del capítulo de justicia transicional aprobado en La Habana. A cambio propone otra redacción, que crea jurisdicciones de paz pero dentro de la justicia ordinaria.

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Esa propuesta, según los congresistas del santismo, no sólo se advierte difícil de ser aceptada por las FARC, sino que más parece un "sometimiento a la justicia”. Y en ese sentido es el principal obstáculo para que ese acuerdo entre Santos y Uribe llegue a feliz término.

Mientras tanto, el Gobierno ha recibido con elogios las propuestas que han llegado de manos de otros sectores. Desde la de Ordóñez, en la que pidió “purgar” de “ideología de género” el acuerdo de La Habana, pasando por el documento de Marta Lucía Ramírez, pero sobre todo las del expresidente Pastrana, quien ha propuesto que los jefes de las FARC puedan pagar sus condenas en el exterior. Mientras Uribe ha negociado con el Gobierno, otros voceros del No parecen más cerca de un acuerdo.

Al Centro Democrático lo han señalado de tener intenciones de dilatar la discusión. Hasta de prolongarla al 2018, pues por algo, dicen los congresistas del oficialismo, son sus tres precandidatos presidenciales los que participan de la negociación. Incluso, las recientes declaraciones de Pacho Santos, en las que insinuó que en su partido habría quienes “no quieren que avance el proceso de paz”, si bien sentaron mal en el uribismo, fueron pretexto para que la Unidad Nacional abriera un escenario hasta hace unas semanas poco probable: un nuevo acuerdo de paz, pero sin Uribe. “Son muchos los voceros del No, no sólo es el Centro Democrático”, dijo el jueves pasado en el Congreso el senador y negociador Roy Barreras.

Si los demás sectores del No quedan incluidos, y si las negociaciones con el ELN, que se instalan este 27 de octubre en Quito, Ecuador, arrojan resultados, es probable que el Gobierno tenga argumentos para presentar un acuerdo para una paz más completa.

Uribe, fuera de la foto

Si las primeras horas posplebiscito parecía que un acuerdo con Uribe era la única salida, los acuerdos de paz de La Habana se pueden salvar sin la presencia del expresidente en la foto.

Si en La Habana, el Gobierno y las FARC deciden acoger algunos ajustes del No, se firmaría un nuevo acuerdo para una paz más amplia, según las palabras del presidente Santos, así no se incluyan las ideas formuladas por el expresidente Uribe.

Para que ese nuevo acuerdo se pueda implementar en el Congreso, por el mecanismo ‘fast-track’, debe ser sometido a refrendación. Un segundo plebiscito sería la salida, políticamente inviable, pues condenaría a los colombianos otra vez a someterse a las urnas, con la confrontación y polarización que ello implica.

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El segundo plebiscito no sólo surge como fórmula política, sino que es un escenario que se ha legitimado tras la confesión del gerente del No, Juan Carlos Vélez, de que recurrió a la propaganda negra y al engaño como fórmula para ganar la campaña. De hecho, el presidente Santos en sus cinco alocuciones posplebiscito ha insinuado de alguna manera cómo los colombianos fueron engañados para votar por el No.

El escenario para evadir la nueva refrendación popular en las urnas es la demanda del Centro Democrático contra el acto legislativo por la paz. Si la Corte acoge las razones de la demanda, eliminaría el artículo 5 de esa reforma, precisamente el que condiciona la implementación a la refrendación de los colombianos

Si la Corte falla a favor del Centro Democrático la demanda, el Congreso podría implementar el ‘nuevo acuerdo’ y mediante el mecanismo fase-track. Incluso en sesiones extraordinarias entre diciembre del 2016, y enero y febrero del 2017.

A propósito, en su intervención del lunes en el aniversario de la Corporación Excelencia a la Justicia, Santos aclaró que no está en el plan de “astucias jurídicas” para superar el plebiscito, sin embargo, añadió que quienes la presentaron tienen razones válidas, y que será decisión de los jueces.

El tercer escenario es precisamente el que le conviene al expresidente. La implementación del acuerdo en el Congreso, pero sin el fast-track. Esa ventana la abrió el propio Uribe el pasado miércoles, día en que declaró su voluntad para firmar un gran pacto nacional. “Si ese Pacto Nacional se da, el Centro Democrático se compromete a ayudar en la implementación en el Congreso de Colombia. Apoyamos totalmente esa implementación”.

Pero la implementación a la que Uribe se compromete ayudar, si bien es el camino constitucional, probablemente sea el más espinoso para el éxito del desarme de las FARC y la reincorporación de sus miembros a la vida civil.

Se habla de por lo menos 12 reformas a la Constitución y casi 40 proyectos de ley. De entrada, no se podrán discutir en sesiones extras, entonces sólo serían debatidas a partir de marzo del 2017 con todo lo que eso implica. Lo que en el ‘fast track’ tardaría tres debates, en el camino ordinario demoraría ocho. Eso quiere decir que es muy probable que llegue la campaña presidencial del 2018 sin que se haya desmovilizado la guerrilla.

Un nuevo acuerdo, con Uribe en la foto, sigue siendo la salida política más viable tras el plebiscito. Pero si el expresidente no posa en ella, habría alternativas para salir del limbo. En La Habana habrá respuesta. Paz con Uribe o sin Uribe.